Marisol Alarcón: cambiando la vida de miles de mujeres a través de la tecnología

Marisol Alarcón, nació en Quito, Ecuador, y a los ocho años cruzó las fronteras de su país para comenzar una nueva vida en Chile. Lo que parecía ser una estadía temporal, se convirtió en un hogar definitivo. A pesar de cambiar de país, su esencia siempre fue la misma: una niña alegre, rodeada de amor y música, en una familia que, a pesar de las pruebas, nunca perdió la capacidad de reír. Y es que su hermano, Juan Diego, vivió con distrofia muscular. Al nacer le pronosticaron 14 años de vida, pero él vivió hasta los 32.
Inspirada por su historia personal, siempre tuvo una sensibilidad distinta. Dedicó su vida a trabajar por los demás y encontró su propósito en organizaciones sociales, donde conoció de cerca la realidad más cruda de la pobreza en América Latina. Su labor la llevó de los campamentos más vulnerables de Chile a las oficinas de organismos internacionales como el Banco Mundial o las Naciones Unidas.
En ese ir y venir entre dos mundos tan distintos, comprendió que la verdadera riqueza está en las personas: “Conocí a seres humanos excepcionales. La gente que vive en la pobreza tiene mucha creatividad y muhcos de ellos viven su vida con una fortaleza bien impactante”, dice.
De los sueños a la acción
Tras regresar de su maestría en Estados Unidos, ingresó al servicio público, primero al gobierno regional y luego al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde aprendió sobre el desarrollo de políticas públicas y cómo las alianzas internacionales podían potenciar el crecimiento de su país. Años más tarde, asumió un rol clave como jefa de la división de empresas de menor tamaño en el Ministerio de Economía, lo que le permitió trabajar de cerca con CORFO y Sercotec, entendiendo desde dentro las necesidades de los emprendedores.
Pero su historia no solo se construyó en los pasillos gubernamentales. En la Universidad de Columbia, en Nueva York, conoció a quienes se convertirían en sus socios y amigos mas cercanos. “Todos éramos latinos y estábamos haciendo una maestría en administración pública. Además de ser compañeros en casi todas las clases, soñábamos juntos en el desarrollo de nuestros países, así que hicimos lazos bien profundos”, cuenta.
Esa amistad pronto se transformó en el cimiento de proyectos que impactarían a miles de personas.
Laboratoria
La idea de crear un curso intensivo solo para mujeres nació en una conversación entre amigas. Mariana Acosta, entonces CEO de Laboratoria, había notado que en la empresa tecnológica que cofundó en Perú, era la única mujer en un espacio dominado por hombres. Inspirada por iniciativas similares en Estados Unidos, decidió probar si era posible formar a mujeres en tecnología, creando un pequeño piloto dentro de su propia agencia.
Cuando compartió su idea, la respuesta fue inmediata. Una amiga le dijo: “Si tu piloto funciona, quiero hacer lo mismo en Chile”, y otra agregó: “Yo quiero hacerlo en México”. Así, Laboratoria comenzó con una visión regional, impulsada por la convicción de que la industria digital podía ser más diversa y que las mujeres merecían un espacio para crecer profesionalmente.
En Chile, el primer piloto reunió a 13 mujeres, de las cuales 9 se graduaron y 6 consiguieron trabajo el mismo día de la graduación, con la presencia de autoridades como la subsecretaria de economía y representantes de CORFO. Este éxito inicial confirmó que el proyecto tenía un potencial transformador: “no solo diversificar la industria tecnológica, sino también empoderar a mujeres con talento, que no habían tenido las mejores oportunidades, pero que estaban listas para cambiar sus vidas” comenta.
De la esperanza a la realidad
Cada vez que una mujer aprendía a programar y conseguía un trabajo, dice Marisol, era un incentivo para seguir adelante. “Le ponía toda mi alma, corazón y capacidades al proyecto porque estábamos cambiando vidas”. Las estudiantes, por su lado, confiaban en el proceso y, a cambio, recibían una formación de alta calidad y una conexión real con la industria.
El orgullo se multiplicaba con cada logro. Ver a mujeres que habían superado enormes desafíos personales conseguir su primer empleo en tecnología era una fuente inagotable de inspiración. “Muchas veces llorábamos de la emoción al saber que mujeres que habían invertido tanto en nosotros, que habían confiado, lograran estas contrataciones”, recuerda.
Con el tiempo, lo que comenzó como un experimento se convirtió en un movimiento. Más de 4.000 mujeres han pasado por Laboratoria, desmintiendo la idea de que la tecnología era solo para unos pocos. “No era solo una organización que formaba programadoras; era una puerta de entrada a la economía digital, un espacio donde las mujeres podían soñar en grande, romper barreras y construir un futuro mejor”, dice.
Aprender, crecer, liderar
En el año 2020, Marisol recibió el Premio Mujer Impacta, por su reconocida labor en el área de tecnología y por su innovador proyecto que día a día sigue creciendo. Para ella su mayor sueño es que Laboratoria se convierta en una puerta de entrada para que más mujeres se integren a la economía digital.
Pero no solo eso: quería que esas mujeres rompieran el techo de cristal y accedieran a posiciones de liderazgo. “Queremos que las mujeres crezcan en sus trabajos, que accedan a roles de mayor responsabilidad”. Ya habían dado un paso adelante con Laboratoria Plus, una comunidad que acompaña a las egresadas en su camino hacia carreras más plenas y de mayor liderazgo.
Para ella, el futuro de Latinoamérica está en subirse al barco de las nuevas tecnologías. La inteligencia artificial, las herramientas no-code y el aprendizaje continuo son clave para no quedar atrás. “Tenemos que tener la capacidad de aprender continuamente para que nuestro continente se pueda seguir actualizado en todos estos temas”, reflexiona. Sabía que iniciativas como Laboratoria eran solo el principio de un cambio mayor: una transformación que permitiría a la región ser protagonista en la industria tecnológica global.
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