Nuevos comienzos
Producción Jazmín Cortés y Dominga Sivori / Fotos Nacho Rojas / Asistentes de fotografía Patricio Miranda y Leslye Rubio / Maquillaje y pelo Josefa Inostroza / Asistente de maquillaje Francisca Mellado
Es jueves y el cerro San Cristóbal recibe los primeros rayos de sol. Aunque es invierno y la temperatura no supera los 16 grados, el cielo está de un intenso celeste. En diferentes horarios van llegando Camila González (26), Loreto Rivera (65), Carolina Godoy (41), Galit Meyer (30) y Alondra Baeza (47). No se conocen, a excepción de Loreto y Galit, las dos bailarinas, que cuando se ven recuerdan haber compartido alguna clase hace años. Es mientras se maquillan y se prueban la ropa que logran -dentro del movimiento que conlleva una sesión de fotos- conversar entre ellas.
"¿Está la Cami por ahí? Quiero saber cómo lo hace con sus rulos", dice Carolina, quien hace tres semanas dejó de alisárselos. "Estoy tratando de asumir quién soy", asegura. Camila se acerca con un look que confiesa haberle copiado a la Whitney Houston de los noventa. Si hay alguien que sabe sobre ese tema, es ella. Las dos comparten anécdotas de cómo han logrado controlar sus rebeldes cabezas. Camila, que es periodista y trabaja a cargo de las comunicaciones de un festival de música, también se propuso aceptarse a sí misma. "Cuando chica me sentía superexcluida porque en los medios me encontraba con mujeres muy diferentes a mí. Sé que mi apariencia se aleja de los estándares de belleza tradicionales, pero he aprendido que todas mis características me hacen ser única. No me gusta la idea de tener que cambiar para calzar en un patrón".
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Camila: Vestido Qüina, $130.000[/caption]
Carolina se describe como muy tímida, pero con un gran talento para disimularlo. Habla fuerte, se ríe con facilidad y no tiene problemas para sociabilizar. Ella es la creadora de la exitosa heladería El Toldo Azul y, aunque pareciera que emprender es terreno de valientes, asegura lo contrario. "Le tengo miedo a todo, en especial a los aviones, pero no sé por qué no a abrir mi propio negocio. Quizás porque crecí con el ejemplo de mi papá que partió a Bélgica el '71 y se las arregló como pudo para sobrevivir. Él se propone algo y lo cumple". Además de emprendedora, Carolina es mamá de dos niñitas y, como muchas otras madres trabajadoras, tuvo que lidiar con la culpa de no poder estar todo el tiempo con ellas. "Cuando eran guaguas yo tenía una marca de ropa y casi todos los días salía llorando de la casa. Me sentía mal por perderme su cotidianidad. Pero el tiempo hace que uno supere las cosas".
Alondra, que es una de las 158 conductoras mujeres de un total de más de mil trabajadores del Metro de Santiago, cuenta que carga con una historia similar. Apenas salió del colegio se puso a trabajar en una tienda y desde entonces que no ha parado. Su padre, a quien admira, le enseñó que había que esforzarse por conseguir las cosas. "Él era extremadamente trabajador e hizo lo posible para traspasarnos sus valores a mí y a mis tres hermanas. Nos preparó para enfrentar la vida tal como es", dice. Y no le tocó una fácil. Cuando sus dos primeros hijos tenían siete y tres años, su pareja los abandonó y tuvo que hacerse cargo. "Criar sola es difícil. Por suerte una vecina me ayudó con los niños, pero igual a ratos sentía que no estaba cumpliendo como mamá. Creo que recién ahora estoy disfrutando una maternidad sin culpas".
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Carolina: Blazer Qüina, $315.000 Suéters Nostalgic, $14.990[/caption]
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Loreto: Vestido Mango, $34.990[/caption]
Alondra cuenta que hace 12 años entra a las cinco de la mañana al trabajo, y que 20 minutos después está haciendo el primer recorrido del tren. Atrás de ella está Loreto Rivera escuchando atentamente. "¿Y a qué hora sales de tu casa?", le pregunta. "A las 4:30", responde Alondra. Aunque Loreto parece sorprendida con la respuesta, ella también ha tenido una vida intensa ya que a los 5 años inició su formación como bailarina, pasión que logró compatibilizar con sus estudios universitarios. "Siempre he sido muy activa, pero con el nacimiento de mis dos nietos bajé el ritmo. Fue una coincidencia. Sabía que tenía que parar en algún minuto y la llegada de ellos me hizo parcelar mi tiempo", explica. A sus 18 años ingresó a estudiar literatura; sin embargo, lo que realmente le apasionaba era la danza. "Estaba en un dilema constante, y producto de esa inquietud hice una terapia en la que aprendí a enfocar mi vida desde mi ser. Decidí terminar mi carrera, pero también perfeccionar mi pasión". Actualmente imparte clases de ballet infantil con una parte importante de improvisación. "Mis alumnas crean sus propios personajes y yo construyo un cuento en base a eso. Les traspaso seguridad en sí mismas. Todo esto influye en que se conecten con ellas mismas, porque tienen que aprender a tomar decisiones".
Galit dice haber estado al debe en eso. También es bailarina y a los 19 años se lesionó la cadera. No se hizo cargo, agarró sus maletas y partió a Israel a estudiar nuevas técnicas de danza. "Quería darlo todo. Me sobreexigí tanto que en un punto no pude más. Si hubiese estado más conectada conmigo, hoy no tendría esta lesión", comenta. Tras asumir que no podría bailar, por un tiempo estuvo sin saber qué hacer. "Se me había apagado la pasión. Fui a terapia y me sané a través del yoga. Así descubrí otras formas de aproximarme a mi cuerpo". Se reinventó, fue profesora de esa disciplina y paralelamente estudió kinesiología. Hoy ejerce su tres pasiones e intenta combinarlas. No mira el pasado con arrepentimiento porque cree que está lleno de lecciones. "Me sentía incómoda con mi cuerpo y probablemente la lesión me salvó de eso", dice. La inseguridad sobre el físico se repite, y Camila es consciente de ello. Su mundo ideal es uno en el que las mujeres abrazan sus cuerpos, los admiran. Uno en el que importa mucho más la opinión que la apariencia; donde miles de mujeres, comunes y corrientes, pueden hacer lo que está viviendo ella ahora. "Si mi yo de niña se hubiese encontrado en una revista con mi yo de ahora haciendo una moda con ropa tan linda, quizás mi camino de aceptación hubiese sido más expedito", asegura. "Pensar que nuestra presencia en estas páginas puede generar esa identificación y transformación en la vida de otras mujeres me hace sentir profundamente orgullosa".
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Galit: Traje seda Guido vera, $100.000 Alondra: Chaquetón terciopelo Guido Vera, $220.000 Pantalón terciopelo Guido Vera, $110.000[/caption]
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Galit: Traje seda Guido Vera, $100.000 Chaquetón terciopelo Guido Vera, $220.000[/caption]
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Pantalón Zara, $35.990 Vestido Lineatre, $62.900 Zapatos Nine West, $19.900 Espejo Faz la Mare, $140.000[/caption]
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Alondra: Vestido Lineatre, $62.900[/caption]
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