Paula

Mujeres que impactan, Isabel Palma: del dolor al reciclaje con sentido social

Tras una juventud marcada por la violencia y la falta de oportunidades, hoy lidera una iniciativa de reciclaje con enfoque social que empodera a mujeres y promueve la conciencia comunitaria.

Desde muy joven, Isabel Palma (45) supo lo que era levantarse una y otra vez. Creció en la comuna de Pudahuel, donde pasó por momentos difíciles en su adolescencia y juventud, marcada por relaciones violentas y una falta de oportunidades que, en algún momento, la hicieron pensar que la vida no le ofrecería mucho más. Pero dentro de ella había una fuerza que ni ella misma conocía. “Yo me miraba al espejo y me preguntaba cómo había aguantado tanto. Y entendí que lo hice porque siempre quise más, porque algo dentro mío sabía que no nací para sobrevivir, sino para vivir”, recuerda.

Así, entre carencias y cicatrices —en el cuerpo y en la memoria—, Isabel fue forjando carácter. Hoy lidera una empresa de reciclaje con enfoque social, es la única mujer recicladora de base certificada en su comuna y, sobre todo, un ejemplo de cómo es posible convertir la rabia en fuerza y el dolor en motor de cambio.

Fue en la feria donde se reencontró con su dignidad, trabajando junto a mujeres con historias igual de duras, igual de valientes. Ahí entendió que no estaba sola, que su fuerza era compartida, y que entre cajas, frutas y gritos de clientes también se tejían redes, afectos y sueños. “Me di cuenta de que no era solo una más sobreviviendo. Era una mujer trabajadora, luchadora, con ganas de salir adelante, como muchas otras”, cuenta. Ese fue el inicio de una nueva etapa.

En medio de ese renacer conoció a su actual pareja, a quien describe como “un diamante en bruto”. Juntos construyeron una nueva vida, basada en el respeto, el trabajo y el amor. “Con él aprendí lo que era tener una familia real. Me encontré con una suegra que me cuidaba, que me compraba ropa, que me decía que yo valía. Y con este compañero empecé a sanar. Me enamoré del amor bueno, del amor que acompaña y que impulsa”, dice.

Fue en plena pandemia cuando Isabel comenzó a escribir una nueva página en su historia. La necesidad económica los llevó a pelar cables para vender cobre. Sin saberlo, ese fue el origen de Tolosa Palma Reciclaje, una iniciativa que transformó su vida y hoy impacta también la de otros. Empezó a recibir muebles, electrodomésticos, ropa. Una amiga le ayudó a crear una página de Facebook y, por error, escribieron el nombre con una falta de ortografía: Resiclaje. Lejos de corregirlo, decidieron dejarlo así. Con el tiempo, ese detalle se convirtió en parte de su identidad.

Desde entonces no ha parado. Ha organizado rutas de reciclaje en barrios, ha trabajado con colegios, ha donado lo que recibe en bingos y actividades sociales; formó también una cooperativa con hombres a quienes lidera, y ha ganado licitaciones comunales para hacerse cargo de los puntos verdes de Pudahuel. “El reciclaje me salvó. No solo en lo económico: me devolvió la fe en mí misma. Yo me transformé, y hoy quiero que otras mujeres sepan que también pueden hacerlo”, asegura.

Su compromiso va más allá del medioambiente. Isabel trabaja por la dignidad, la conciencia comunitaria y el empoderamiento femenino. “Si yo pude, todas pueden”, repite con fuerza. Por eso su empresa no solo recolecta cartones o latas: también educa, sensibiliza y da oportunidades. Incluso ha realizado desfiles de moda con ropa reutilizada y materiales reciclables en colegios, y sueña con que las nuevas generaciones crezcan con una cultura de reciclaje arraigada.

Su historia llamó la atención de Fundación Mujer Impacta, que la reconoció como emprendedora social por su trayectoria y aporte a la comunidad. “Cuando me llamaron pensé que era un error. Les dije que yo no tenía nada de impacto. Pero entendí que mi historia sí impacta. Porque salí adelante. Porque me reinventé. Porque no me quedé en el dolor”, comenta.

Hoy vive en la casa que siempre soñó, tiene su emprendimiento formalizado, colabora con grandes empresas y sigue construyendo redes. “Nada de esto sería posible sin esfuerzo, sin lágrimas, ni trabajo. Pero tampoco sin amor. Con mi pareja, con mi hija, con mi equipo. Hoy tengo una vida que vale”.

Para Isabel, el reciclaje es mucho más que trabajo: es símbolo de su historia. “Así como le doy una segunda vida a lo que otros botan, así hice con la mía. Nada es basura. Todo se puede transformar”, concluye.

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