“Pobre papá”




“Cuando me separé del padre de mis hijos, curiosamente la expresión “pobre papá” empezó a acunarse cada vez más en el lenguaje infantil, y aun a veces se les escapa especialmente a mis hijas ya adolescentes que adoran irrestrictamente al padre, tanto como lo compadecen.

Al separarme, si bien me quedé sola, financieramente me encargué de darles todo lo necesario a mis hijos. Lo hice porque podía hacerlo, en lugar de luchar por mis derechos contra el padre decidí seguir un camino independiente y dejar de pelear por una pensión. La verdad me va bastante bien y nunca nos ha faltado nada, cada cierto tiempo podemos darnos lujos como viajar para las vacaciones o salir a comer afuera. Pero el estrés de trabajar, ser proveedora y madre 24/7 a la vez ha tenido costos que no consideré; entre ellos la falta de tiempo para mí misma.  Aun así, el papá siguió siendo el “pobre papá”, porque aparentemente no tenía plata y se quedó “solo”.

El “pobre papá”, solo pudo arrendar un departamento compartido, así que mis hijas e hijo nunca han tenido la posibilidad de dormir con él siquiera una noche. Eso quiere decir que yo tampoco he podido pasar ni una noche sola y libre.

Ello ha derivado en que cuando salgo con otros hombres y pololeo, es algo claro y trasparente para mis hijos, y tengo que dormir fuera de mi casa los sábados, dejando a una niñera a cargo de todo. Eso a mis hijos les incomoda. El momento cúlmine fue cuando un día sábado a la hora de almuerzo, mis hijas se sentaron a hablar seriamente conmigo y me plantearon que yo era muy “polola”; que me desentendía de ellos y que, en tanto el “pobre papá”, estaba solo sin pareja, pasándolo mal económicamente. Me tildaron de madre despreocupada y frívola. Quedé helada.

Pasado el momento de la estupefacción, no pude sino entender lo que pasaba; las niñitas inocentes no calculaban que el padre tenía todas las noches disponibles para sus romances, y que yo en cambio no tenía otra opción que la de presentarles a los pololos y regularizar relaciones apenas se ponían más serias. Traté de explicárselos y aparentemente comprendieron la situación, aunque igual ha sido imposible rehacer mi vida amorosa, por una parte porque tengo poco tiempo y por otra, porque los tres analizan y comentan todos los hombres que he podido presentarles, y los comparan con su papá que, a sus ojos, está tan sólo y dedicado a sus hijos (fin de semana por medio).

Las situaciones de desigualdad ante una separación, y los roles que cada uno debe cumplir, están todavía muy lejos de ser igualitarios. Incluso ante una repartición del trabajo relativamente equitativa durante el matrimonio, muchas veces se pierde al momento de la separación. Y el costo para las mujeres puede ser tremendo, sobre todo en su vida íntima.

Creo que muchos hombres, aduciendo a falta de dinero, o a gran carga de trabajo, no sólo ven poco a sus hijos, sino que entienden que, entregando la pensión correspondiente, si lo hacen, es la mujer la que debe encargarse de todo; comprarles la ropa, llevarlos al doctor, ayudarlos con las tareas, contenerlos emocionalmente en sus momentos difíciles y darles todo su tiempo. Mientras tanto ellos solo los entretienen y pasean el fin de semana.

A una mujer separada con tres hijos como yo, que siempre ha vivido con ellos, le es dificil rehacer su vida, mientras los hombres aparecen de nuevo totalmente solteros y libres, con todo el tiempo para pololear. Me encantaría que se entendiera, al momento de repartir las responsabilidades tras una separación, que no solo se trata del dinero, sino del tiempo para que cada madre y padre puedan tener el mismo espacio para sí mismos”.

Liliana Fernández tiene 51 años y es ingeniera comercial.

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