Nuestras lectoras preguntan: ¿Está mal mostrarnos vulnerables frente a los hijos?
La maternidad, al ser un mundo desconocido para quienes se enfrentan a ella por primera vez, viene llena de preguntas e incertidumbres. En Paula queremos acompañarte en este proceso muchas veces complejo, buscando las respuestas a tus inquietudes.
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Este año, y a propósito de la pandemia, una de las cosas que más he escuchado y leído es la importancia de mostrar lo que sentimos, de pedir ayuda si no estamos bien. Sin embargo, también he escuchado que no es bueno expresar nuestras emociones frente a los hijos. De hecho, mi mamá hace poco tiempo un día que lloré profundamente de rabia, después de abrazarme me dijo: “sécate esas lágrimas porque te van a ver los niños”. Sé que su intención fue cuidarlos, pero también sé que es un poco difícil que ellos no se den cuenta cuando estoy triste. ¿Deberíamos ocultarles estos sentimientos a las niñas y niños?
María Fernanda Sepúlveda, 35 años.
LA RESPUESTA
El silenciamiento emocional hacia las madres se ha dado por siglos. Una forma de ejercer control hacia nosotras y nuestras emociones es amenazándonos con posibles traumas en nuestras hijas e hijos o con ser un mal ejemplo para ellas y ellos. Así lo explica Adrienne Richen en su libro Nacemos de mujer. La maternidad como experiencia e institución, en el que habla de esto y cita literatura del siglo XIX para ejemplificar. Como un escrito de Maria Mclotshsu que dice: “¿Puede una madre gobernar a un hijo si apenas puede gobernarse a sí misma? Debe aprender a controlarse, a someter sus propias pasiones; para sus hijos debe ser un ejemplo de docilidad y ecuanimidad”.
Pero más allá de la ideología y del supuesto “buen ejemplo”, ¿qué dice la psicología sobre las emociones humanas y su expresión frente a niñas y niños por parte de sus madres? Leydy Gómez, psicóloga colombiana que se ha dedicado a trabajar el apego, las emociones y los traumas y creadora de la cuenta @educandoenamor, explica que “para la psicología las emociones son factores protectores y de supervivencia que nos ayudan a adaptarnos al entorno social. Por esto, todas y todos las sentimos y por lo mismo no hay que negarlas ni esconderlas, sino que aprender a gestionarlas”. Y agrega que al ser las emociones algo humano, las niñas y niños necesitan verlas en sus cuidadores para aprender a reconocer cada estado emocional. “Mostrarnos ‘vulnerables’ frente a nuestras hijas e hijos no es señal de abandono ni de negligencia y, por el contrario, es necesario para su desarrollo emocional”, explica.
Cuando nuestras hijas e hijos nos ven llorar, enojadas, agobiadas, ansiosas, entre otras emociones, es importante organizar su experiencia infantil. Gómez aclara que para esto el lenguaje es clave, ya que nos ayuda a nombrar la emoción, reconocerla y validarla. “Hablar de nuestras emociones implica hacernos cargo de ellas para evitar que nuestras hijas e hijos se sientan culpables”, dice.
“No está mal mostrarnos vulnerables, lo que no es adecuado es que las niñas y niños nos vean en descontrol de nuestras emociones”, complementa la psicóloga Mariela Baquedano (@psicologa_mariela_baquedano). “Las emociones son parte del ser humano. El cuerpo físico además tiene la función de poder expresar las emociones, como cuando alguien pasa un susto y le duele la guata o se le paran los pelos; o cuando la ansiedad provoca sensación de ahogo. Y cuando las niñas y niños son pequeños, son sus padres, madres o cuidadores los encargados de enseñarles cómo autorregular sus emociones”, agrega.
Y en eso, el ejemplo es clave. “Podría pedirle a una niña o niño que reaccione de una manera distinta, pero si yo suelo hacerlo de la forma opuesta, es contradictorio. Entonces si me enojo y grito o le pego un combo a la muralla, eso les puede quedar mucho más que unas palabras. Por eso es importante que cuando se presentan emociones las madres, no esconderlas, sino que explicarles lo que pasa y acompañarlos también en lo que ellas y ellos sienten con eso, porque lo que sí les puede afectar es que los dejemos solos gestionando sus emociones”, agrega Mariela.
Por último, es necesario reconocer que las emociones son estados temporales que debemos dejar ir, y si necesitamos herramientas para transitarlas e incluso para abandonarlas –muchas veces nos quedamos pegadas en estados emocionales como la tristeza– es sano buscar ayuda profesional. “Las emociones hacen parte de nuestra vida y está bien que así sea. No nos dejemos silenciar y aprendamos a gestionar nuestros estados emocionales. No tenemos porqué hacer esto a solas; pedir apoyo o ir a terapia no nos hace más débiles. Las madres tenemos derecho a ser vulnerables”, concluye Leydy.
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