Nuevos colegios fuera de la ciudad
Aunque la pandemia causó estragos en la sociedad, una de las pocas cosas buenas que dejó a su paso, fue la valoración de la vida fuera de la ciudad. De hecho, sólo en 2020, 381.000 santiaguinos abandonaron la capital. Esta migración dejó en evidencia los efectos de la centralización: la escasa oferta educacional que existe en las zonas rurales. Pero a problemas, soluciones. Así lo pensaron algunas familias que de a poco y asesorándose con expertos, crearon nuevos proyectos educacionales, modelos que distan del tradicional y en los que la conexión con la naturaleza, y la gestión e identificación de las emociones, son protagonistas.
La pandemia puso en jaque al mundo completo. El Covid vino a poner en duda todo aquello que dábamos por sentado. Con el encierro, la vida capitalina –y todo lo que ella implica- fue una de las tantas cosas que comenzaron a perder sentido.
Solo en 2020, según un estudio realizado por la Universidad del desarrollo, Telefónica y Cisco, 381.000 santiaguinos abandonaron la capital. Lugares como Pucón, Puerto Varas o el litoral central ofrecían eso que todos buscaban: una vida más tranquila y consciente.
Cuando llegaron a sus nuevos hogares, los capitalinos vivieron en carne propia uno de los los efectos de la centralización: la escasa oferta educacional. Pero a problemas, soluciones: si no había colegios, ¿por qué no crear nuevos?
Los proyectos educativos –que hoy ya son una realidad– no son solo el primer paso para descentralizar el país, sino que, además, sustentados en la neurociencia, proponen modelos que distan del tradicional.
Conexión con la naturaleza, gestión e identificación de las emociones, y mirar al alumno como el principal gestor de su aprendizaje, son sólo algunas de las características que aquellos proyectos educativos comparten entre sí. Aquí algunos de ellos.
Green Valley – Casablanca
“Si quieres que te devuelva a tu hijo limpio, este no es el colegio indicado para ti”. Así comienzan las entrevistas de admisión para Green Valley, el colegio de Casablanca que abrió sus puertas en marzo de este año.
Las fundadoras –Javiera Soto, Daniela Cogwel, María José Sánchez y María Ignacia Montti– escaparon de Santiago durante la pandemia en busca de una vida más tranquila, pero al llegar a Casablanca, se percataron de que las opciones educativas de la comuna eran escasas. “Nos pesó muy fuerte que Chile sea un país tan centralizado”, recuerda María José.
Un miércoles a las nueve de la mañana, con café y cigarro en mano, las cuatro mujeres decidieron crear ellas mismas el colegio de sus sueños. No estaban dispuestas a sacrificar ni calidad de vida ni educación. Y así, en menos de un año, formaron Green Valley.
“No nos hace sentido que un niño de seis años esté sentado nueve horas en un escritorio”, dice María José. “Ahora sabemos mucho sobre neurociencia, teorías del apego, y la importancia del entorno natural (…) Y entender cómo funciona del cerebro de un niño te permite adecuar las clases a sus necesidades”
Por eso, el colegio de Casablanca incorpora metodologías modernas, activas y participativas centradas en el juego, teniendo siempre en cuenta la educación emocional de los niños. “Para nosotros la excelencia académica es el desde”, dice Daniela. “Más allá de eso, queremos formar personas integrales. Los niños son los líderes del futuro”.
Green Valley está trabajando en su proyecto de infraestructura definitiva, y ya hay 35 niños matriculados para el 2024. “Probablemente no somos para todas las familias, ni ellos para nosotros”, dice Javiera. “Pero queremos ser una alternativa más para que las personas tengan la libertad de elegir, así como lo pueden hacer en Santiago”.
La Redonda – Puerto Octay
Romper los límites del salón. Ese es el lema de La Redonda, el nuevo colegio Montessori ubicado en Puerto Octay. “El aprendizaje no tiene fronteras”, afirma Magdalena Ibáñez, una de sus fundadoras.
Con ganas de alejarse del mundo educativo tradicional en el que trabajaba, e inspirada por modelos extranjeros, en 2021 Magdalena comenzó a soñar con el proyecto educativo que, con la ayuda de Pablo Salinas y Natalia Casas, logró concretar este año. “Los tres habíamos pasado por organizaciones con modelos tradicionales, y todo estaba súper orientado meramente a lo académico (…) Eso fue lo que me hizo alejarme del mundo educativo. El modelo tradicional tal cual está ya no se sostiene, es una locura”.
La Redonda, a través de la metodología Montessori, le da un importante énfasis al desarrollo de la autonomía de los alumnos. “Ellos mismos se distribuyen las tareas, como lavar los platos, ordenar, regar las plantas, o llevar el compost a los gusanos”, detalla Magdalena.
Otro foco importante del establecimiento es el desarrollo del espíritu explorador de los niños. Por eso, los estudiantes pasean por la costanera de Puerto Octay, usan la biblioteca del pueblo, y todos los viernes disfrutan de paseos a los alrededores de la zona. “Nuestro sueño siempre fue usar el entorno, y Puerto Octay te lo permite”.
En su primer año de funcionamiento La Redonda contó con 17 niños, y esperan seguir creciendo. “Estamos apostando a que el colegio va a traer gente nueva”, dice Francisca. “Sabemos que hay papás que le temen mucho a estos proyectos ‘alternativos’, aunque la metodología Montessori es muy antigua (…) Pero al final lo importante, y lo que buscamos, es que los niños se sientan conectados consigo mismos”.
Colegio Huelemu – Pucón
La pandemia fue el gatillante para que Agustina Ceccarelli decidiera irse a vivir a Pucón. “Nunca dimensioné que podía ser un problema el no encontrar un colegio que me hiciera sentido para mi hijo”, dice. Por su propia experiencia, y a pedido de los vecinos que anhelaban con todas sus fuerzas más establecimientos educacionales, Agustina decidió –junto a Daniela Ebensperger, Pablo Lima y Felipe González– fundar el colegio Huelemu.
Cada uno de ellos se había desarrollado profesionalmente en el rubro de la educación, pero esta vez lo quisieron hacer de manera diferente. Si bien están alineados a los programas del Ministerio, intentan cambiar las metodologías a unas más activas, donde el estudiante sea el actor principal. “Queremos que los estudiantes se cuestionen las cosas e investiguen en base a problemas reales o necesidades locales”.
A fin de cuentas, Huelemu trabaja por formar a personas integrales que, además de alcanzar la excelencia académica, sepan gestionar a identificar sus emociones. “La pandemia vino un poco a evidenciar cuán al debe estamos en salud mental, y cuán importante es”, dice Agustina.
Para el 2024 Huelemu ya tiene 63 estudiantes matriculados. “Hay muchas familias que están llegando a Pucón, y ha sido muy lindo ser esa oportunidad que tanto estaban esperando para venir a vivir una vida más tranquila”, dice Agustina. “Ha sido desafiante, porque no les queremos fallar. Hay mucho deseo de que esto prospere, y sabemos que Pucón lo necesita”.
Colegio Ruka del Mar - Puchuncaví
La argentina Ana Grinner ha dedicado gran parte de su vida profesional a la educación. Hasta antes de la pandemia su tarea era, según sus palabras, asesorar y capacitar a los colegios para que se “despeinaran” y encontraran una manera amorosa de educar.
En uno de los tantos días de encierro –y con sus cinco hijos pegados a una pantalla- su marido la miró y le dijo: “No entiendo. Vos capacitás colegios para que salgan del sistema, y nuestros hijos van a colegios tradicionales”. Desde ese momento, Ana tomó cartas en el asunto.
Comenzó a viajar todos los días desde Concón, donde vivía, hasta Puchuncaví. Ahí reunía a chicos que durante la mañana se conectaban a clases, y por las tardes sociabilizaban. “Quería recuperar eso que tanto se perdió con la pandemia, la sociabilización”.
Y así es como, poco a poco, Ana comenzó a gestar su propio proyecto educativo ubicado en Puchuncaví: Ruka del Mar. “Quería formar una escuela en donde se tomara en cuenta todo lo que el Ministerio dice que hay que enseñar, pero cambiando la manera en que eso se lleva a las aulas”, dice.
Ruka del Mar pone en el centro el juego y la naturaleza, y mira a los estudiantes como los principales gestores de su aprendizaje. La escuela se basa en el socio constructivismo; un espacio en el que los estudiantes construyen sus aprendizajes a través de la acción y el trabajo en equipo. “Es muy lindo ver cómo cada niño respeta el proceso del otro”, dice Ana. “Acá no integramos a nadie, porque no se necesita integrar cuando uno entiende que todos somos diferentes. Acá hay lugar para todos”.
Y aunque el proyecto tiene como base los programas ministeriales, dista mucho de ser un colegio tradicional. Los alumnos se dividen en salas multigrados, no existen los castigos, el horario de entrada a clases es flexible, y estar sin zapatos es costumbre.
Un sistema revolucionario trae consigo críticas, y Ruka del Mar no es la excepción. “Se dice mucho que este tipo de colegios no tienen límites, y en realidad es divertido porque somos súper cuadrados. Para poder tener una escuela tan libre hay que tener estructuras internas firmes, sino se te va de las manos”. dice Ana. “Los niños hacen lo que quieren dentro de los límites que nosotros ponemos. Acá no hay libertinaje, acá hay libertad”.
Colegio Explora – Puerto Varas
Cuando Macarena Tolosa llegó a Puerto Varas, la escuela Reggio Explora fue el único lugar que recibió a su hijo, quien presenta dificultades de lenguaje y motricidad. “Fue el único lugar que vio a Santi como un alumno, no como un problema”, dice.
Cuando llegó el Covid, una de las tantas cosas que se llevó, fue aquella escuela. “Como familia quedamos vacíos”, recuerda. Es por eso que Macarena la propuso a Nancy Paredes, la dueña del lugar, crear nuevo proyecto: el colegio Explora Puerto Varas. Es así como en 2022 se abrió Explora, un colegio basado principalmente en la filosofía Reggio Emilia. “Esa filosofía es respetuosa con los niños y los pone a ellos en el centro del aprendizaje”.
Desde Explora prefieren no ponerse etiquetas. “No somos un colegio tradicional, tampoco uno alternativo”, dice Macarena. “Explora pretende ser un lugar en el que –basado en lo que dice el Ministerio– destaque por la forma en la que entrega la información, por el respeto al ritmo de los niños, y como un lugar que deja de lado la competencia (…) No pretendemos entrar en ningún ranking que mida logros de competencia, muy por el contrario, queremos valorar a los niños por su aporte desde la diferencia de cada uno”.
Colegio Humboldt – Matanzas
Si no fuese por la pandemia, quizás Lucía Buttazzoni nunca hubiese ido a probar suerte a Matanzas. “Solo me vine por un tiempo. Tenía toda mi vida en Santiago, tenía otro sistema”, recuerda. “Pero me di cuenta de que aquí mis hijos eran infinitamente más felices”.
Aunque tenía intenciones de quedarse definitivamente, la escasa oferta educacional no se lo permitía. “¿Y si entonces creamos un colegio?”, pensó. Dicho y hecho. El 11 de septiembre Lucía, Rosario Valenzuela, y Fernanda Witt, con sus respectivos maridos, comenzaron a gestar un proyecto que, a principios de 2022, vio la luz: el colegio Humboldt. “El proyecto educativo tiene como objetivo crear niños conscientes”, dice Lucía. “Queremos ir criando el adulto de mañana con niños que estén felices hoy”.
El establecimiento promueve una educación integral que considere el desarrollo socioemocional, práctico e intelectual. Es por eso que pone especial énfasis al inglés, las ciencias, tecnologías y artes, el deporte y la naturaleza, la espiritualidad y la familia. “La educación, como está organizada en Chile, no está solucionando esa necesidad de poder criar niños conectados con ellos mismos, con los otros seres humanos y con la naturaleza”, dice Lucía. “Los colegios no estaban siendo capaces de conectar con lo ellos realmente necesitaban”.
Otro de los grandes pilares de Humboldt, según las fundadoras, es trabajar por el cambio social. Humboldt tiene un programa de integración financiado por las mismas familias del colegio, por lo que el 18% de los estudiantes son becados. “No se puede seguir educando a las elites con muchísima calidad y dejar a todo el resto abandonado (…) Estamos trabajando en equiparar la cancha”, agrega Lucía.
Vivir en carne propia los efectos de la centralización caló hondo en las fundadoras. “Queremos hacer replicables nuestros aprendizajes de manera que podamos expandirlo a nivel nacional (..) Queremos que las personas tengan la posibilidad de vivir fuera de las grandes ciudades, dice Rosario. “Lo que la gente no quiere hipotecar es la educación de sus niños por tener un estilo de vida más tranquilo, y nosotros vinimos a entregar esa solución”, agrega Lucía.
Drake School - Algarrobo
Ubicado en Algarrobo, Drake School funciona desde el 2021. Sus fundadores –Catalina Otero y José Ignacio Dougnac– lo crearon pensando en aquellas familias que buscaban una educación bilingüe de excelencia, pero sin la necesidad de vivir en las grandes ciudades del país. De hecho, su plan de estudios está desarrollado de acuerdo al programa educativo Cambridge Pathway, de dicha casa de estudios.
“Lo que buscamos en Drake School es entregar educación de excelencia académica y 100% en inglés, con un enfoque formativo integral que pone énfasis en el concepto de wellbeing, en la ética y en valores universales, pensando en familias que han tomado la decisión de vivir fuera de Santiago o de las principales ciudades cercanas a la capital. Contamos con destacados académicos y un equipo deportivo que entrega la oportunidad a todos nuestros estudiantes de desarrollar su máximo potencial físico, cognitivo y emocional”, dice Catalina Otero, Presidenta Fundación Drake.
Otro de sus sellos es el deporte, un complemento fundamental a su programa. Gracias a su infraestructura, Drake School ofrece clases de deportes todos los días, incluyendo hockey, rugby, tenis y fútbol, los que también se imparten en inglés. Hoy los cursos parten desde prekinder hasta 4° básico, incluido, aunque la idea es ir avanzando hasta llegar a 4º medio.
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