Agnieszka Bozanic y su lucha contra el edadismo: “No debemos olvidar que todas y todos vamos a ser mayores”
Cuando la psicóloga Agnieszka Bozanic comenzó su camino en la neuropsicología, lo hizo específicamente en demencias. Pero después de un tiempo descubrió que más que el tema, lo que le gustaba era trabajar con personas mayores. Fue así como enfocó su carrera en ese tema. Se fue a estudiar a Barcelona y fundó GeroActivismo, fundación que surge para combatir el edadismo.
¿Qué es el edadismo?
Básicamente la discriminacion por motivos de edad. Es un concepto que no conocía, pero cuando me vine a vivir a Barcelona comencé a observar que las personas mayores acá hacen uso de los espacios públicos. Están en todo ámbito de la sociedad. Cuando caminas por las calles en los bares y en las terrazas puedes encontrar grupos de mujeres mayores conviviendo. En la playa haciendo topless. Y no hablo solo de personas mayores sanas, también las ves en sillas de ruedas o apoyándose en bastones o burritas.
¿Por qué eso no pasa en Chile?
Hay dos componentes importantes. Uno es el más típico y que tiene que ver con el tema de las pensiones, que en Chile son de miseria. La mayoría de las personas jubiladas reciben pensiones básicas y, queramos o no, el dinero juega un rol fundamental para todas las actividades que quieran o puedan hacer, desde pagar cuentas hasta comer sano o poder calefaccionar su casa en invierno y airearla en verano. Está también el acceso a cultura y recreación. Comprarse un café o una cerveza en un lugar o pagar un entrada al cine o a una discotec –porque en Barcelona hay discotecas para personas mayores– son privilegios para quienes tienen una pensión básica, por tanto el dinero con que se cuenta a fin de mes es un factor determinante en si envejeces bien o mal.
Y el segundo componente es que Barcelona es una ciudad amigable con las personas mayores. Así como hay ciudades que son eco friendly o pet friendly, también es necesario que las ciudades sean age friendly. Hay ciudades que están adaptadas, cuyas calles no tienen hoyos y eso les permite desplazarse sin problemas si tienen dificultad, lo que permite que las personas mayores tengan la oportunidad de poder salir.
¿Por qué es importante que las ciudades y las políticas sean age friendly?
Si lo pensamos como inversión a largo plazo, todos vamos a ser personas mayores. Por eso es importante que logremos visualizar cómo queremos llegar a viejas. Yo al menos estoy segura de que no quiero llegar a vivir en un país que me discrimine por el hecho de tener 60 años. No quiero que debido a mi edad biológica se juzguen mis capacidades, deseos o lo que pueda aportar a la sociedad. Desde ahí es importante tener una mirada ética. Ellas y ellos han trabajado toda su vida, entonces por qué no dejar que vivan sus últimos veinte años con dignidad.
¿Te refieres a devolverles la mano?
Sí, pero también a que sean vistos como un aporte, cosa que actualmente está invisibilizada. Las personas mayores suelen hacer trabajos informales después de jubilarse. Si pensamos en las mujeres abuelas, son ellas las que cuidan a sus nietas y nietos. Y eso no se considera como una actividad económica, pero si una abuela cuida a sus nietos esa madre se ahorra el pago por una guardería. Hay un aporte económico, lo que pasa es que no se mide.
Las sociedades están envejeciendo ¿Cómo podría afectar el edadismo en el futuro?
En Chile estamos atrasados con eso. Actualmente, hay un 19% de personas mayores según la encuesta Casen 2017. El Censo dice que son un 16%. Y para el año 2050 se espera que Chile sea uno de los países más envejecidos del Conosur. Por eso estamos llegando tarde a visibilizar a las personas mayores, que ya son muchas, lo que pasa es que no las queremos ver. Sin ir más lejos, nuestros parlamentarios muchos son mayores. Que ellos no se identifiquen con ese grupo, es otra cosa. A medida de que vamos avanzando va a haber más gente mayor y no se están haciendo las políticas públicas específicas para ellos. Esas políticas tienen que tener un enfoque gerontológico, de género –porque hay más mujeres que hombres– y de derechos humanos.
Muchas veces se argumenta que no hay recursos, que esa es la principal razón para no hacer políticas públicas que los incluyan.
Sí, pero el edadismo tiene miles de consecuencias económicas también. Hay un estudio muy interesante en Estados Unidos que habla de que se pierden cerca de 63 billones de dólares por causa del edadismo. No es una inversión para nadie tener a las personas mayores relegadas en sus casas. Tienen que participar, sobre todo en contacto intergeneracional, porque así se enferman menos y porque de esa manera también pueden generar ingresos para el país. Al final dejarlos a su suerte termina siendo un costo mayor para el Estado.
¿La pandemia ha ayudado a visibilizarlos?
La pandemia ha reforzado la idea de que Chile no está preparado para garantizar los derechos fundamentales de las personas mayores. No estoy segura de si la gente está teniendo una visión de las personas mayores como sujetos de derechos o como objetos de caridad. Los han presentado como vulnerables. Creo que se ha instalado una especie de asistencialismo hacia las personas mayores que, lo queramos o no, es discriminación positiva. Lo que me gustaría es que si la pandemia evidenció que las personas mayores viven vulneradas en sus derechos humanos, eso pueda darnos la fuerza de cambiar. Que ahora que la gente los vio diga: “yo no quiero llegar así a los 70”.
¿Este escenario es peor para las mujeres?
Las mujeres estamos vulnerabilizadas desde que somos niñas y en la vejez pasa lo mismo. Tenemos más lagunas previsionales por la maternidad, nuestros trabajos son más informales, nos pagan menos. Todas esas cosas inciden en que la vejez femenina sea diferente a la masculina. Podemos observar mayores enfermedades mentales y cardiovasculares también. Y está el tema del maltrato. El 40% de las mujeres mayores de 65 años que ha sufrido violencia de género lo ha hecho por más de 40 años. Estamos hablando de una población que ha sido violentada casi toda su vida, que sigue viviendo con su agresor, porque a estas alturas son dependientes. Y así muchas cosas más. Las mujeres están doblemente penalizadas, por ser mujeres y por ser mayores.
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