LA PREGUNTA:

Mi segundo hijo acaba de cumplir un año y me siento súper extraña. Por una parte, tengo mucha más experiencia, me siento más empoderada, me sé manejar mejor en todo aspecto, pero ese relajo a la vez me genera mucha culpa, porque todo lo que tiene este hijo es heredado, no estoy sacando fotos de cada segundo, no voy tanto al pediatra como con mi primera hija. Es contradictorio, sé que el aprendizaje del anterior me ha ayudado a este momento, pero a la vez siento que tengo abandonado a mi chiquitito respecto de lo que viví con mi primera hija.

Camila, 39 años.

LA RESPUESTA:

“La llegada de un segundo hijo efectivamente es distinta a la del primero. Con el primero, hay tantas expectativas, aprensiones y cosas que uno quiere poner en práctica, que trata de hacer todo al pie de la letra y con la máxima exigencia. Uno se altera mucho más y se frustra también. El primogénito es un ensayo y error de todo, entonces obvio que quieres sacar fotos de cada momento y etc. Cuando llega el segundo hijo, uno ya tiene una experiencia previa y, por lo tanto, baja un poquito la guardia y surge esa culpa que dice ella donde se cuestiona si le está prestando la suficiente atención y si este hijo lo está sintiendo o no. En el fondo, lo que está haciendo esta mamá es llevar la maternidad más relajada y poniendo en práctica lo que resultó y no resultó, lo que la lleva a tener un vínculo distinto con el segundo hijo”, explica la psicóloga infanto juvenil, María José Cuellar (@ps.mariajosecuellar).

Crianza más flexible

La experiencia anterior de crianza provoca que lo que antes era una preocupación hoy pueda no serlo, y en ese sentido, se flexibiliza la crianza con la llegada del segundo hijo. “El primero tiene todas las expectativas, atención y sobre atención. Con el segundo hijo existen más herramientas y estrategias y los niños se crían desde una lugar más flexible y menos sobreprotector. Si bien ella siente esta culpa que es importante, mirándolo dese otra perspectiva, ella cuenta con nuevas herramientas porque está más madura y comprensiva, ya tiene claro el ensayo y error”, argumenta la psicóloga.

En ese sentido, el sentimiento de despreocupación que expresa la lectora no es tan así, más bien se trata de que existe mayor flexibilidad y apertura, pues ya sabe qué hacer. “Ya sabes a qué prestarle más o menos atención con el segundo hijo y puedes identificar a qué batalles darle importancia y a cuáles no. Ahí puede surgir esta culpa y la duda de si acaso será una despreocupada, pero en el fondo está siendo más práctica, porque en la medida que va a habiendo más hijos, los tiempos también se dividen más y eso implica dividirse en las rutinas, el trabajo, etc.”, agrega María José.

Todos los niños son distintos

Así como cambia la crianza de un hijo al siguiente, también hay que considerar que cada persona es diferente y un hijo no es igual a otro. Desde ahí las necesidades también serán distintas. “Es importante fijarse en las necesidades que tiene el niño, porque no todos son iguales. Quizás a este segundo hijo le acomoda que su mamá sea más práctica y si el niño se siente feliz y no ha manifestado sobre dependencia, o es un niño que llora mucho o es muy mañoso, es un niño que está bien y está desarrollando el apego y el vínculo de manera correcta. Entonces que ella sea un poco más relajada no tiene nada de malo”, concluye Cuellar.