"Por nuestra casa pasaron muchos escritores, poetas, pintores, actores y bailarines". La casa en que crecí: Bárbara Cortinez

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Después del terremoto del 60' mucha gente decidió irse de Valdivia, pero nosotros llegamos. Mis papás decidieron irse a vivir a esa ciudad desde Santiago porque a mi papá le habían ofrecido un puesto de trabajo en la Universidad Austral. Somos cuatro hermanos y en esa época mi hermano menor prácticamente había recién nacido. Al principio mi mamá no estaba muy convencida de irse a una ciudad tan pequeña, para ella Valdivia era un lugar para vacacionar. Ella era bailarina clásica, estudiaba en la escuela del Teatro Municipal, y todo su mundo estaba en Santiago.

La casa en que crecí era de color blanco, estaba frente a una placita en la calle Aníbal Pinto, tenía dos pisos, dos chimeneas y el suelo estaba cubierto por un parquet antiguo que tenía un diseño intrincado que le llamaba la atención a toda la gente que venía a vernos. Mis hermanos tenían su propia pieza en el segundo con acceso a una especie de buhardilla con las vigas a la vista y el techo inclinado. Ese espacio mi hermano lo convirtió en su refugio personal. Él mismo lo limpió y lo habilitó completamente, ya que cuando llegamos a esa casa no había nada ahí, solo polvo. Recuerdo que como en esa época ya era adolescente, instaló luces de colores, llenó las paredes de afiches y posters de grupos musicales, llevó sillas, un escritorio e incluso colgó su propia hamaca.

Mi hermana y yo compartíamos una pieza que también estaba en el segundo piso, pero la verdad es que era más la pieza de mi hermana que mía. Yo era muy desordenada y ella todo lo contrario, así que muchas veces me mandaba durante el día a una habitación más pequeña que estaba desocupada en el primer piso para que no le desordenara sus cosas. En ese primer piso estaban también la cocina, el living, el comedor y el dormitorio de mis papás. Recuerdo claramente escenas de nosotras tres, mi mamá mi hermana y yo, metidas en el baño de mis papás arreglándonos el pelo o maquillándonos para salir cuando éramos adolescentes. Justo al lado de su pieza mi mamá tenía una habitación más pequeñita que hacía las veces de oficina, con fotos de bailarinas de ballet famosas y una mesa al lado de la ventana.

Nuestra casa estaba llena de libros por todas partes. Recuerdo que en el comedor, teníamos una mesa cuadrada muy pequeña en la esquina y en el lado opuesto un mueble enorme de madera con cajones y repisas llenas de libros. En el living prácticamente todas las paredes estaban cubiertas de estanterías con libros que llegaban del suelo hasta el techo. A pesar de que mi papá era abogado de profesión, cuando nos fuimos al sur empezó a escribir poesía. Esa fue su verdadera pasión. Se unió a otros poetas de la generación Literaria del 60', como Omar Lara, y conformaron el Grupo Trilce, que fue una agrupación literaria bastante conocida en esa época en Chile.

Como mis dos papás estaban muy involucrados con la cultura y el arte, por nuestra casa pasaron muchos escritores, poetas, pintores, actores y bailarines. Al principio yo era muy chica y no me daba cuenta, pero crecer en ese ambiente me marcó mucho. Me hizo amar la poesía e interesarme por la literatura y el arte en general. De niña mis papás recibían a distintos personajes que viajaban al sur a participar en obras o actividades y que venían a nuestra casa a almorzar. A nosotros nos mandaban a la cocina porque no cabíamos todos en el comedor, pero como a mí me encantaba ese mundo, me las arreglaba igual para conseguir que me firmaran una libreta con recuerdos y dedicatorias de artistas de la época que guardo hasta el día de hoy. Durante esos almuerzos conseguí firmas de la poetisa Delia Domínguez, el pintor Enrique Lafourcade, la actriz Malú Gatica e incluso de Pablo Neruda.

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Neruda visitó Valdivia y almorzó en nuestra casa una vez. Recuerdo que quedó fascinado con un canasto de mimbre enorme que tenían mis papás en un pasillo, y que nosotros usábamos cuando éramos niños para escondernos. Le gustó tanto el canasto, que mi papá se lo regaló. Resultó que muchos años después yo estaba visitando la casa de Neruda en Isla Negra con mi mamá y un grupo de amigas y al entrar en una de las habitaciones nos encontramos él.

En 1967 mi papá se ganó una beca para irse a Estados Unidos a hacer una maestría. Como nosotros todavía éramos muy chicos mi mamá no quiso que nos fuéramos todos. Así que mis tres hermanos y yo nos quedamos junto a mi mamá y a nuestra nana Dorita que se convirtió en una segunda mamá para todos nosotros. Si bien en un principio mi mamá no estaba muy entusiasmada con Valdivia, la ciudad la terminó encantando, y abrió su propia academia de danza, en la que yo misma estudié ballet por muchos años.

Mis dos hermanos mayores y yo terminamos dedicándonos a temas relacionados con el arte. Mi hermana estudió literatura, mi hermano trabajó muchos años en cine y yo estudié literatura alemana e historia del arte. Creo que mi vida tomó un rumbo vinculado a la cultura porque es algo en lo que estuve inmersa desde muy chica, y que hasta el día de hoy me fascina. Lo he buscado no solo a través de la carrera que estudié, sino que también a través de los trabajos que he elegido y de la vida que vivo hoy. Mi casa está llena de cuadros, algunos que recuperé de la casa de mis papás y otros propios. Hasta el día de hoy guardo las libretas con dedicatorias de artistas, los libros de poesía y los cuentos que escribió mi papá o que nos regalaron cuando éramos niños. Son un tesoro para mí.

Bárbara Cortinez (58) vive en Santiago y practica ballet.

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