“¿Quiénes son las reinas de la noche? ¡Nosotras!”. Esta es probablemente la frase más recordada de la teleserie Adrenalina, una producción de Canal 13 que se estrenó el segundo semestre de 1996 y que marcó a una generación al transformarse en una de las más populares de los años 90. Quizás somos varias las mujeres que, siendo adolescentes o incluso jóvenes en esa época, lo gritamos en grupo con las amigas, juntando las manos en un círculo, como una suerte de aliciente antes de salir de fiesta.

El grito era el lema de cuatro rebeldes escolares lideradas por la conflictiva Alexis Opazo (Alejandra Herrera), una adolescente que en su primera aparición en la teleserie lo hace entrando tarde a la sala de clases, con un jumper corto, el delantal abierto y unos anteojos oscuros para ocultar las ojeras de su salida la noche anterior. Ella era la más popular del colegio y, para demostrarlo, se paraba por encima del resto de sus compañeras y pares. Sin embargo, esa suerte de superioridad se aminoraba cuando entraba en escena Fabián Undurraga (Guido Vecchiola), su guapo y taquillero pololo. Un joven mayor que ella que tenía serios problemas para ser fiel, pues la engañaba con su principal enemiga del curso. Pero no solo la infidelidad era un problema en esta pareja. También lo era la violencia.

El año pasado, Alejandra Herrera participó en el podcast sobre teleseries chilenas Reyes del Drama, en el que reveló algunos episodios de censura de la teleserie de Canal 13. Uno de los más polémicos fue la eliminación de todas las escenas en que Fabián Undurraga consumía cocaína, adicción que en el guión inicial determinaba su personalidad a largo plazo. Pero de un día para otro la gerencia de producción decidió que esa trama no iba y se cortaron todas las escenas. Fue tan abrupto, que incluso salieron al aire algunas imágenes en las que Fabián se encerraba en el baño a consumir, no mostraban lo que ahí pasaba y, luego cuando salía, peleaba con Alexis y la maltrataba.

Si bien en el guión inicial la manera de justificar esa violencia era a través del consumo de una droga fuerte, lo cierto es que el canal encontró más terrible mostrar la adicción a la cocaína que una relación en la que había violencia. Jamás se mostró un golpe explícito de él hacia ella, pero sí muchas peleas, gritos y hasta empujones. Y también violencia psicológica, cuando él la rechazaba o le mentía con el objetivo de mantener su relación paralela. Cuestión que para la socióloga y directora del área de estudios del Centro Interdisciplinario de las Mujeres (Cidem) Javiera Menchaca, es muy compleja, sobre todo si se trata de un medio de comunicación masivo como es la televisión. “Al mostrar escenas con ese tipo de violencia se valida eso como una posibilidad y el riesgo es que se perciba como otra forma de demostración del amor sin cuestionarlo como algo peligroso”, dice.

Y esa teleserie no era la única. “Hace poco vi Betty la Fea y me sorprendió mucho que haya violencia en todos lados: entre los que son pareja y los que no lo son; acoso laboral y violencia física en el trabajo, todas situaciones que estaban completamente normalizadas. Y lo complejo de que eso se presente sin una perspectiva crítica, es que se percibe como algo que no es malo, que puede ser una broma incluso, lo que permite y habilita que suceda en la vida real”, agrega Menchaca.

Si se le suma el componente edad es más complicado, porque Alexis Opazo era una menor de edad que mantenía una relación con alguien mayor. “Tener una relación con una menor de edad es ilegal y ahí nadie se lo está cuestionando”, dice Javiera. Y agrega que “crecimos en una sociedad en que, especialmente a las mujeres, se nos entregan mensajes como este, de que los hombres mayores son más atractivos y entonces tenemos a escolares interesadas en universitarios, cuando en la práctica los universitarios son adultos y las escolares no. Y los medios de comunicación tienen un rol relevante en cuestionar ese tipo de situaciones”.

Carolina Aspillaga, doctora en psicología, académica e investigadora que ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar las relaciones amorosas, explica que guiones como el de Adrenalina y otros en los que se da espacio a este tipo de relaciones en las que el maltrato se plantea como algo que puede coexistir en una relación amorosa, se sustentan en la antigua idea de que el amor todo lo puede. Es un mito del amor romántico que nos ha hecho creer que si es un amor verdadero, deberíamos estar dispuestas y dispuestos a perdonar, porque el amor es más fuerte.

“Además, en el personaje de Guido Vecchiola, que se plantea como el chico malo, se refuerza esa idea de que el hombre viril es el que está desapegado de sus afectos y a las mujeres nos han enseñado que son figuras más atractivas porque conlleva una suerte de desafío al pensar que nuestro amor es capaz de transformar a esa persona”, agrega Aspillaga. Y es exactamente lo que ocurre en escenas en las que Fabián rechaza a Alexis y ella más lo busca, más lo persigue y más lo cela, validando la conocida frase “quien te quiere te aporrea”. Como si los celos y los maltratos fuesen una manifestación de amor.

Sí a la infidelidad, no a la soltería

Que las teleseries forman parte del desarrollo de nuestra idiosincrasia nacional es una cuestión a estas alturas indiscutible. Muchas veces son el tema de conversación en la sobremesa familiar o en la oficina. De hecho, según el anuario estadístico 2017 del Consejo Nacional de Televisión, el género de las teleseries representa un 21,7% de las preferencias de consumo de televidentes, ocupando el segundo lugar. Esa misma medición muestra que la oferta de teleseries en los canales nacionales representa sólo un 12,3% del total de la parrilla, lo que da cuenta de la poca diversidad de contenidos nacionales a los que se expone la audiencia.

Desde el año pasado, debido a la falta de programación original causada por la pandemia del Covid-19, varias son las teleseries que han vuelto a la pantalla. Una de ellas es la producción de Canal 13 Soltera otra vez, que fue estrenada en mayo de 2012. Las críticas son varias, una de ellas apunta al hecho de revivir una producción que fue dirigida por Herval Abreu, quien fue acusado de abuso sexual por varias actrices. Pero otras críticas apuntan al contenido de la teleserie que tiene como protagonista a Cristina (Paz Bascuñán), una corredora de propiedades que descubre que su novio de hace ocho años, Rodrigo (Cristián Arriagada), la engaña con una mujer más joven, Nicole (Josefina Montané), por lo cual queda soltera y comienza una búsqueda desesperada por dejar su estado de soltería.

“El foco de la vida de Cristina está puesto en volver a estar en pareja, como si se entendiera que el estar en pareja es un estado ideal. Con eso, de alguna manera se plantea la imposibilidad de disfrutar de la soltería como un estado válido. Es más, se representa como situación de carencia, como si a una mujer que está soltera le faltara algo que sólo va a completar cuando vuelve a estar en pareja”, explica Carolina Aspillaga. Dice también que, en este personaje, no solo es ella la que se ve a sí misma como carenciada o defectuosa por no encontrar el amor, sino que todo su entorno le refuerza constantemente la idea de que tiene que emparejarse y la hacen sentir insuficiente por no estar en pareja.

“En el caso de las mujeres hay un montón de construcciones sociales como la ideal del reloj biológico o que solo hasta cierta edad somos atractivas, porque después somos viejas. Todo esto lleva a muchas mujeres a sentir una obsesión por estar emparejadas y sentir la soltería como un proceso de transición. El estar en pareja pasa a ser parte de la narrativa central en la vida de las mujeres, lo que en esta teleserie incluso se ve en las conversaciones que tienen las amigas, que solo hablan de hombres y que podría entenderse como que el resto de los temas no son interesantes o importantes”, agrega Javiera Menchaca. Algo muy distinto en el caso de los hombres, que se muestran como solteros codiciados, que son ellos los que no quieren vincularse emocionalmente con nadie, como pasa con Álvaro, el vecino de Cristina.

Y en este caso se suma otro dato relevante, y es que la mujer con la que Rodrigo le es infiel a Cristina es menor y cumple con un estereotipo de belleza físico muy marcado: joven, flaca, rubia y de ojos azules. “Se presenta la idea de que “es obvio” que te pueden dejar por una mujer así, porque es un cuerpo mucho más valioso. Como cuando Benjamín Vicuña le fue infiel a Pampita y todo el mundo decía que si le pasó a Pampita, le puede pasar a cualquiera, reforzando la creencia de que hay cuerpos o sujetos que están libres de esto o son más dignos de ser amados por su físico”.

El físico es una categoría que marca el tema de la infidelidad, el género también lo es. Y aquí un buen ejemplo es lo que ocurre en la teleserie Machos, que se transmitió durante el 2013, también en Canal 13, y cuya historia trataba los estereotipos de una conservadora familia compuesta por siete hijos hombres. Uno de ellos Álex Mercader (Jorge Zabaleta), un mujeriego propietario de un bar en la playa y que intenta conquistar a Fernanda (María Elena Swett), una profesora que trabaja en la casa familiar, mientras mantiene un romance furtivo con Mónica (María José Prieto), la novia de su mejor amigo y con Soraya (Mariana Loyola), una empleada de la casa de sus padres.

Álex era un personaje querido por todos, independiente de sus actos y sus infidelidades, sin embargo, Mónica siempre fue muy juzgada por la relación escondida que llevaba con él. “Se habla de la doble moral sexual, en donde se supone que la fidelidad es una regla de las relaciones de pareja, pero a los hombres se les perdonan las infidelidades bajo esta lógica de que son hombres y por tanto es natural que lo hagan porque no pueden controlar sus instintos, versus el castigo que recibe socialmente una mujer cuando es infiel. Y que en el caso de esta teleserie, se le suma otro estereotipo que da cuenta de esa idea de que hay un tipo de mujer para la casa, en este caso Fernanda, y otras para tener sexo o pasarlo bien, como Mónica y Soraya”, aclara Aspillaga. Y por cierto, una es “mejor” que la otra.

Mujeres: enemigas y trepadoras

Corrían los años 80 y una joven Carolina Arregui hacía su primer protagónico en la teleserie Ángel malo. Su personaje, Nice Oyarzo, es una niñera que intenta dejar atrás una infancia desgraciada y la pobreza material que la ha acompañado. Con ese objetivo llega a trabajar a la casa de los Álvarez, una familia que habita una lujosa mansión en la comuna de Las Condes. El argumento de la teleserie es que Nice aprovecha la desilusión sentimental de uno de los hijos, Roberto (Bastián Bodenhöfer), para enamorarlo y así ser parte de la familia, escalar socialmente y tener dinero. Es tan así, que incluso el nombre ángel malo proviene justamente de esta chica que, por lograr su éxito, hacía planes macabros y maldades que afectan a otros. Pero sin darse cuenta, como si fuera un ángel.

Una dualidad que al final le cuesta la vida. Porque tiempo después de su transmisión, se filtró que el canal, asesorado por la iglesia católica que en esos años participaba del contenido, decidió que lo mejor era que el personaje muriera, para que pagara por sus culpas.

“La lógica del patriarcado se sustenta en que antiguamente los hombres eran propietarios de la tierra y los recursos y como las mujeres no trabajaban, dependían de un hombre para asegurar un estatus y calidad de vida. Por lo tanto, los matrimonios se resolvían por conveniencia”, explica la socióloga Javiera Menchaca. “La lógica del amor romántico y de casarse por amor es más reciente, pero aun así hasta ahora tenemos a mujeres que no están a la par con los hombres en cuanto a acceso a recursos, por tanto se sigue mezclando la idea de acceder a una mejor vida con la idea del matrimonio y del amor. Lo más paradójico es que se nos culpa a las mujeres con esta idea de ser trepadoras y de pelearnos entre nosotras por el amor de un hombre, pero tenemos una mochila de miles de años en que nos pusieron en esa situación de necesitar a otros para salir adelante. Y aunque las cosas han cambiado, la idea del hombre proveedor continúa hasta el día de hoy”, agrega.

Según ambas expertas, si ya culparnos es grave y complejo, representarlo en una teleserie que se transmite en un medio de comunicación masivo termina por generar un daño enorme. Carolina explica que “el modelo de cómo ser pareja se va transmitiendo por distintas vías: la socialización en nuestras casas, lo que escuchamos a través de la religión o la escuela y también en lo que vemos en los medios de comunicación, justamente por la masividad que tienen. En ellos se va construyendo una forma de realidad que se va convirtiendo en lo aceptable, lo deseable y lo normal. Y en ese sentido la responsabilidad que tienen es grande”.

Y se pregunta: ¿En qué teleseries nos han mostrado formas de relacionarnos que no sean desde esta lógica patriarcal? “Sería interesante empezar a tener referentes de otras formas de amar, relaciones vividas desde la libertad y no desde la angustia que nos genera el no cumplir con los estereotipos o con lo que la sociedad nos ha impuesto como una relación ideal. Porque si no hay referentes, es difícil imaginarse otras realidades. Y los medios y las teleseries tienen mucha culpa en eso”, concluye.