Perdonar para sanar

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El perdón se ha perfilado como uno de los procesos más terapéuticos en la psicología, ha sido abordado tanto en corrientes de pensamiento como en diversas religiones. En el catolicismo, el perdón forma parte importante dentro de sus pilares, consagrado incluso en uno de sus sacramentos. Por otro lado, el budismo reconoce que los sentimientos de odio y rencor dejan un efecto duradero en el karma, y el no perdonar deja una identidad alrededor de nuestro dolor, la cual renace continuamente.

Para la ciencia, este concepto también ha sido objeto de estudio, ya que diversas investigaciones han comprobado sus beneficios para la salud, pues ayudaría a reducir la ira, el dolor, la depresión y el estrés, en la medida en que se liberan los rencores. Cuando el estado de ánimo se mantiene vengativo, el cerebro promueve toxinas que actúan sobre el organismo y afectan negativamente.

Frederic Luskin, un estudioso de la Universidad de Stanford, se ha dedicado por años a estudiar el perdón, y en uno de sus libros más recientes Perdonar para Sanar, habla sobre cómo el liberarse de los rencores hace que se experimenten sensaciones beneficiosas para la salud. En sus primeras páginas, describe que esta forma de actuar ayuda a las personas a controlar sus emociones y a emitir mejores juicios, pues no se desperdicia la energía atrapados en furia y dolor por cosas sobre las que nada se puede hacer. De hecho, al experimentar estos procesos, podemos ser capaces de sanar heridas y decepciones, y así vivir más libremente.

Según describe el profesor de Stanford, cuando se piensa en un dolor, el cuerpo reacciona como lo haría frente a una amenaza, y se activa lo que se conoce como la respuesta de luchar o escapar. El cuerpo libera sustancias químicas, conocidas como sustancias químicas del estrés, cuyo propósito es prepararnos para responder ante ese peligro. Estas sustancias producen cambios físicos: aceleran el corazón y encogen los vasos sanguíneos, con lo cual aumenta la presión de la sangre. También afecta la digestión y produce tensión muscular. La respiración se vuelve menos profunda y los sentidos se alertan para afrontar el problema en cuestión.

Sin embargo, para la psicóloga clínica Magdalena Infante, es importante destacar que el perdón es un acto voluntario, por ende, no debe ser impuesto y no siempre es recomendado para todos los casos y para todas las personas. “El perdón en sí es muy liberador porque nos permite romper con las ataduras del pasado y, por sobre todo, con aquellas cosas que nos mantienen atados, que son sentimientos- como la rabia, el dolor, la traición, confusión, etc.-, pensamientos y conductas hacia la persona que nos ha ofendido. Por lo tanto, perdonar es beneficioso para avanzar y partir nuevamente”, explica.

La especialista agrega que el perdonar debe formar parte de una decisión en un momento adecuado para la persona, pues de lo contrario, podría resultar negativo o incluso iatrogénico el actuar como un imperativo moral. “No se trata de un deber, es una elección que se toma por lo liberador que permite no seguir estando resentida”. Según explica la psicóloga, en este proceso de perdonar, muchos se topan con la pregunta ¿por qué me hicieron daño? “Muchos pacientes se cuestionan si la falla está en ellos, por lo cual cuesta entender o aceptar que el actuar de otro es independiente de uno. En esa línea, Luskin dice que cuando las personas que insisten en que la razón de su sufrimiento radica en otra, se cae en el juego de la culpa, responsabilizando a otros por nuestra aflicción. Según dice en su libro, el error más grande que uno puede cometer bajo el efecto de las sustancias estresantes es culpar de nuestra molestia a la persona que nos lastimó, ya que al hacerlo, se cede el control de nuestras emociones.

Magdalena Infante añade que en este proceso de perdonar y sanar heridas se requiere, como primer paso, realizar un análisis reflexivo y ser capaces de ponernos en el lugar del otro. “Después viene la decisión de perdonar, pero esto no ocurre de un día para otro, son procesos en los cuales se aprende a soltar ciertas cosas y reafirmar otras. Que otro me rechace o que me haga algún daño no tiene que ver con mi valía, sino que más bien con una circunstancia o una dinámica que se generó con otro. Hay que saber separar y rescatarse, así como ser consciente de que cuando perdono lo hago por mi liberación, y no obligada o porque es lo que hay que hacer”, comenta.

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