Aprender a hacer un camino propio

Luego de trabajar por más de veinte años para la destacada orfebre y artista chilena Amalia Chaigneau, las hermanas Marycarmen y Guadalupe Cartes empezaron un recorrido con sello propio que las ha llevado a ser reconocidas como plateras de excelencia; un título que Marycarmen honró hasta sus últimos días de vida y que Guadalupe continúa preservando. Esta entrevista, donde repasan cómo ha sido este camino, es la última que dieron juntas, atesorando la voz de Marycarmen para siempre.
En la cultura mapuche, ver a un abejorro –o moscardón– significa que alguien querido, pero que ya partió, anda cerca. Al igual que la figura de un pillan, se trata de un espíritu protector que según la cosmovisión de este pueblo cuida a los que aún habitan esta tierra. Sin ser mapuche, Marycarmen y Guadalupe Cartes son unas de las pocas artesanas mujeres que conocen el significado de los símbolos que se plasman en la platería propia de este pueblo.
Aprendieron de su gran maestra y amiga, la destacada orfebre y artista chilena Amalia Chaigneau, fallecida en 2016, pero quien en vida fue reconocida por trabajar fuertemente en la preservación de la platería mapuche. “¿Tendrás a alguien que me pueda ayudar con la hechura de las piezas?”, le preguntó Amalia a su amigo Pedro Bascuñán, cuando de vuelta de su exilio en México quiso empezar su taller de orfebrería. En ese entonces el reconocido repujador era profesor de Marycarmen en la Escuela Nacional de Artesanos y la recomendó.
Así empezó la travesía de más de veinte años junto a la “Señora Amalia”, como aún le dicen las hermanas: ella les encargaba piezas y luego Marycarmen les daban vida. Guadalupe por entonces no era orfebre; en ese tiempo lo suyo, dice, eran más bien las lanas. Pero se enamoró de la cosmovisión mapuche que le enseñó Chaigneau cuando entró como aprendiz a su taller, recomendada por su hermana. “Ella fue mi escuela. Partí el año 92 desde cero, sin saber nada. Lo primero que hice fue cortar un círculo, lijarlo, pulirlo y cincelarlo”, recuerda Lupe.

Así, de a poco, las dos artesanas fueron aprendiendo sobre el mundo de los símbolos y marcas –líneas o cortes– propios de determinadas piezas en plata. De ahí que Marycarmen recuerda que solía decirle a la señora Amalia: “Usted es una enciclopedia con patas”. “Lo único con lo que yo no estaba de acuerdo con ella es que siempre encontré que cobraba muy barato. Como que pasaba plata por plata. Yo le decía: ‘Señora Amalia, usted está regalando su trabajo’. ‘Mis hijos me dicen lo mismo, pero yo prefiero cobrar esto’, me respondía ella”.
En esa época, Marycarmen recuerda que quería entrar a Fundación Artesanías de Chile, pero su mano como orfebre estaba tan marcada por el trabajo de Chaigneau, que no podía. “Cuando en realidad la mano de la señora Amalia era la mía”, dice Marycarmen entre risas. Sus manos, dice, pero luego sus ojos, sus piernas y su voz. Las de ella y también de Guadalupe. “Cuando la señora Amalia ya no podía ver, yo empecé a trabajar como su asistente. Era, como ella decía, su mano derecha. Trabajaba en la platería, pero también entregaba piezas y atendía a la gente acá en el taller”, cuenta Lupe.
Cuando Chaigneau falleció, las hermanas orfebres comprendieron que era hora de hacerse un camino propio. “Por primera vez pude empezar a hacer un recorrido pero no con el nombre de otra persona, sino que con el mío”, dice Marycarmen, quien al poco tiempo empezó a entregar piezas de su autoría a Fundación Artesanías de Chile. Su sello, dice, son las terminaciones prolijas y el cuidado al detalle. Además, en sus piezas suele usar el brillo espejo, algo que no es muy común en la platería mapuche tradicional.
En 2018, un collar mapuche hecho por Marycarmen obtuvo el Sello de Excelencia a la Artesanía, reconocimiento que entrega el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. “Fue una sensación bonita. Te sientes distinta. Al principio yo no le había tomado el peso a tener un sello, pero es como que te miran de otra manera. Te toman respeto… no sé cómo explicarlo”, reflexiona.

Para Lupe el camino fue distinto. Un poco más lento. En un principio, asegura, su única preocupación era continuar con el legado de Chaigneau, aunque eso significara postergar la búsqueda de su propio sello. “En la fundación me dieron la confianza para poder seguir”, afirma y agrega: “Las capacitaciones me sirvieron mucho, entre otras cosas, para darme cuenta de que yo existía. Porque yo estaba acostumbrada a trabajar con el nombre de la señora Amalia”, dice. “Yo no sabía cuál era mi mano, pero tampoco cómo se hacían los cálculos para cobrar. Eso lo aprendí con la fundación. También entender lo básico de un estudio de mercado, cosa de la que yo antes no tenía idea”, dice Lupe.
En los cursos también aprendió técnicas para pararse con confianza frente a otras personas: “En esos módulos nos enseñaron cómo expresarnos y también nos dieron consejos sobre la posición física que había que tener, algo que era re incómodo para mí, porque siempre me ha costado hablar en público. Ahí me dijeron que cuando estuviera muy nerviosa, tenía que concentrarme en mis pies, tomar conciencia de que estaban bien firmes en la tierra. Y de ahí sacar la fuerza para tirar todo para afuera. Eso me tocó ponerlo en práctica después, cuando con la Marycarmen empezamos a hacer talleres para público en la fundación. De esas capacitaciones yo salí más empoderada”.
Aunque compartieron taller, cada una de las hermanas Cartes fue consciente de que hicieron su propio recorrido en el mundo de la platería. Dicen que con un eterno agradecimiento a las enseñanzas de su gran maestra, pero luego, bajo sus respectivos nombres. “Para nosotras ha sido clave que las personas comprendan que cuando llevan una pieza, no solo están comprando una joya de plata linda, hecha a mano, pulida y brillante, sino que están llevando consigo una pieza con historia”, asegura Lupe.
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* Este testimonio es parte del libro Proartesano 2021, que recopila el trabajo desarrollado por el equipo que lideró Fundación Artesanías de Chile entre 2018 y 2022. Por el valor de las historias de las artesanas y artesanos, estos testimonios son rescatados por Paula.cl.
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