Nuestras lectoras preguntan: ¿Por qué tengo pensamientos fatalistas desde que soy mamá?
Los vínculos profundos e íntimos, como los de pareja o con los hijos, nos sitúan en un espacio nuevo y vulnerable que puede activar miedos y pensamientos que no teníamos idea que existían dentro de nosotros. La mayoría de las veces están dentro de un margen normal y esperado, pero en muchas ocasiones pueden obstaculizar la vida, generando angustia y ansiedad.
LA PREGUNTA:
Desde que nació mi hija, tengo pensamientos fatalistas irracionales que se agudizan en función de si estoy más o menos ansiosa. ¿Qué es lo que me pasa y cómo puedo aliviar mi mente de estas preocupaciones?
Francisca, 39 años.
LA RESPUESTA:
La crianza, convertirse en mamá o papá, o tan solo pensar en serlo activa nuestra historia personal y en consecuencia nuestra experiencia de vida respecto a las formas de estar con otro. “Hay un concepto, los ‘fantasmas de la cuna o de la guardería’, que se deriva de cuando tenemos dolores o experiencias no del todo saludables, de las que muchas veces ni siquiera estamos conscientes y que están asociadas a miedos y sensaciones de que vamos a herir a nuestros hijos y que no podremos ser lo suficientemente adultos para cuidar a otro ser humano”, explica el psicólogo clínico y co-fundador de Fundación América por la Infancia, Álvaro Pallamares (@pallamares).
“Hace mucho tiempo que sabemos que la maternidad y paternidad activan los miedos de las personas. Cuántos miedos, qué tan profundos y catastróficos son, dependerá de la cualidad del árbol genealógico y los tratos que se han dado. Mientras el árbol esté más torcido, los fantasmas pueden ser más oscuros”, agrega el profesional.
Los fantasmas de guardería
Cuando una persona se convierte en madre o padre por primera vez, tendrá su primera experiencia al encontrarse con estos pensamientos terribles que antes no tenía. “No tiene que ver con el género, tanto a hombres y mujeres les pasa por igual, solo que por lo general son estas últimas las que más se involucran en la crianza. La crianza y las relaciones de pareja son un gatillante para que tus temores vinculares surjan. Esto dependerá de la historia relacional de una madre con las figuras que tuvieron ese primer espacio de satisfacer las necesidades de cuando ella era niña. Y ahora la madre quiere hacerlo con su propia hija”, aclara Pallamares.
“Cuando hay maltrato y existen estos fantasmas de guardería, es más probable que la ansiedad pueda ser invalidante o inmovilizante. Es aquí cuando las redes, la psicoterapia, la escucha, el apoyo, la pareja y la familia son tan relevantes. Hay veces que venimos con tantas dificultades, que la mochila es muy pesada para levantarla por nuestra cuenta y necesitamos ayuda de la sociedad. Recomiendo fono infancia (800 200 818, www.fonoinfancia.cl,) un servicio gratuito excelente que existe en Chile y que da la posibilidad de recibir ayuda para la crianza. El apoyo y la red son muy importantes en esos momentos y hay que entender que no es necesario luchar sola con esa ansiedad.”, complementa el psicólogo.
Señales de alerta
Es natural que durante el embarazo y tras el nacimiento de un hijo existan pensamientos alarmantes y se reflexione sobre lo que puede salir mal. En general, mientras más fuerte sea el vínculo, mayor sensibilidad va a surgir y hay más espacios que posibilitan el surgimiento de temores. Para iluminar estos espacios ansiosos y evitar que nos consuman, se requiere de espacios psicoterapéuticos para desglosar e identificar esos miedos y su origen.
“Según cómo se haya experimentado el apego, hay situaciones que se van a vivir como un triunfo o como abandono. Hay una capacidad que se llama mentalización, es decir, cómo yo atribuyo estados mentales en mí y a otros. Cuando tenemos estos pensamientos catastróficos, probablemente tengamos experiencias de abandono, separación y pérdida que nos llevan a anticiparnos a lo que pueda salir mal. Estos pensamientos dependen más de la historia de la persona que de lo que vive. La cantidad y calidad del pensamiento nos indicará cuándo hay una alerta. Si es muy frecuente y terrible, nos avisa que necesitamos ayuda profesional”, recomienda Álvaro Pallamares.
“Sería maravilloso que la gente pudiera tener espacios terapéuticos antes de convertirse en padres, pero siendo realistas, quienes logran eso constituyen apenas una fracción de la sociedad. Por eso una vez que estamos en el camino, es fundamental tener la entereza, lucidez y valor de pedir ayuda y asumir en qué parte del cerro mental nos encontramos. No existen las soluciones fáciles, cuando enfrentamos la historia que nos duele, es cuando empieza la cura”, dice.
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