Pololear con un narciso: “Para las personas narcisistas, el otro es solo un reflejo o una extensión de sí mismos”
“Durante seis años mantuve una relación con una persona con un trastorno de personalidad narcisista. Lo conocí en la fiesta de navidad de una amiga hace siete años atrás, justo en un momento en el que yo me había peleado con gran parte de mi familia y me sentía mayormente vulnerable y desamparada. Fue, de hecho, lo que le dije cuando me preguntó por qué no estaba pasando la navidad en casa. Con un tono medio burlesco le respondí ‘estoy peleada con todos, así que mi amiga me tuvo que adoptar para las fiestas’. A lo que él me dijo ‘yo no hablo con mi mamá hace años’.
Ese comentario, justo en ese momento de mi vida y dado el contexto por el que estaba pasando, me llegó profundamente, probablemente más de lo que debió, porque sentí que era lo que nos iba a unir de ahí en adelante. Más que eso, sentí que yo lo podía entender y por ende ayudar. Ahora reconozco que ahí cometí un error, porque uno no debería establecer la relación con un otro desde ese nivel de dolor o sufrimiento, pero no me culpo porque también sé que en ese minuto no pude identificar que ese fue de los primeros actos de manipulación por su parte.
Porque el hombre narciso –o de rasgos narcisistas– se presenta, muchas veces, como una víctima desentendida. Puede también ser un hombre súper exitoso y codicioso, que busca conquistar abiertamente todo lo que se le cruce. Pero también está el narciso que mantiene una fachada inicial más sensible y vulnerable. Y justamente, la narrativa a la que recurre ese tipo de narciso tiene que ver con que ha sufrido y por ende necesita de la atención y alabanza constante de los demás. Porque ese sufrimiento lo hace mayormente especial y único.
De base, lo que hay en las personas narcisistas es un complejo de grandiosidad; de sentirse más que el otro y que ese otro te lo refuerce de manera permanente. Y para eso recurren a distintas estrategias de manipulación, sea lo que sea para conseguir la alabanza y adulación del otro. Si no existe esa alabanza, empiezan a devaluar y descalificar al que tienen al lado. Es muy complejo y muy duro para las que lo vivimos, porque fácilmente se genera una relación de codependencia y somos nosotras las que nos empezamos a sentir como que estamos constantemente en falta. Por no cumplir con esa alabanza constante. O por no decir lo correcto en el minuto preciso.
La fase inicial de seducción es muy importante para los narcisos, porque es ahí que se juegan todo para conseguir ‘el premio’. En esa etapa incluso parecieran escuchar, estar muy interesados y preocuparse por el otro, pero son estrategias de seducción porque lo que buscan es conseguir a esa persona. Una vez que la consiguen empiezan a perder el interés. Y si uno no les sigue el juego de adularlos, se vuelven fríos, distantes y muy críticos.
Y es que en definitiva son poco empáticos y no están viendo al otro realmente; porque el otro solamente es un reflejo o una extensión de sí mismos. El otro solamente existe en la medida que esté cumpliendo una función, y esa función suele ser la de seguir reforzando su ego. De ahí el mito del narciso, que se mira en el reflejo. Y de ahí que les cuesta realmente establecer relaciones que no sean instrumentales, o en la que el otro no sea simplemente alguien que viene a cumplir una función.
Además, una vez que la relación se vuelve cercana, se vuelven más evitativos y críticos. Es muy duro pasar por eso porque ellos no son capaces de verlo así, entonces no se llega a un consenso o un punto medio. En ese sentido, es muy perverso, pero cuando estás en esa dinámica, es difícil percibir esa perversidad como lo que es. Una se empieza a confundir y también a normalizar ciertos rasgos narcisistas, porque en parte todos los tenemos. El problema es cuando se vuelve patológico.
Muchas veces traté de salir de ahí, principalmente cuando me sentía agotada de tener que estar constantemente dándole la razón. Pero cual narciso, cuando yo empezaba a alejarme, se activaban sus estrategias de seducción. Y como el resto, según yo, eran sutilezas, seguía pensando que su intelecto, humor y picardía lo hacían encantador. No fue hasta que finalmente tomé la decisión de terminar, hace ya un año, que me di cuenta que al hacerlo me saqué un gran peso de encima. Desde entonces, me dediqué a conversar esto con especialistas para poder identificar realmente lo que hace de los narcisos personas tan cautivadoras.
Y mi alivio ha sido enorme. Desde que terminé esa relación ando por la vida menos cautelosa, menos preocupada, y sin una angustia constante en el pecho. En definitiva me doy cuenta que estaba agotada, sobre todo por tener que cuidar cada una de mis movidas, porque si no decía lo correcto se volvía una persona fría, distante y cerrada. Y ese vaivén emocional, marcado por cómo amanecía él cada día, es de lo más desgastante que me ha tocado vivir. Agradezco sobre todo haber empezado a comentar lo que sentía y lo que pasaba con amigas, cercanas y especialistas. Porque así pude identificar que cosas que yo había normalizado pero que siempre me generaron ruido, no tienen por qué serlo”
Teresa Martínez (31) es enfermera.
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