¿Podemos exigir responsabilidad afectiva después del quiebre de la relación?

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Navegar el duelo luego por un quiebre amoroso puede ser confuso y a veces hasta desgarrador. Incluso cuando pensamos que en esa última conversación lo zanjamos todo y que esa persona no es la adecuada para nosotras, la ambigüedad de las intenciones poco claras o el dolor que produce la indiferencia nos sigue haciendo daño. ¿Tenemos derecho de pedirle a alguien que ya no es nuestra pareja que sea responsable afectivamente?




Isidora Jiménez (25) terminó su relación de seis años hace casi dos meses. En ese momento acordaron con su ex que tendrían contacto cero, es decir, que no iban a verse ni interactuar por ningún medio. Sin embargo, a los días del quiebre su ex pareja le hizo una propuesta: acompañarse en el duelo. Y eso hicieron. “Para mí ha sido muy confuso porque siento que no he podido darle un cierre a nuestra relación porque hay algo inconcluso. Me he sentido extraña porque ya no somos una pareja, pero como nos hemos seguido viendo, dentro de mí sigue habiendo una esperanza de poder solucionar las cosas y volver a estar juntos. También me quedo con una sensación de abandono por el desinterés que él ha demostrado, algo que me ha hecho reflexionar sobre si vale la pena o no soportar el hecho de que no se comunique bien y no sea capaz de decirme lo que quiere de una manera clara. Es extraño porque no hay nada pactado después de que terminamos y es muy confuso”.

Este desinterés, que en el caso de Isidora y su ex pareja se ve reflejado en el hecho de que él la ignora, la busca sólo cuando la necesita y es ambiguo respecto a sus intenciones, crea confusión. Este silencio repentino, según explica Fernanda Ojeda (@ps.ferojedaharding), psicóloga especialista en duelo, puede demostrar que tu existencia deja de tener valor para el otro, algo que puede dañar profundamente el sentido de autopercepción de algunas personas, ya que la primera pregunta que emerge es: ¿hice algo mal? responsabilizándose del silencio que el otro ha establecido arbitrariamente.

“El otro quita la mirada de deseo sobre nosotros, y por ello impacta sobre las distintas partes que construyen nuestra identidad, haciéndonos dudar sobre nuestro repertorio de conductas, pensamientos, opiniones, gustos, intereses e imagen corporal. Por lo tanto, algunas personas quedan desnudas en su auto-percepción, desvalorizadas desde lo que son. Desde ahí pueden generar un relato hacia sí mismas en el que existe algo dañado o roto, razón por la cual la persona querida se marchó”, agrega la especialista.

Y al mismo tiempo, se genera la esperanza de que las cosas den un vuelco; que esa persona cambie la percepción que yo creo que tiene de mí y por tanto, volvamos a ser pareja o al menos a tener un vínculo sano y equilibrado. Es lo que le ocurre a Isidora, quien dice sentirse muy confundida respecto a lo que quiere y a si en realidad vale la pena quedarse para esperar a que eso ocurra. “Siento que estoy en una posición muy conciliadora, dispuesta a que cambien las cosas, pero no veo el mismo interés de la otra parte de hacer estos cambios realmente, tampoco de saber cómo estoy y cómo me he sentido durante este proceso. En cambio, veo un abandono; él me ignora y me habla sólo cuando me necesita. Tampoco es claro respecto a lo que él quiere, incluso cuando él bien sabe que el desinterés me hace mucho daño porque en los seis años de relación yo se lo comuniqué. Me gustaría creer que no lo hace para manipularme”, dice.

La política de “no-daño”

La responsabilidad afectiva es una manera ética de relacionarnos con otras personas, donde según explica Constanza Lastra, psicóloga y activista en La Rebelión del Cuerpo en esta nota de revista Paula, lo relevante está en ser honestas y poner bajo la lupa cómo nos hace sentir lo que queremos y deseamos. Sin embargo, el hacerse responsable no implica hacernos cargo de las expectativas de otras personas, “sino justamente poder conversarlas y establecer límites y acuerdos en conjunto; se trata de no pasar a llevar a alguien, pero sin pasarte a llevar a ti misma tampoco”, dice Lastra.

Cuando se establece una relación de pareja parece natural sentirnos con el derecho de exigirle a la otra parte que sea responsable afectivamente, pero cuando esa relación termina ¿podemos exigir algo? “Cuando un vínculo termina, sucede que una parte del otro ya no se encuentra disponible para dar aquello que alguna vez recibió como pareja. Por lo tanto, desde ese nuevo lugar no puedo exigirle al otro lo que ya no está disponible para ofrecer. Más que una responsabilidad afectiva, me parece que en lo que debemos trabajar, tras la pérdida, es en una responsabilidad de no-daño; esto quiere decir, de no agregar mayor sufrimiento al dolor real que ya habita en el otro. Muchas veces la responsabilidad de no-daño se trata de un ejercicio de prudencia en los tiempos que requiere el otro y en el respeto por los acuerdos que hemos tomado en nuestro proceso de ruptura”, dice la especialista en duelo, Fernanda Ojeda.

Bajo esta política de no-daño sí podemos formar acuerdos, que según explica Fernanda, son información que nos permite generar una estructura para saber cómo movernos en la separación, que además son capaces de producir la sensación de control de esta nueva realidad. “Es beneficioso que los acuerdos sean en base a lo qué entendemos cada uno por el término de esta relación y a las consecuencias que esto trae en las vidas de cada uno. En la medida en que podamos llegar a acuerdos, lo que hacemos es delimitar el marco en el cual nos moveremos tras la separación; qué será lo permitido, esperado y lo que ya dejará de existir en mi cotidianidad”, dice. Y agrega: “Me gusta pensar que estos acuerdos poseen un nivel de flexibilidad, no respecto al límite en sí, sino que son dinámicos y pueden volver a ser conversados dependiendo de las circunstancias en las que nos encontramos al ir transitando el duelo. Pienso que esto sobre todo ocurre cuando los que se separan tienen en común hijos, mascotas o una familia”.

Uno de los acuerdos puede ser establecer “contacto cero”, una técnica que consiste en cortar el acceso de y a la ex pareja, por todos los medios posibles —redes sociales, amistades en común, teléfono, mail o cualquier medio que les conecte— e incluso intentar sacar a esta persona de la mente. La psicóloga especialista en duelo agrega que esta técnica aporta a ese espacio de distancia entre las partes involucradas en la relación. “Me permite habitar el silencio de mi mundo interno, poder generar una distancia física y emocional para así hacer el trabajo del duelo y mirar con perspectiva los distintos momentos de la relación con sus implicancias. Sin embargo, para muchas personas transitar esta separación de forma abrupta puede ser intolerable y por ello, pueden recurrir frecuentemente a buscar ese vínculo que se ha perdido, una y otra vez”, dice.

En el caso de Isidora, este espacio donde decidieron volver a verse para acompañarse en el proceso no ha sido beneficioso y, al contrario, “ha sido muy confuso para mí porque se mezclan sentimientos y pareciera como que no es un término definitivo a nuestra relación, sino que es una puerta media entre abierta entre volver a estar juntos y no hacerlo. Viéndolo ahora me doy cuenta de que hubiese sido muy bueno que tuviéramos contacto cero desde el principio porque la intensidad del  duelo que viví en ese momento quizás no se habría prolongado hasta ahora”, concluye.

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