Un motociclista. Un árbol. Un accidente. Testigos que culpan al árbol. Vecinos que lo defienden. Las plantas como seres sintientes que tienen algo que decir. La obra Estado vegetal (2017), de Manuela Infante, la he visto dos veces, y en cada oportunidad he descubierto nuevas perspectivas. Su puesta en escena minimalista y pulcra nos deja espacio para imaginar otras posibilidades y abrirnos a un mundo en donde las plantas pueden relacionarse de manera instintiva, pueden comunicarse, pensar, ser conscientes. Mientras que los humanos solo somos unos seres más de este sistema de relaciones. ¿Tienen alma las plantas? ¿Existen los espíritus de la naturaleza? ¿Son seres inertes? ¿Pueden sufrir? ¿Pueden hablar?

Nos referimos a estado vegetal cuando una persona está en coma, desconectada de sus movimientos y capacidades que la definen como persona. Lo inerte se homologa a lo vegetal y en nuestras ciudades los árboles son como muebles que adornan, rodeados de cemento y tratando de expandirse y crecer dentro de sus límites. La mirada antropocéntrica que hemos cultivado por cientos de años nos lleva a pensar que todo se mide en la escala humana, bajo nuestros parámetros y percepciones, y que el movimiento, el mundo sensorial, cualidades físicas como el color o las texturas solo pertenecen a nosotros, a nuestro habitar. “Tranquila como una planta”, “inmóvil como árbol”, “me dejó plantada”. Todo el tiempo estamos comparando conductas nuestras con las del mundo vegetal, permitiéndonos hablar sobre sus cualidades y sus conductas sin realmente conocerlas.

Michael Marder y Luce Irigaray, creadores de Throug Vegetal Being (2016) y otros artículos relacionados a la conexión con el mundo vegetal, se han atrevido a cuestionar este antropocentrismo en el que hemos basado nuestro conocimiento del entorno. ¿Es posible aprender de las plantas y su forma de habitar? “Yo me iba, las plantas se quedaban”, dice Marder respecto en uno de sus textos refiriéndose a uno de los aprendizajes que adquirió de ellas: saber permanecer, saber echar raíces, no echar todo por la borda. “Si estoy yo y una planta en una habitación, ¿estoy realmente solo? ¿Cómo nos relacionamos con eso que tan claramente no entendemos?”, se pregunta Marder. Y hasta afirma que las arvejas pueden hablar entre sí, basado en recientes descubrimientos que confirman que los vegetales, y en especial las arvejas, se comunican a través de líquidos y nutrientes enviados por sus raíces y que son capaces de transmitir su estrés a otras arvejas en tiempos de sequía para después aprender a enfrentarse a condiciones adversas.

Desde corrientes posthumanistas, con filósofos como Gilles Deleuze, la contemporánea Rosa Brodatti o la feminista Donna Haraway, se entienden las relaciones entre seres vivos e incluso los objetos y la tecnología como un entramado mucho más complejo, en donde las separaciones entre seres y cualidades de lo humano y lo no humano se quedan cortas para describir la forma en que habitamos el mundo. Pensarnos a nosotros como máquinas o sistemas compuestos por máquinas dentro de otras máquinas y en conexión con otras máquinas, en cuyas convergencias los sujetos somos solo un producto, un resto de todo ese entramado, nos ayuda a posicionarnos en un lugar mucho más humilde y conectado con lo que nos rodea.

¿Podemos conectarnos con el mundo vegetal sin llenarlo de nuestros conocimientos y categorías? ¿Es posible romper esas dicotomías entre lo natural y lo cultural? Donna Haraway, acerca de uno de sus últimos libros, Staying with the Trouble, afirma que además de habitar una temporalidad materialista y extractivista, seguimos habitando “el tiempo de los seres terrenales y subterráneos, de los objetos y ontologías de la tierra, como la gente y las plantas y los animales y los microbios y las rocas y el agua y las montañas, que se entretejen y forman estas vidas que merecen un futuro, porque son vidas que existen”.

Podemos reconciliarnos con otros seres, conectar con sus sensibilidades, y así tal vez subsanar un poco la herida que nos hemos provocado al separarnos tanto del entramado de la naturaleza.

Estado vegetal, dirigida por Manuela Infante y protagonizada por Marcela Salinas, estará disponible de manera gratuita desde mañana y durante este fin de semana en Teatro a Mil TV, plataforma de la Fundación Teatro a Mil que busca visibilizar el teatro y reunir aportes voluntarios en tiempos de crisis.