Nola Darling, contra el amor blanco y romántico

La película de Spike Lee She’s gotta have it cuestiona los estereotipos del amor desde la mirada de Nola, una mujer afroamericana que en los años 80 tiene que hacerse un lugar en medio de los juicios a su forma de llevar su vida privada.

She’s gotta have it (1986) fue la primera película del director Spike Lee, uno de los pocos directores de Hollywood que desde sus inicios de su carrera ha intentado cruzar su labor artística con temas raciales y sociales, con personajes afrodescendientes como protagonistas. La película fue tan vanguardista y poco usual en su visión sobre la sexualidad y el amor que hace un par de años se estrenó en Netflix la serie homónima basada en esta historia.

She’s gotta have it es una película política que de alguna forma comienza a dar ciertas luces de qué es lo que quería transmitir Spike Lee con su cine. Comienza con un extracto en donde se narra la forma en que hombres y mujeres desean, dejando clara la capacidad de las mujeres de sobreponerse y seguir haciendo sus vidas, y luego relata a través de fotografías la vida en Brooklyn, sector de New York en donde se arraigó la cultura negra, donde nació el hip-hop, el jazz y distintas expresiones callejeras. “Partido bed-stuy propone que Brooklyn se separe de Estados Unidos y forme una nueva república”, se lee en una de las imágenes que nos presenta al inicio. Y es que desde el principio nos deja claro cuál es su posición frente al racismo y la segregación de la ciudad para enmarcar su comedia en ese contexto. Adelanta, de alguna forma, que lo que viene tiene contenido político, aunque sea una comedia.

“Quiero que sepan que la única razón por la que hago esto es porque quiero limpiar mi nombre. No porque me importa lo que la gente piense, pero ya es suficiente. Y si ayuda a otra gente, pues también está bien. Me considero normal, sea lo que sea que eso signifique. Algunos me dicen rarita. Odio esa palabra. No creo eso, es más, no creo en las etiquetas. Pero qué se puede hacer. Así eran las cosas”, parte diciendo sentada en su cama y mirando a la cámara Norla Darling, la protagonista de esta película. Con un tono semidocumental, una estética informal –y probablemente sin mucho presupuesto–, un cine en blanco y negro con algunas pocas escenas a color y una fotografía bellísima, marcada por las luces, las sombras, los contrastes y la sutileza de las texturas, Spike Lee pretende generar un retrato de Nola. Su voz, junto a las voces de sus amigos, de su padres, sus amantes y hasta su sicóloga, son narradoras para construir la imagen de esta mujer, considerada libertina, adicta al sexo y extraña para su época.

Casi toda la película ocurre en el departamento de un ambiente de Nola, que también es el taller donde pinta. Su cama, cuyo respaldo está repleto de velas que prende de noche, simboliza su templo y su independencia: ahí, sola y envuelta en sus sábanas, abre y cierra la película. A su cama llegan sus tres amantes y una amiga lesbiana que también tiene intenciones de estar con ella. Cada uno de sus amantes le produce afectos distintos, y aunque parece estar un poco más involucrada con uno de ellos –un hombre romántico y posesivo que la satisface muy bien en el plano sexual– no quiere dejar de estar con ninguno de ellos. Lamentablemente a estos hombres no les gusta lo que Nola propone ni mucho menos entienden que cada uno le entrega algo que no tiene el otro: juntos son un amor colectivo en el que Nola quiere moverse sin compromisos ni sin ataduras. Pero no es algo que ella tenga claro ni resuelto, porque el amor romántico socialmente establecido la empuja a la idea de tener que enamorarse, de ser la mujer de alguien, de tener que acoplarse a los deseos de otros. Tampoco tiene referencias sobre el amor libre: ella solo sigue sus instintos y trata de ser fiel a su forma de ser.

Nola sabe que es deseada por muchos, pero ella también desea a muchos y eso no implica que su vida gire en torno a eso. En su departamento-estudio trabaja como diseñadora, junta recortes de noticias y fotos sobre problemas raciales en Estados Unidos, pinta y dibuja y tiene un mundo propio al que sus amantes no tienen acceso. No desea compartir todo de ella, sino que reserva y cuida su independencia, algo que a sus pretendientes les causa aún más intriga y curiosidad.

En un contexto con mucha segregación racial, donde las mujeres negras luchan por tener un lugar y las artes son un privilegio de elite, Nola, como ella misma dice, es tildada de rara. ¿Y qué sería la normalidad? ¿Hacer lo que corresponde según el contexto que nos tocó y moldear nuestros deseos, nuestra forma de ser, a ese contexto? ¿Que otros agenden cómo deberíamos llevar nuestra vida privada? La película cuestiona constantemente el sentido de lo establecido, del amor normal, de la vida normal, y con humor, sin ser obvia ni explícita, da luces de un feminismo negro que cuestiona los estereotipos y el amor romántico – inculcado históricamente por la cultura blanca– para dar paso a las singularidades y las diferentes formar de sentir que tenemos las mujeres.

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