En una pequeña mesa sentados en sillas de un tamaño ideal para su estatura, dos niños de pelo largo y rubio, que visten poleras negras y collares, juegan a pintarse las uñas uno a otro. “El verano pasado otros niños vinieron a preguntarme ‘¿eres niño o niña?’ Yo les contesté que no era ninguno y después les dije que era ambas”, comenta uno mientras pinta las uñas del que la acompaña y solo levanta la mirada de la mesa un par de veces para responder a su interlocutor con ojos muy abiertos, casi sorprendidos. Con esta escena abre el documental de Vice que sigue a dos familias suecas que decidieron criar a sus hijos sin un género predeterminado y que hoy tiene más de 3 millones de visualizaciones en Youtube.

La escena en la que Mika (5) y su hermano Niko (3) se pintan las uñas uno a otro despierta, desde los primeros segundos, una curiosidad por lograr determinar su género. Y es que, si bien a medida que avanza el documental se explica que ambos fueron asignados como hombres al nacer, su sexo biológico no determina su identidad de género para su familia y es difícil hacer un juicio sobre si en ellos predominan rasgos femeninos o masculinos. “No le damos género a los juguetes ni a los colores”, explica Del, uno de los padres de los niños. Aclara que, ambos tienen autos de juguete, muñecas y que pasan periodos en los que prefieren vestirse con vestidos todos los días y otros en los que no.

Si bien estas restricciones a los tipos de juego o de ropa que un niño o niña puede elegir para sí mismo son una de las formas en las que la familia transmite el mensaje del género, un estudio realizado por investigadores australianos en 2022 explica que, en la mayoría de las instancias, la crianza basada en géneros se transmite de forma menos explícita pero con un impacto tanto o más profundo que lo que se les comunica directamente. “Desde el aprendizaje social se explica que los padres contribuyen al desarrollo de género de sus hijos a través del modelaje y la imitación de roles de género”, explica el documento. Los autores del estudio agregan también que, una de las formas que más impactan a los niños en su comportamiento futuro tiene que ver con el trato que suelen darle padres y madres a los hijos dependiendo de si los identifican como niños o niñas. El documento hace referencia a varias investigaciones que han mostrado los efectos en niños de ser tratados en base a la percepción de lo femenino o masculino que tengan los padres. Por ejemplo, se comenta que las madres tienden a tener más conversaciones emocionales con sus hijas que con sus hijos y que esto repercute en que las niñas desarrollan un vocabulario en torno a la emocionalidad mucho más amplio que los niños. Por otra parte, los padres son más propensos a intervenir físicamente el comportamiento de sus hijos que de sus hijas. Lo que se ha relacionado con una mayor tendencia a la violencia en los primeros. “Las actitudes parentales sobre el género pueden influir en las prácticas de los padres en la crianza, especialmente en relación a los niveles de disciplina y control”, comentan los autores de la investigación.

Si bien Suecia es un país en el que la revolución de lo no binario pareciera haberse consolidado —hace más de dos décadas el pronombre neutral “hen” es parte del diccionario nacional—, la realidad de muchas sociedades occidentales hoy se mueve en la misma dirección. En Estados Unidos, un estudio realizado por el Centro de Investigación Pew en 2019 mostró que un 35% de los niños y adolescentes conoce a un cercano que prefiere ser identificado en forma neutra. En Chile, si bien la crianza neutral es un tema todavía poco frecuente según los especialistas, la identificación no binaria en adultos es una realidad y la inclusión del pronombre neutral “elle” en español es un debate abierto en el que, si bien no hay una resolución todavía clara, sí existe reconocimiento de los neologismos que permiten la expresión de género más allá de lo femenino y lo masculino. Y bien sabemos que el lenguaje crea realidades. En 2020 un tweet de la cuenta oficial de la Real Academia Española se volvió viral cuando respondió a la consulta de un usuario sobre cómo debiese referirse a una persona no binaria. La institución sugiere: “consultar a la persona cómo prefiere ser tratada”.

Precisamente en torno a esa preferencia y flexibilidad gira la crianza neutral que permitiría a cualquier niño adoptar comportamientos, actitudes o hacer elecciones que tradicionalmente se han asociado a lo femenino o lo masculino. Sofía Hadwa, psicóloga especialista en sexualidad, explica que a partir de los 3 años los niños comienzan a forjar una idea del propio género en relación a lo que han observado en su entorno. “A muy corta edad, entre el año y medio y los 3 años se empieza a condicionar socialmente, a través de la observación principalmente, el género de un niño”, explica.

La especialista aclara que se habla de condicionamiento porque en esta socialización están incluidos los roles de género que apuntan a cómo un niño o niña debiese actuar. “En Chile el tema de la crianza sin género es relativamente nuevo”, confirma Sofía. “He tenido casos de pacientes que acuden a la consulta cuando ya sus hijos son más grandes, incluso adolescentes, y ellos mismos relatan que no se identifican con ninguno de los géneros y los padres no saben qué hacer al respecto”, comenta la psicóloga. Sofía aclara que, en la mayoría de esos casos, la preocupación de los padres se relaciona con la orientación sexual de los hijos que es un tema que suele mezclarse y confundirse con la identidad de género. “Muchos padres temen o rechazan que sus hijos formen parte de la diversidad sexual y muchas veces la preocupación pasa por ese lado”, comenta. De forma secundaria, los pacientes que han llegado a consultar con la especialista sobre temas vinculados a género lo hacen por no saber cómo manejarlo en espacios sociales, especialmente en el entorno educativo.

El género impuesto limita de forma importante las interacciones con otros y se convierte en un factor de riesgo para ser víctimas de distintas formas de violencia en la adolescencia y la adultez.

En el caso de Mika y Niko, protagonistas del documental de Vice, la inserción en el sistema educativo es una tema zanjado. En Suecia, los jardines infantiles género neutrales son una realidad que suele generar controversia en la prensa extranjera pero que es una opción viable para los niños suecos desde fines de la década de los noventa. Desde esos años, el gobierno asumió una política de inclusión a nivel nacional para el sistema de educación que impide imponer estereotipos de género a los alumnos. Y es que más que un riesgo en sí misma, la psicóloga Sofía Hadwa explica que, la crianza neutral puede implicar un perjuicio para los niños cuando el entorno en el que se desenvuelven rechaza su expresión de género. En esos casos quienes no se identifican únicamente como femenino o masculino pasan a ser víctimas de discriminación o bullying —como suele ocurrir con cualquier tipo de minoría— y las consecuencias de este ostracismo social repercute en la salud mental de las personas con secuelas que varían en cada persona. “Imponerle un género a un niño puede ser muy negativo”, comenta Sofía. Según explica la psicóloga un género impuesto limita de forma importante las interacciones con otros y se convierte en un factor de riesgo para ser víctimas de distintas formas de violencia en la adolescencia y la adultez. “Aprenden que sí es correcto que un otro te pueda obligar a ser algo que te gusta o te incomoda”, comenta. Además, agrega que la imposición alimenta la idea de ser “un bicho raro” o de percibirse como alguien que no encaja en ningún grupo social y esto repercute en la formación de la propia identidad. En este sentido la especialista cree firmemente que “si criamos a un niño sin género estamos quitando limitaciones” y con ello, puede ser más lo que ganan que lo que pierden. La psicóloga explica que la crianza libre de género permite una exploración personal más profunda, que no está condicionada por lo que se espera o no de un determinado género y que se traduce en un mayor autoconocimiento y un sentido de la identidad propia fortalecidos en el largo plazo.