¿Cómo ha cambiado en los últimos años la percepción sobre la violencia doméstica y por qué el mensaje del video resulta retrógrado?
La violencia antes no era un asunto de orden político y se veía como algo que debía resolverse al interior del hogar. Aunque aún hay juzgados que lo ven así, han pasado dos generaciones de mujeres desde que la violencia doméstica se penalizó. Y el mensaje del video apunta a que la violencia se perpetúa de generación en generación, que queda impune porque el abuelo está en libertad y que las mujeres no tienen agencia en esto porque no se ve nunca una en el video. A mi parecer se transmitió una visión conservadora sobre cómo se resuelve la violencia, porque hace décadas que el foco de los movimientos feministas ha estado en aumentar la autonomía de las mujeres, que sean ellas dueñas de su propio destino y sus vidas. En generaciones anteriores, la violencia era tan masiva y aceptada que muchos de nuestros abuelos la ejercieron de alguna forma, pero esto no se puede naturalizar.
¿Cuál es la lógica que opera tras discursos como estos?
Si bien es cierto que actualmente la violencia contra las mujeres se penaliza y se denuncia, la realidad es que está lejos de haber disminuido. Las cifras son altas para todos los estratos sociales y edades, por eso se tiende a pensar desde el feminismo que la violencia contra las mujeres es una violencia estructural: su reproducción depende de más factores que el agresor y la víctima. Se reproduce de muchas formas y una de esa es la cultura y la forma en que se dispone la sociedad, con visiones respecto a los modelos familiares, a las mujeres y sobre todo a los mandamases de la familia; los abuelos o los padres que replican formas de violencia.
¿Cuál te parece que era el riesgo del mensaje del video?
Que se transmite que puede haber una conciliación entre el agresor y su víctima, pero hay que entender que la violencia no solo afecta a la víctima, sino que a también a sus hijos y nietos. No podemos separar la figura del agresor con la del buen abuelo: alguien que agrede nunca va a ser una figura de ejemplo. Se transmite también que no hay justicia de generación en generación, que las mujeres nos tenemos que resignar a no acceder a ella y a que solo nos pidan perdón. Pero muchas veces el perdón a la víctima es una forma de manipulación para volver a insertarla en la dinámica de violencia. Y se idealiza a los abuelos, cuando hay datos que avalan que en los últimos 10 años 16 mil hombres mayores de 65 fueron denunciados por violencia intrafamiliar, sin contar los abusos sexuales que es un tema tabú en las familias.
¿Qué percepción tienen las redes feministas en las que trabajas sobre el manejo general que ha habido frente a la violencia de género en pandemia?
Las llamadas por violencia han aumentado en un 70% y al mismo tiempo han disminuido en más de 20% las denuncias formales, entonces creo que ha faltado dar un mensaje fuerte y claro de que las mujeres que rompan las medidas de cuarentena por su propia seguridad para denunciar o huir de la casa no van a ser penalizadas. También falta agilizar la atención judicial y asegurar la posibilidad de acceder a una casa de acogida. Hay muchos hogares que ahora están con capacidad, pero los requisitos para entrar son altos. Además, muchas funcionarias del servicio han sido despedidas y las que quedan están muy precarizadas, con mucha demanda, y esto afecta el acceso a la justicia por parte de las víctimas. Yo trabajo articulando redes de apoyo para que mujeres puedan abandonar a sus agresores y es evidente que las medidas cautelares no están funcionando. Entonces nos movemos con las pocas certezas que tenemos, pero no podemos cubrirlo todo. Hay una sensación generalizada de impotencia, porque aunque tratamos de difundir al máximo los canales de denuncia y de abrir posibilidades, no abarcamos todos los casos. Mi recomendación es siempre buscar a la feminista más cercana si no tienes una red de apoyo, porque ella va a saber cómo conseguirla. Lo que no podemos seguir replicando, ni desde el Gobierno ni nosotras como feministas, es este llamado a denunciar y luego abandonar a la víctima, porque ese es solo el primer paso en un camino más largo.