Nuestras lectoras preguntan: Volví a la casa de mis papás a los 45 años

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Independizarnos de la casa de los padres es un paso importante, representa tomar la vida con adultez y vivir en nuestros propios términos. Sin embargo, la vida a veces da un revés y toca volver al nido estando ‘hechos y derechos’. Enfrentarse a las viejas rutinas, formas y modelos puede revivir algunas heridas, sumadas a la frustración de sentir que se ha retrocedido. Ver esta etapa con ojos más compasivos hará el proceso más llevadero y permitirá conectar con la gratitud de tener apoyo en tiempos difíciles.




LA PREGUNTA:

A mis 45 años me tuve que reinventar por un mal pasar económico que me llevó a volver a la casa de mis padres. Emocionalmente ha sido súper fuerte, porque me ha significado volver a enfrentar aspectos que me molestan y a la vez a sentirme súper controlada por ellos respecto de lo que hago, la hora que llego, etc. Sé que lo hacen con buena intención y les agradezco su ayuda en este momento en el que no estoy bien y me estoy rearmando, pero me pregunto cómo podría llevar mejor este periodo, que hasta ahora está resultando muy agobiante.

Gabriela, 45 años

LA RESPUESTA:

Cuando las cosas no salen como esperábamos y peor aún, nos enfrentamos a pérdidas, es natural experimentar la sensación de fracaso. Desde ese lugar es importante vivir los duelos que implican algunos procesos de cambio. “Ella había logrado su independencia y de un momento a otro perdió todo lo que había conseguido y se ha vuelto a sentir ‘chica’. En estos duelos uno siente rabia, pena y mientras se asimila, se van pasando por todos los estados. Después van apareciendo distintas estrategias para ir superando lo que ocurrió. Es bueno tomar esto como un aprendizaje, aunque al principio no se ve así”, considera la psicóloga María José Cuellar (@ps.mariajosecuellar).

Marcar límites con amor

Dentro de este proceso de asimilación y aceptación, lo que en un principio parece un fracaso, después se transforma en un aprendizaje y se logra rescatar ciertas cosas. Pasa mucho que cuando uno vuelve a la casa de los papás ya grande, con sus propias estructuras, tiempos y dinámicas, ocurre un conflicto porque te vuelves a integrar a las reglas de la casa de tus padres, pero tú ya has crecido. Si esto ya está ocurriendo, como comenta la lectora, y hay conflicto con las horas, o si almuerzas o no en la casa, va a ser necesario marcar ciertos límites con mucho respeto. Puedes conversar con ellos desde el agradecimiento y contarles que te manejas de otra forma, por ejemplo, que muchas veces no podrás almorzar en la casa o llegarás más tarde por a, b, o c; y decirles que eres responsable y puedes manejar tu vida”, recomienda la especialista.

Por su parte, también hay que tener en cuenta a los padres. Ellos ya tienen sus rutinas y en muchas ocasiones enfrentaron la crisis del nido vacío, por lo que es posible que caigan en acciones sobreprotectoras ahora que vuelven a preocuparse de un hijo. “Es importante marcar y conversar los límites, porque en el caso de la lectora, ella ya está viviendo una crisis y un proceso de cambio, y no exteriorizar lo que está sintiendo podría hacerla entrar en un estado más angustioso”, agrega.

Respetar los tiempos

Ante una crisis lo único que queremos es que se termine rápido, pero acelerarse muchas veces es peor. “Es importante respetar los tiempos. Y en ese sentido, si recién está llegada donde los papás, lo recomendable es no ponerse fechas o plazos tan rápidamente. Primero centrarse en estar bien uno y luego salir adelante y volver a estabilizarse económicamente. Una vez que eso ha ocurrido se puede establecer un plazo para irse. Pero si la persona está sintiendo que vive un fracaso, es mejor no acelerar, y en cambio, detenerse un poco e ir resolviendo paso a paso las cosas que están pasando para poder prepararse y organizar la salida”, sugiere la especialista.

En momentos difíciles es importante y necesario mantener los pies en la tierra y “no pensar desde la fantasía, decir ‘de aquí a dos meses me voy, porque puede no ocurrir y aumentar la frustración. Es mejor pensar: ‘me quedo aquí, me calmo, marco los límites que necesito’. Se puede aprovechar que dentro de todo está contenida y con personas que la están acompañando. Desde esa base, es posible resolver los conflictos hasta llegar a cumplir los objetivos, que en este caso podría ser recuperar la independencia”, concluye María José.

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