“La bicicleta ha hecho más por la emancipación de la mujer que ninguna otra cosa en el mundo”, señaló en el siglo XIX la feminista y sufragista Susan B. Anthony, al referirse al papel que jugó este invento en la liberación femenina. Lo cierto es que, este medio de transporte, parte del paisaje urbano, es uno de los desarrollos tecnológicos que permitió a las mujeres desplazarse por sí mismas sin depender de otros, movilizarse a favor del sufragio feminista e incluso dejar de usar la falda y comenzar a llevar el pantalón.
La invención de la bicicleta y su masificación fue determinante en la libertad y la consolidación de los derechos de las mujeres. “De esta forma, en sociedades en que la bicicleta ha sido prohibida para ellas, y en que se han modificado normas escritas y sociales, así como mitos y enfermedades asociadas a su uso, se han derribado estereotipos, consolidando nuestra autonomía a partir de los desafíos planteados desde este medio de transporte”, señala Paola Tapia, ex ministra de Transportes y Telecomunicaciones y fundadora de Mujeres en Movimiento.
Desde su creación la bicicleta se constituyó en una herramienta para denunciar, concientizar y expresar causas sociales y políticas. Su simpleza y versatilidad hizo que las mujeres vieran en este medio de transporte una forma práctica para manifestarse y hacer visibles sus luchas. Daniela Suau, ciclista urbana y activista de movilidad sustentable agrega: “La bicicleta llegó a manos de las mujeres antes que su derecho a votar, transformándose en un aliado para obtenerlo. A fines del siglo XIX, fueron muchas las mujeres que se sumaron a la revolución con pedales, desafiando las reglas establecidas de la época sobre lo que podían hacer y lo que no”.
Así fue como la bicicleta se transformó en un instrumento que les permitió a las mujeres conseguir más libertades. Daniela Suau señala que en 1890 se llegó a hablar de una ‘Nueva Mujer’, que rompió con las convenciones sociales (incluida su vestimenta), movilizándose de manera libre, llegando a lugares que antes no le estaban permitidos –gracias a la bicicleta- y del mismo modo que lo hacían los hombres de la época.
“En la actualidad, la bicicleta sigue cumpliendo ese rol, no solo para las mujeres sino para la sociedad en su conjunto y en Chile el mejor ejemplo es la amplia convocatoria que consiguen todos los domingos, desde el estallido social de 2019, la Revolución Ciclista. Así como también las diversas cicletadas feministas y de disidencias, cada vez que llaman a movilizarse en bicicleta, para evidenciar nuestras demandas, como el derecho a la ciudad de disidencias, mujeres y niñas, el derecho a los cuidados y a una vida libre de violencia, entre otras temáticas”, sostiene Suau.
Una ciudad para nosotras
Son múltiples y diversas las barreras a las que se deben enfrentar las mujeres chilenas a la hora de utilizar la bicicleta como medio de transporte. Estas tienen que ver con las formas de movilidad que existen, la manera en que está construida la ciudad, los elementos sociales, culturales, económicos e incluso de género, y la inseguridad.
En julio de este año, el Observatorio Contra el Acoso Chile, concluyó que 1 de cada 10 mujeres ha sufrido acoso callejero, y que además este comienza a los 11 años. “A esto se suma que existen robos, lugares donde la iluminación es deficiente, muchos kilómetros donde no hay ciclovías o son utilizadas por motoristas como estacionamiento de autos o se terminan abruptamente”, sostiene la socióloga Evelyn Norambuena.
Según Daniela Suau, otros de los factores que impiden el libre tránsito de las mujeres en bicicletas es que las ciudades están hechas por y para los hombres. “Una de las principales barreras que enfrentamos las mujeres a la hora de movilizarnos –independiente del medio- es no poder ejercer nuestro derecho a la ciudad. Pero esta problemática no es exclusiva de las mujeres, sino que también la enfrentan las disidencias, las niñas y niños, las personas con movilidad reducida, las y los adultos mayores y quienes desempeñan labores de cuidado de otras personas. Así, la bicicleta emerge como un símbolo político y de resistencia frente a la hegemonía y la supremacía del automóvil”.
Si para una mujer ya es un riesgo desplazarse por la ciudad a pie, en bicicleta lo es todavía más. Esto porque la infraestructura tampoco está pensada en nosotras y muchas calles o ciclovías carecen de iluminación que den seguridad en caso de sufrir algún ataque de noche, por ejemplo. Sobre esto, Paola Tapia señala que “de acuerdo a la reciente encuesta Santiago como Vamos, un 13,9% de las mujeres elige la bicicleta como ‘transporte ideal’, lo que da cuenta de que su uso sería aún mayor si no existiera tanta insatisfacción ante las ciclovías de la ciudad (27,2%). Las mujeres principalmente demandan un medio de transporte seguro, de calidad y eficiente en cuanto a los tiempos de desplazamiento, por ello es esencial contar con la infraestructura necesaria para que su utilización pueda masificarse entre todas”.
Iniciativas que ayudan
Ante la necesidad de salir acompañadas y no pedalear solas, es que hace algunos años María José Vallejos (41) y Romanet Sepúlveda, crearon Viejas Cleteras, una gran comunidad de mujeres ciclistas, que juntas se han tomado la ciudad. “Por muchos años este deporte se asoció al género masculino y ven en nuestra comunidad un grupo donde aprenden junto a otras a empoderarse y ser autovalentes con la bicicleta”, cuenta María José Vallejos. Así, sus creadoras realizan para sus integrantes talleres educativos, campamentos, entrenamientos personalizados, capacitaciones y charlas nutricionales con el fin de entregarles a las mujeres todas las herramientas para que ellas se empoderen en el mundo ciclismo.
Inicitativas como estas son las que Paola Tapia extraña en las políticas públicas de gobierno. Ella asegura que es necesario fomentar el uso de la bicicleta, proporcionando la infraestructura necesaria y eficiente. “Es importante capacitar a más mujeres para su uso y mantención, como hacen una serie de colectivos de la sociedad civil que promueven su utilización. Asimismo, debiera existir, por parte del gobierno, acciones concretas que fomenten la elección de este medio, como rebajas tributarias a empresas que adopten medidas para facilitar su promoción, así como a personas que las utilicen. Todo ello debe ir acompañado de campañas y de una política de educación que es trascendental para el uso compartido de las vías entre hombres y mujeres y entre ciclistas y automovilistas”.