Para los hombres, ¿nuestro atractivo sigue siendo ante todo el físico?

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El atractivo físico



“A las mujeres hay que quererlas, no entenderlas”, decían en los noventas cuando se referían al hecho de que las mujeres no son seres racionales y lógicos, sino que más bien impredecibles e ilógicos. Que hay que quererlas porque son lindas y ése, es su único valor, el físico, silenciando sus ideas y argumentos. Si bien los tiempos han cambiado de la mano del movimiento feminista, según aseguran las expertas, esta es una realidad que hoy existe y es palpable en las viejas, pero también en las nuevas generaciones. ¿Qué tan vigente sigue siendo que nuestro valor está en el físico?

Este tipo de dinámica machista se da en muchas áreas de nuestras vidas, pero cuando se trata del amor, el costo lo pagamos nosotras, las mujeres. Lo pagamos comparándonos, compitiendo y trabajando en algo que, según la socióloga Francisca Valenzuela, no es lo más importante. Hace unas semanas, Valenzuela lanzó su primer libro “Maldito Amor”, donde detalla cómo opera esta forma de ver a las mujeres. “Muchos, desafortunadamente, se toman de forma literal estas nociones de cómo debiese ser una relación, y por lo mismo buscan el atractivo físico por sobre otras cualidades en las mujeres. Pero mientras a ellos les enseñan a homenajear nuestra belleza física, a nosotras nos refuerzan amar de los hombres su inteligencia, talento, grandeza, experiencia y sabiduría. Nos enseñan el amor desde la idolatría hacia ellos. Quizás alguien discrepa con lo que estoy exponiendo aquí, pero he tenido que ver y escuchar demasiadas veces a personas felicitando a hombres por tener una pareja ‘linda’, como si la hermosura fuera un triunfo, un trofeo”, propone en el libro.

Parece anticuado, noventero y muy por sobre lo que las mujeres decimos estar dispuestas a aceptar, en una época donde el feminismo nos ha hecho reflexionar sobre las construcciones sociales, los estereotipos de género y sobre cómo merecemos que nos traten. Pero no, sigue ocurriendo. Para Martina Yopo, socióloga y directora del Observatorio de Desigualdades de la Universidad Diego Portales (UDP), estos estereotipos siguen estando vigentes “porque están arraigados en construcciones culturales sobre el género y las diferencias entre hombres y mujeres, pero han ido perdiendo fuerza como consecuencia de los avances en equidad de género como, por ejemplo, la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral y en posiciones de poder en la sociedad”. Avances que le atribuye al movimiento feminista: “ha cumplido un rol muy importante en instalar una reflexión crítica sobre las normas de género en la sociedad, contribuyendo a derribar estereotipos asociados a lo que es ser hombre y ser mujer”, dice.

La imagen de la mujer deseable o “querible”

Muchas de nosotras hemos trabajado en derribar construcciones sociales con las que crecimos a partir de esta reflexión. Sin embargo, estas mismas construcciones siguen siendo exigencias que la sociedad nos impone. Lo vemos en los estándares de belleza inalcanzables y en los modelos de mujer deseable y “querible” que nos muestran las redes sociales, explica Francisca. Modelos que nos hacen creer que, si no nos vemos de esa manera, no valemos. “Es brutal cómo esto permea en la autopercepción física de las mujeres porque te hacen sentir como que, si no cumples con los estándares, también te alejas de la posibilidad de ser amada como te gustaría”, comenta.

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Pasan los años y se repite la dinámica, incluso en las nuevas generaciones. ¿Por qué? La directora del Observatorio de Desigualdades de la Universidad Diego Portales (UDP) dice que tiene que ver con que el género sigue siendo uno de los principales ejes de estructuración social y cumple un rol muy importante en definir nuestras identidades, roles, estilos de vida. “Esto incide también en que a través de la socialización aprendemos que el valor de hombres y mujeres en la sociedad está determinado por aspectos distintos como, por ejemplo, que en ellos tienda a valorarse más la inteligencia y en ellas más la belleza”, dice. Agregado a esto, Valenzuela dice que a veces esto no tiene que ver con la educación formal que reciben niños y niñas en las escuelas o en sus casas, sino que con la educación digital que ofrecen las redes sociales, donde “se le da un valor desproporcionado a lo físico y lo externo y refuerza los estereotipos de belleza inalcanzable en las niñas y adolescentes, que se ve reflejado en el plano amoroso y sexoafectivo”.

Nuevas dinámicas en redes sociales

Hoy podemos ver ejemplos modernos de esta dinámica. Analizando el comportamiento de las nuevas generaciones en las redes sociales, la socióloga Francisca Valenzuela comenta que se encontró con dos tendencias. La primera fue la frase “si tu novio no te presume, sal de ahí”, que se viralizó en distintos formatos, pero con el mismo trasfondo: “esto es algo externo, es cómo te ves, qué tan linda a él le pareces y eso es lo que está mostrando en las redes sociales. Porque allí no se demuestra tu mundo interior, ni las otras cualidades de una persona, sino que se reduce hacia lo físico, de cómo ella se ve”, dice.

La segunda refiere a la popularización de revisar cómo es la ex de la pareja actual, comparándose en torno a lo físico y a la apariencia, “como si ahí residiera nuestro principal valor al relacionarnos con una persona”, dice la autora de “Maldito Amor”, quien además cuenta que muchas seguidoras le escriben por Instagram –donde ella publica reflexiones respecto al amor romántico y relaciones– para contarle que no pueden evitar compararse con la ex de su pareja y que la comparación que realizan no siempre tiene que ver con lo que ella es, sino en cómo se ve. “Nosotras mismas interiorizamos la idea de que el componente físico es demasiado determinante y se transforma en uno de nuestros principales espacios de comparación entre mujeres, lo que es muy nocivo porque todas recibimos esta educación basada en la inseguridad y probablemente esas mismas mujeres con las que te estás comparando, manejan esas mismas inseguridades que tú, esos mismos dolores”, asegura.

Esta perspectiva es nociva para las mujeres porque permea en su autopercepción física. Y es que cómo nos vemos a nosotras mismas está mediado de manera importante por cómo nos ven los demás y por el lugar que ocupamos en la sociedad, explica la socióloga Martina Yopo, quien agrega que “si el cuerpo, la belleza y el aspecto físico están al centro de cómo la sociedad ve y categoriza a las mujeres, eso va a influir de manera importante en cómo nos vemos y nos valoramos a nosotras mismas”. De la misma forma, asegura que “esto nos pone en desventaja porque limita nuestro lugar y valor en la sociedad a los roles de género tradicionales, lo que también supone importantes obstáculos para poder participar de otros espacios en la sociedad y avanzar en equidad de género”.

Y es que, de ser así, implica que lo que no es valioso y reconocible en las mujeres es su voz, es su opinión y es lo que tiene para decir. Por lo tanto, lo que se está enseñando, dice la socióloga Francisca Valenzuela, es que “cuando tu tengas que amar a tu pareja, y que ella sea una mujer, lo que a ti te tiene que importar es cómo se ve y no lo que tiene para aportar en un ámbito de opinión y decisión. Eso refuerza otras cosas en la lógica amorosa como el que ‘a las mujeres hay que quererlas y no comprenderlas’”.

Dentro de esta lógica, existe un tipo de hermosura válida: la que desea la mirada masculina heterosexual. Esa es la que aprendemos y buscamos, pero no es un triunfo para nosotras, lo es para el machismo, concluye Valenzuela. “Es un triunfo que nosotras obedezcamos estos estándares y que nos olvidemos de lo que realmente deseamos, como nuestra autoaceptación; que seamos excesivamente críticas con nuestros cuerpos, con lo que somos; y muchas veces dejemos de lado lo que realmente nos hace valiosas, que es nuestro mundo interior, lo que tenemos para aportar, nuestros pensamientos, nuestras ideas y opiniones. Por eso es tan importante rehabilitarnos de esto colectivamente y hacer el ejercicio crítico para pensar en cómo nos están enseñando el lugar que ocupamos en nuestros vínculos y qué es lo realmente valioso que enseña la sociedad”, finaliza.

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