Parir en movimiento: “Moverse les ayuda a las mujeres a enfrentar el dolor de mejor manera”
Cuando la periodista Javiera Rossel quedó embarazada, comenzó recién a leer sobre temas de parto, antes no sabía nada. “En redes sociales me encontré con una conocida de la adolescencia que publicó un tema sobre partos en casa. Me llamó la atención la manera en que planteaba el nacimiento, no desde el dolor ni el miedo, sino que como una experiencia luminosa. La contacté y me dio los primeros lineamientos sobre lo que era un parto respetado, un parto en movimiento”, recuerda. Dice también que una de las primeras cosas que esta mujer le dijo fue que no le tenía que tener miedo a la cesárea, sino que a la oxitocina sintética. “Me habló de esta hormona del amor y me dijo que hay que tratar de estimular amorosamente porque así es como se desencadena el parto. Ahí mi cabeza explotó, se me abrió un mundo. Pensé que tenía la oportunidad de hacerme cargo de mi parto y no solo de eso, de mí y de mi historia”, confiesa.
Luego vino la odisea de encontrar un equipo médico, porque no fue fácil. “Me di cuenta de que no es que uno plantee la decisión de tener un parto respetado y eso pase por sí solo. Me encontré con trabas y exigencias”, agrega. Al final conformó su equipo y gracias a eso pudo tener un parto natural y en movimiento. “Estaba en la semana 41, había comenzado con las contracciones indoloras, ya estaba cansada porque llevaba un par de días sin dormir, pero no se me desencadenaba el trabajo de parto. En cualquier otro equipo me hubiesen inducido o probablemente hubiese terminado en cesárea, pero tuve el privilegio de que respetaran mi proceso. La matrona me recomendó que indujéramos de manera natural, porque sino me iba a cansar mucho. Usé acupuntura. Me pusieron dos puntos en los tobillos y ese momento fue muy loco, porque durante el embarazo a mi hija siempre le canté una canción y mientras estaba ahí, comenzó a sonar por coincidencia”, recuerda.
Al rato empezaron las contracciones más fuertes. “Estuve en mi casa hasta que tenía cinco centímetros de dilatación, transitando de un lugar a otro. Estuve en la ducha, mis doulas me hacían masajes, también me metí a la tina. Fue un viaje muy psicodélico, muy alucinógeno, como si hubiese estado en otra dimensión o en otro estado de consciencia. A las 4 a.m. nos fuimos a la clínica. Llegué y mis doulas me cuidaron para que no me sacaran de la concentración en la que estaba. Había preparado una carpeta con todos mis datos y antecedentes para que el ingreso fuese lo más rápido posible y no me llenaran de información y preguntas”, cuenta.
Luego en la pieza estuvo en una silla de parto en la que se pudo sentar y recostar; cuando estaba dilatada completa fue al baño, se metió a la ducha porque sabía que el agua calma el dolor. “Al final el movimiento me permitió transitar libremente en este proceso, porque el dolor del parto es un dolor que se transita. Si estás acostada en una camilla con miedo, es lógico que el dolor se intensifique”, dice.
Y es lo mismo que explica el matrón Gonzalo Leiva, Jefe de las salas SAIP del Hospital de La Florida y Director del Observatorio de Violencia Obstétrica. “El movimiento es una característica fundamental de los seres humanos que fue arrebatado del parto hace un par de siglos, pero este tiempo en que estuvo arrebatado es muy corto dentro de toda la historia de la humanidad. Antes los partos eran en movimiento y actualmente existe la intención de devolverle la autonomía a los cuerpos de la mujer”. Así se confirma en la presentación que realizó Leiva en el último Congreso de Ginecología y Obstetricia donde demuestra que en los últimos cinco años se ha duplicado el porcentaje de partos verticales en el sistema público. “La mala noticia es que recién vamos en un 13%, es decir, lo duplicamos pero pasando de un 6,8% en 2014 a un 13,1% en 2019, lo que sigue siendo muy bajo”, dice Leiva.
Y es relevante porque el movimiento influye mucho en la correcta acomodación de la guagua en el canal de parto, y también porque les ayuda a las mujeres a enfrentar el dolor de mejor manera, ya que una mujer que sabe que puede moverse libremente va a utilizar ese movimiento para ir manejando o autogestionado su dolor, sumado a los otros métodos de alivio farmacológico y no farmacológico a los que pueda acceder en el trabajo de parto. “Es lo mismo que ocurre cuando, por ejemplo, nos duele la guata y nos movemos o tratamos de buscar una posición fetal para reducir ese dolor”, explica Gonzalo. Y agrega que “cuando se habla de parto en movimiento, se tiene siempre la imagen de una mujer en cuclillas, pero cuando a las mujeres les das la posibilidad de que se muevan como quieran, muchas veces deciden tenerlo acostadas, o de lado, o de lado y acostadas, pero son sus cuerpos y ellas quienes eligen la posición y por tanto es la que más bienestar y satisfacción les otorga. Porque la idea es que se sientan con libertad de movimiento y no con la obligación de tener un parto vertical”.
En algunas maternidades se ha presentado la solicitud de poner una lámina con diversas posiciones en las que pueden estar las mujeres en el proceso de parto para que puedan probar e identificar bien cual les otorga mayor seguridad. Leiva explica que esto es porque no las conocen. “Es como en las relaciones sexuales y el Kamasutra. Si no lo has visto nunca, conoces dos o tres posiciones, pero cuando lo ojeas te das cuenta de que hay muchas más posibilidades. Entonces, si una mujer llega el día del parto y le dices que puede buscar la posición que más le acomoda, quizás no encuentre ninguna porque los referentes de parto que existen son los que se ven en las teleseries y en las películas y en todos sale una mujer acostada con las piernas abiertas y mirando hacia el techo”, dice.
No existe solo una razón por la que la cifra de partos verticales o en movimiento en Chile no aumenta. “Todavía hay maternidades con salas de parto en que una cama está a un metro y medio de la otra, entonces el espacio real para que puedan deambular libre y tranquilamente es poco; lo segundo es el temor de muchos equipos de que las mujeres caminen y no estén monitorizadas todo el tiempo; y un tercer punto tiene relación con las técnicas anestésicas. En Chile la anestesia es una garantía GES, es decir, las mujeres tienen el derecho de exigir y no se les puede negar. El tema es que se debería hablar de analgesia del parto y no de anestesia. La diferencia es conceptual porque técnicamente el anestesista pincha en la misma zona de la espalda, se usan las mismas drogas, pero la diferencia es que la anestesia produce un bloqueo motor, la mujer no puede moverse, en cambio en la analgesia lo único que se bloquea es el dolor”, dice Gonzalo y cuenta que se ha comenzado a hablar de un cambio de paradigma en la anestesia, ya que si antes el objetivo era quitar el dolor no importando todo el resto, el objetivo es quitar el dolor sin intervenir negativamente en el movimiento.
“Después de tener estas experiencias de parto tan extremas pude, de cierta forma, reparar partes de mi historia. Entendí que al tener una experiencia positiva en un acto en el que las mujeres estamos vulnerables; al estar en un espacio amoroso, con la oxitocina a mil, uno termina haciendo un trabajo potente en cuanto a la psicología, se abre un portal súper importante. Para mí el que nos roben los partos, el que no se nos permita parir como queramos, es una de las manifestaciones que tiene el patriarcado para dominar a las mujeres, porque una mujer con un parto exitoso, que puede traer a su hijo al mundo de manera consciente, con sus propias manos, es una mujer que no la paras más. Ya no tiene límites porque en el parto nace también una nueva mujer”.
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