Nuestras lectoras preguntan: ¿Por qué las mamás sentimos miedo?

Maternidad Paula

La maternidad, al ser un mundo desconocido para quienes se enfrentan a ella por primera vez, viene llena de preguntas e incertidumbres. En Paula queremos acompañarte en este proceso muchas veces complejo, buscando las respuestas a tus inquietudes.




LA PREGUNTA

Cuando nació mi primer hijo conocí el miedo real. Antes lo había sentido, pero creo que no hay una sensación más angustiante que pensar que a un hijo le puede pasar algo, desde que se caigan hasta que sufran por alguna razón. Y vivo con este temor constante, lo que al menos en mi caso se nota y muchas veces tengo la duda de si ese miedo puede influir en la crianza.

Tamara, 39 años, publicista.

LA RESPUESTA

La maternidad es un detonante de muchas emociones y el miedo puede ser una de las más fuertes que se viven. Miedo a que se caigan, a que sufran, a que no sean felices, a que se enfermen y para qué hablar de la muerte, es un pensamiento que puede llegar a generar terror en las madres. Dependiendo de las experiencias que tengamos a través de nuestra vida, el miedo se puede ir transformando y puede llegar a ser una sensación limitante, que cohíbe el desarrollo natural de los procesos. Y en la maternidad esto suele ocurrir mucho.

Así lo explica la psicóloga y creadora de @educandoenamor, Leydy Gómez. “Las madres solemos tener miedos respecto de nuestras hijas e hijos: miedo de perderlos, de hacerlos sufrir o de cometer errores con ellos. Y en este vínculo muchas veces el miedo pasa a ser inhibitorio de la conducta del otro”, explica y dice que un ejemplo es cuando las madres no quieren que su hija o hijo se caiga y por tanto, limitan el contacto que puedan tener con un parque. “¿Podemos hablar entonces de egoísmo?”, se pregunta. Y reflexiona sobre esta posibilidad indicando que si nuestro temor a que le pase algo termina por prohibirle a una hija o hijo que siga explorando, entonces sí se trata de un miedo egoísta, porque es la madre la que no quiere pasar por la emoción y cohíbe el proceso natural de sus hijos, sus intenciones, necesidades o intereses.

La experta agrega que el miedo es funcional y adaptativo en dosis equilibradas, pero cuando nos sobrepasa puede bloquear y detenernos y por lo tanto, en lugar de negarlo, debemos expresarlo y reflexionar sobre él. “Duele aceptar que no podremos evitar que las hijas e hijos se caigan, que sufran, que se enfermen e incluso que algún día mueran, pues se trata de su vida y sus procesos personales. Y aunque duela, como madres debemos aprender a abrazar ese miedo y dar un paso más hacia la conciencia y la reflexión en la maternidad”, explica. Tiene que ver con acompañarlos a vivir la vida que decidan vivir.

Una manera de lograrlo es entender de dónde provienen los miedos. Leydy explica que “si no hacemos este ejercicio es como si anduviéramos con los ojos vendados, como si fuéramos por la vida teniendo comportamientos inconscientes y automáticos, sin comprender por qué actuamos de una u otra forma. La reflexión entonces implica conocer ese origen y entender por qué esa emoción es tan fuerte en nosotros”. Y es relevante hacerlo porque el miedo se puede transformar en un mecanismo de defensa para afrontar las situaciones difíciles y la única manera de que esto no ocurra es ponerle límites. “No siempre es posible eliminar los miedos, pero sí reconciliarnos con ellos, entender que cumplieron una misión y que hay amenazas que ese miedo ve que son reales, pero también hay otras irreales”, agrega.

Así, evitamos también traspasarle esos miedos a nuestras hijas e hijos. “Las niñas y niños necesitan una base segura, una madre o una figura de apego que esté lo más regulada posible para que sepan que pueden recurrir a ella cuando lo necesiten. Entonces las madres asustadizas o que todo el tiempo están en modo alerta, no transmiten esa seguridad que la niña o niño necesita para explorar el mundo, lo que en exceso puede ser perjudicial para los vínculos que van creando. En ese sentido es importante regularlos, para que no invadan la experiencia de la maternidad”, concluye.

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