Patricio Cisternas con hambre

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En abril de 2016 salió al aire por primera vez el programa de televisión El hacedor de hambre. Dos años después el mismo nombre es la marca de varios proyectos audiovisuales y una feria. Y a partir de la próxima semana de un libro donde el autor pone en primer lugar a los dueños de las 'picadas' que le contaron sus historias.




No les dice programa ni feria ni libro. Patricio Cisternas (45) habla de "unidades de negocios", un término abstracto con el que intenta graficar el tamaño de su proyecto multiplataforma: dos programas de radio, una feria, una revista y el libro que está a punto de presentar. Él dice que "partió de cero", y se encarga de recalcarlo. Recuerda que cuando le preguntaron en la editorial Zig Zag qué pretendía incluir en las páginas, tenía muy clara la idea: "Yo quería comunicarle a la gente que si hubo personas que a pesar de tantos problemas se pudieron reinventar, todos podemos. Porque mi proyecto también partió de cero. Tuve que morir para nacer de nuevo. Ese es el mensaje que hay detrás".

Morir es, obviamente, una metáfora. Lo que en realidad hizo fue abandonar una carrera incierta trabajando en distintos canales de televisión y partir a buscar su destino. Lo encontró lejos, en una bencinera en Miami.

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Idas y vueltas

El primer capítulo de esa historia tiene lugar en los años 90, cuando Patricio Cisternas tenía poco más de 20 años y había trabajado como asistente de dirección del programa Jappening con ja!, luego en Full Canal, en Mega y en Canal 13. "Ahí trabajé con Gonzalo Bertrán, en programas como Martes 13, Viva el lunes, Bravo bravíssimo… una vuelta larga". Pero en 2001 decidió abandonar el rubro y partir a Estados Unidos a probar suerte. Estaba casado y sus hijas ya habían nacido, pero se fue solo y estuvo así por cinco meses. Lavó platos y limpió baños de lunes a domingo durante 14 horas diarias. Luego consiguió trabajos mejores en locales de comida "hasta que llegué a ser administrador de un restaurante de sándwiches", recuerda. En ese tiempo conoció al animador Alejandro Chávez, de quien hasta hoy es amigo. "Un día Alejandro me invitó a grabar la transmisión de los premios MTV, que por primera vez se hacía en Miami. De un día para otro estaba metido de vuelta en el mundo de la televisión". Ese reencuentro fue, paradójicamente, el que lo llevó otra vez a cambiar de vida. Patricio recuerda: "Para llegar donde se hacía la premiación le pedí el auto a un amigo. Era la primera vez que salía de la ciudad y me perdí. Se me acabó la bencina y llegué empujando el auto a una gasolinera. Me acerqué a un camión que estaba estacionado y golpeé la ventana. De él se bajó un barbón grandote. Me miró la credencial y me preguntó si hablaba español, qué hacía ahí y por qué tenía la credencial del evento de MTV. Sacó su tarjeta y me dijo "soy Luis Aye, cubano, uno de los dueños del primer canal cristiano que se está haciendo en Miami, Almavisión".

El gerente de ese proyecto resultó ser chileno y Patricio se transformó en asesor del canal.

El trabajo de Dios

Aunque viene de una familia creyente, él se sentía un rebelde y renegaba de la fe. "En Estados Unidos conocí lo que de verdad era tener una relación con Dios, no una religión. Empezamos a sacar la programación del canal por seis horas todas las noches. Y escuchando lo que decían los pastores me di cuenta de que Dios empezó a trabajar en mí, porque las historias que contaban tenían que ver con mi situación".

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Ya separado de su mujer, ella y las hijas volvieron a Chile. Patricio se quedó en Estados Unidos un par de años más. "Cuando volví a Chile, la gente entendió que yo había cambiado, porque fui uno por uno pidiendo disculpas a todos los que había dañado en el pasado". Dice que entonces se dio cuenta de que el país también había cambiado, pero para peor. Lo sintió egocéntrico. El trabajo que encontró en televisión no le gustó y decidió, otra vez, renunciar. "Me fui a la playa y empecé a registrar en mi celular lugares donde comer rico para motivar a la gente a que fuera a conocerlos. Empecé a subirlo a Facebook y la gente comenzó a seguirme y a subir frases como 'estoy cagado de hambre, me dieron ganas de comer'. Cada vez eran más lo seguidores y decidí ir a registrar la marca", recuerda. Los años posteriores fueron vertiginosos y le dieron forma rápidamente a sus "unidades de negocio". La Comisión de Promoción del Perú (Promperú) lo invitó a la feria Perú Mucho Gusto, en Tacna, y él aprovechó la instancia para hacer un programa piloto allá. Cuando estuvo listo se lo envió a la organización y en dos días de exhibición en sus redes sociales obtuvo 75 mil visitas. "Ahí yo dije 'estamos'. Recorrí todos los canales hasta que llegué donde la productora Rossana Bontempi y Pablo Hernández (director de contenidos), de Canal 13, dos personas a las que hoy quiero mucho y me dijeron 'bienvenido'".

Siempre habías estado detrás de las cámaras. ¿Te costó cambiar de lugar?

Sí, porque para mí un comunicador es alguien que tiene que dejarle algo a la gente, y hasta que no vi lo que pasó con el video de Perú no pensé que ese podía ser yo. Lo mío no es ser un tipo famoso para firmar autógrafos, sino exponer historias de vida relacionadas con un proyecto gastronómico, con vocación de servicio, que es algo que le falta a nuestro país. Y ese es el espíritu del programa. Cualquier miembro del equipo de Hacedor de hambre es una persona soñadora, con ganas de crecer y de ayudar a la señora de la esquina.

¿Cuál fue la reacción de esas personas que ya salieron en el programa, al saber que ahora cuentas su historia en un libro?

No lo podían creer. Primero estaban impactados de que aparecer en el programa fuera gratis. Con eso ya estaban felices, y ahora un libro… hubo gente que lloró. Me emociona desde ya el impacto de cuando vean la foto, porque el mensaje es 'creemos en ti', y eso es superimportante. El programa ha tocado vidas y eso me hace feliz. Ya son 580 historias que hemos contado en dos años, entonces la idea del libro no es solo poner una linda foto y la receta del plato, sino resaltar a las personas detrás de cada una de estas picadas. Yo solo salgo en la portada (que me costó, porque no soy bueno para posar) y en el prólogo. Después desaparezco y solo se ven las historias de la gente.

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