LA PREGUNTA

“De repente, el shock. Así viví la pérdida de mi guagua, esa que tanto esperé. Tenía 21 semanas de embarazo, unos meses que parecen pocos en la extensa línea de la vida, pero que para mí fueron un mundo. Uno que se acabó de la noche a la mañana. Todo iba bien, me sentía fuerte, no había ningún problema, pero un día, en una ecografía, todo cambió. Comenzó la pesadilla, una que terminó conmigo pariendo a mi bebe sin vida.

No quise preguntar tanto sobre lo que ocurrió, lo más probable es que una infección. No quiero saber tanto porque solo necesito transitar mi dolor. Cada vez que cierro los ojos entro en una especie de trance, es extraño, triste y al mismo tiempo poderoso, porque me conecto con mi hijo; respiro profundo, crezco, me empodero, me despido de él mientras sale de mi vientre.

No soy capaz de dimensionar lo que estoy atravesando y mucho menos lo que pasará, pero me preocupa el futuro. Me preocupa desconectarme del presente y no poder volver. No poder escapar de este dolor, que tampoco sé cuánto tiempo durará”.

Lorena, 29 años

LA RESPUESTA

Soledad Fariña (@ps.soledadfarina), es psicóloga perinatal y se ha especializado en duelo gestacional. Explica que un duelo de este tipo puede durar un año, es lo que se considera un periodo “normal”, aunque siempre es variable. “Depende de cómo una mujer es sostenida luego de la pérdida de un bebe, cómo fue la contención por parte de su entorno. Si se extiende mucho más que este tiempo, se puede hablar de un duelo patológico que requiere de más ayuda profesional para enfrentarlo”, aclara.

Agrega que siempre la muerte de un hijo es una muerte compleja porque no está dentro de lo “esperable”. “La característica particular de un duelo perinatal es que ocurre cuando uno espera un nacimiento pero lo que ocurre es todo lo contrario, entonces muchas mujeres sienten que se les va la vida. Cuando muere un padre o una madre obviamente hay pena, pero el consuelo es que es una etapa de la vida, porque están viejos o enfermos. Cuando muere un hijo, y particularmente cuando muere un hijo perinatal, se genera una contradicción, se puede sentir que la vida no tiene lógica”, explica y dice que incluso no hay una palabra que lo defina porque si pensamos, cuando perdemos a nuestros papás quedamos huérfanas o huérfanos, cuando perdemos a nuestras parejas quedamos viudas o viudos, pero no hay siquiera una palabra para definir el estado en el que quedamos cuando perdemos a un hijo. Y esto refleja que es un tema del que no se habla, que se esconde, que es un tabú. “Y siempre afrontar temas tabú es más difícil”, complementa.

Otra cosa que ocurre es que cuando uno pierde a un ser querido, dentro del proceso terapéutico del duelo, se suelen buscar fotos, recuerdos o momentos lindos que permitan elaborar ese duelo, sin embargo, en las muertes perinatales eso no existe y por tanto es complejo transitar ese dolor. “Esto ocurre en embarazos que se pierden a las dos o tres semanas, hasta bebes que mueren luego de nacer”, dice Soledad. Por eso aconseja hacer ritos como darle una visibilidad dentro de la familia. “Lo que suele ocurrir es que la familia evita hablar del tema y entonces la carga se hace más pesada. Muchas mujeres quieren hablar, pero como su entorno no lo hace, lo evitan. Muchas sienten que no tienen espacios para hablar de su hijo, aun cuando éste existió, por tanto es bueno que esa conversación ocurra, que no se oculte; que se abran espacios donde el hijo exista, por ejemplo poner fotos de la ecografía donde están las fotos familiares. Porque el hecho de que una mujer lo haya gestado, ya sean 2 o 39 semanas tiene la misma importancia para ella”, agrega.

Esto tiene que ver con que en nuestra cultura la muerte se ve como algo malo, que se esconde, pero en realidad no tiene por qué ser así. “Naturalizar la muerte como una etapa de la vida permite acercarnos a ella de manera más sana. Obviamente genera dolor, pero se logra comprender. Si lo vemos desde un punto de vista más espiritual, todos tenemos una misión de vida –unir a la familia, que la mamá o el papá se dieran cuenta de algo puntual, u otra– y estos niños la cumplieron muy rápido de acuerdo a lo que nosotros esperamos. En el fondo tiene que ver con no buscar el porqué, sino el para qué de las situaciones”, dice la experta.

Y por último, aconseja considerar a toda la familia en este proceso porque muchas veces al padre no se le presta tanta atención y nos concentramos mucho más en la madre, y eso también puede generar quiebres en las parejas. “Muchos quiebres de pareja post muerte de un hijo tienen que ver con eso, porque por los roles y estereotipos sociales muchos hombres se dedican a sostener a las mujeres y luego, incluso después de un par de años, se derrumban”. Y en ese sentido, lo mejor es tener un espacio donde se pueda hablar del tema, expresar los sentimientos que a cada uno le surjan y no hacer como si nada hubiese pasado.