Cristina Vásconez, coach: “No es posible que llamemos amor a historias tormentosas”

Amoricidio - Paula



En noviembre de 2013, en Paula publicamos el reportaje Coaching para solteras. “Así como existe el coaching para aprender a ser buen líder, también existe el coaching para solteras”, escribía entonces la periodista que se animó a participar en uno de esos talleres para ver qué pasaba ahí dentro. ¿La responsable del experimento? María Cristina Vasconez: ecuatoriana, publicista de formación, coach certificada por Newfield y –como ella misma dice– especialista en amores malos.

Ya han pasado más de diez años desde esa primera entrevista, pero las ideas de María Cristina siguen vigentes. Hoy, ella insiste en que el gran problema no es la falta de pareja, sino la forma en que nos aproximamos a los vínculos: desde una ignorancia profunda, una ‘ceguera cognitiva feroz’, que impide ver no sólo cómo nos relacionamos con otros, sino –y sobre todo– con nosotras mismas.

Hoy, el coaching que ofrece María Cristina ya no es exclusivo para solteras. “¡Se me llenó de hombres!”, cuenta riéndose. Dice que el dolor amoroso no distingue género y que, aunque los hombres tardan más en pedir ayuda, cuando lo hacen, llegan quebrados. A diferencia de las mujeres, no crecieron hablando de emociones ni pidiendo apoyo, y eso pasa la cuenta. “El problema no es que no sufran, es que no saben qué hacer con ese sufrimiento”, dice. Según ella, muchos se sienten perdidos en un escenario de relaciones que ha cambiado rápido y radicalmente: mujeres más empoderadas, más claras con sus límites, menos dispuestas a tolerar lo intolerable, al menos en el discurso. “Y ellos no saben dónde pararse: si son muy caballeros, los acusan de machistas; si no lo son, de fríos. Están confundidos”.

Las mujeres, en cambio, llegan a sus sesiones con la sensación de estar atrapadas en un mismo ciclo que se repite: vínculos que no funcionan, relaciones que desgastan, decisiones que no saben bien de dónde vienen. No se trata de mala suerte, dice María Cristina, sino de desconocimiento. “En definitiva, todo parte de un deseo. Pero si no logro llevarlo a cabo, tengo que preguntarme: ¿cuáles son las piedras que yo misma me estoy poniendo en el camino?”, explica. Puede ser la rabia, la dificultad para manejar emociones o la incapacidad de sostener ciertas conversaciones. “Y en el mundo romántico, muchas veces tiene que ver con cosas que en realidad no me he dicho, no me he declarado. Con entender qué es lo que quiero, cómo poner los mis límites, cómo quiero ser querida”.

Ya lo decía hace una década, en ese primer taller: “Lo que sí hay en cantidad, son mujeres que no se valoran, que no saben buscar, que deben desaprender y terminar con sus propios miedos. Deséate a ti misma primero. El verdadero amor es equitativo y te lo mereces”.

Y hoy, a pesar de los avances, esa frase sigue más vigente que nunca.

Amoricidio - Paula

El amoricidio

Durante estos años, María Cristina no solo ha acompañado a otros en sus procesos: también ha escrito dos libros. El primero se tituló ¿Por qué me va mal en el amor?, y apuntaba a lo esencial: antes de empezar una relación, hay que saber qué se quiere, cómo poner límites y, sobre todo, cómo se desea ser querida. Pero con el tiempo —y después de escuchar muchas veces historias donde el sufrimiento se confundía con amor—, decidió ir más allá.

Así nació su segundo libro, Amoricidio. “Mi primer llamado con este libro es invitar a la gente a no seguir manchando y denostando algo que es la experiencia más importante del ser humano”, dice. Porque si el amor encarna las mejores virtudes humanas, ¿cómo es que tantas veces termina quitando la paz y robando el sueño?

Para eso inventó el término amoricidio: una forma de nombrar esos vínculos que duelen más de lo que nutren, pero que seguimos llamando amor. “Ya va siendo hora de entender que no todo es amor”, advierte.

El amoricidio, dice, es un autoatentado. Una experiencia que debería ser placentera, vital, contributiva, pero que se transforma en algo opresivo, estéril, incluso destructivo. Y lo más inquietante: muchas veces no se trata del otro. “Eres tú quien está restándote la posibilidad de tener una relación buena, feliz, contributiva”, dice. “El problema es cuando tú esperas, cuando silencias eso, no te haces cargo. Y es peor aún cuando estás esperando que tu pareja solucione algo que por ti sola no puedes hacerlo”.

Hay muchos tipos de amoricidio, dice María Cristina. Está el de quienes se lanzan a una relación sin preguntarse siquiera qué necesitan. El de las que aceptan migajas esperando que el otro cambie. El de las que creen que el amor todo lo puede, incluso a costa de sí mismas. Las que, apenas conquistan, ya están pensando en la próxima validación. Las que se quedan solo por costumbre o por pánico al futuro. Las que siguen ahí, convencidas de que ya no vendrá nada mejor.

Entonces, si ya sabemos identificar un amoricidio, ¿cómo dejamos de vincularnos así? ¿Qué hacemos con todo eso que ahora vemos más claro?

Hace más de una década, en el taller para solteras, María Cristina ya lo decía: “Nunca más digan que las eligieron. Ustedes deben escoger. Deben ser activas básicamente para separar entre lo que les sirve y lo que no. Y despojarse de lo que no les sirve”. Hoy lo reafirma con otras palabras, pero la idea de fondo es la misma: dejar de ser espectadoras del propio guion amoroso. No esperar que el otro adivine lo que queremos. No anestesiarse. No entregarse al piloto automático.

El primer paso, insiste, es el autoconocimiento. Saber qué quiero, cómo deseo ser querida, qué no estoy dispuesta a repetir. Y aprender a distinguir el deseo auténtico de la carencia. “Porque cuando no sabes lo que necesitas, es fácil terminar en un vínculo que te apaga”, dice.

También hay que dejar de idealizar las relaciones. De pensar que una pareja vendrá a ordenar todo lo demás. “La pareja es un ámbito más de tu vida, como tu trabajo, tus amistades, tus hobbies. No es tu salvación. No es tu proyecto de vida”, dice con claridad. El amor no debería ser una batalla. Y si duele más de lo que alegra, quizás no sea amor. O no ese amor que mereces.

—¿Qué quieres que le pase a quien lea Amoricidio?

— El libro es el portal de entrada para que la gente tome conciencia. Yo me doy por pagada si las personas dejan de llamar amor a algo que no lo es, si empiezan a hablar de amoricidio y hacen una distinción clara: el amor es algo grato, algo que te saca una sonrisa del alma. Y cada vez que hay un remanso de dolor sostenido en el tiempo, de sufrimiento que se vuelve rutina, estás haciendo algo que no tiene nada que ver con el amor. Eso se llama amoricidio.

Por eso su invitación es, primero que nada, dejar de romantizar el dolor. “Esa frase de que ‘quien no ha sufrido no ha amado’ es una estupidez. Nos ha invitado al sometimiento, a la amargura, como si sufrir fuera parte obligatoria de la experiencia amorosa. Y no lo es. Ya hay suficientes motivos de sufrimiento en la vida. No puede ser que el amor, que debería ser una fuente inspiradora, se sume a eso. Eso es nefasto”, dice Cristina.

Y cierra: “Todos nos merecemos vivir la experiencia del amor. Pero que sea desde la libertad, desde la alegría. Nunca desde el dolor”.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.