Plutón nos quita la máscara ante todas estas energías. Nos conecta con la posibilidad de hurgar en el inframundo, en estos espacios recónditos en donde no acostumbramos hablar con nuestros demonios. Jung desarrolló el concepto de la sombra para poder dar a entender nuestro propio lado oscuro: nuestro espacio más instintivo, egoísta, dañado y lo que menos mostramos al mundo, porque evidentemente hacerlo en la sociedad tendría consecuencias no tan amorosas.
Los procesos plutonianos son dolorosos, pues requieren acabar con cosas, cortar lazos, cerrar y dejar atrás viejas etapas de nuestras vidas. A través de la eliminación y la purificación, podemos entonces dejar atrás las viejas formas que no nos sirven. A través del dolor, estos procesos nos entregan sabiduría.
El tránsito de Plutón en Acuario es paradigmático. La última vez que ocurrió tuvimos eventos tan potentes como la revolución francesa. El tránsito de Plutón alrededor del Sol dura 247 años, así que podemos entender que el mundo es algo completamente diferente a la última vez que vimos a este planeta transitar por el signo del aguador.
¿Qué podemos esperar de este tránsito? Una transformación social profunda, a todas luces.
Las redes sociales dieron su gran paso y nos vimos enfrentados a grandes conflictos políticos dentro y fuera de los países. La democracia moderna, el gran pilar de la estabilidad (o la idea de) ha sido ampliamente cuestionada por el intervencionismo político a través de las grandes corporaciones y transnacionales. El apogeo de los grandes multimillonarios se enfrenta a la pobreza y la desigualdad.
La transformación de Plutón en Acuario tiene un sentido de recomposición de lo que significa la concepción de poder en el mundo. Acostumbrados al poder jerárquico y vertical de una sola cosa, una sola persona, podremos ir encontrando la autoridad en grupos más que en las personas. Las políticas de la identidad, que hemos visto presentes estos últimos años con el tránsito de Saturno por Acuario en sextil a Quirón en Aries, nos llamarán a movilizarnos por mecanismos de pertenencia relacionados con características de nuestra identidad, más que por ideales políticos o de naciones.
Es posible que el Estado-nación sucumba como figura de representación de los territorios y grupos. Con el auge de grandes corporaciones como Meta, Twitter o Tik Tok, la capitalización a través de las redes sociales ha ido transformando el modo en el que nos vinculamos. Ya hemos visto los primeros enfrentamientos de estas grandes corporaciones y su injerencia, como ocurrió con el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica en 2017-18. Podemos estar entrando en una época en donde vivamos una nueva forma de feudalismo, pero a través de lo digital, donde grandes corporaciones nos entreguen la venia para poder publicar nuestros negocios y nuestra vida.
El poder se ha ido configurando del modo que no se base en el prestigio de un linaje, estudios o laureos, sino que a través de seguidores. Esto ha generado que exista una clara movilidad social, pero al costo de estar conectados a las redes constantemente y depender de un algoritmo para poder aparecer. Nuestro cerebro también está cambiando a raíz de la dopamina que nos entrega constantemente estar conectados a las redes.
Es posible que la penetración de la tecnología en nuestras vidas sea mucho más profunda y que las normas y reglas sociales muten muchísimo en relación con esto. Creo que uno de los grandes cuestionamientos que tendremos será qué es lo que consideramos humano y posible de hacer, con el avance de la inteligencia artificial. Un caso paradigmático es el problema que ha tenido Taylor Swift con fotografías pornográficas creadas gracias a la IA.
Uno de los grandes problemas que este tránsito nos puede traer es la concentración del poder de formas que no habíamos visto antes. La tensión entre el viejo y el nuevo mundo estará haciendo crisis por lo menos hasta 2025. Será una época tremenda en donde el pensamiento de masas se hará cada vez más protagonista, en desmedro de la identidad individual que hemos venido desarrollando con mucha fuerza en los últimos siglos.
El control y la imposición son bajas octavas de Acuario, por lo que podemos ver con frialdad que nuestro paso en el mundo sea cada vez más controlado. Por algoritmos, tecnologías de vigilancia, nuestra huella digital o nuestro historial de búsquedas: ya no pasaremos al olvido, sino que será más fácil rastrearnos y clasificarnos.
El ser humano realmente libre puede emerger, pero ¿a qué costo?. La pregunta de este próximo tránsito de Plutón en Acuario, con Saturno y Neptuno entrando a Aries a principios de 2025, es si seremos capaces de enfrentarnos al cambio climático sin masacrarnos los unos a los otros. Sin dejar de lado los derechos esenciales de las personas y animales en pos del desarrollo tecnológico o de la elevación de figuras que solamente son llevadas por su propio carisma.
¿Podremos lograrlo? Solo el tiempo lo dirá.