¿Por qué las mujeres sentimos culpa?




Toda sociedad controla a su población ya sea por culpa o por vergüenza, argumenta la antropóloga Ruth Benedict. “O la sociedad avergüenza públicamente el mal comportamiento o enseña a los individuos a internalizar su moral y reprenderse a sí mismos. Para las mujeres, la sociedad ha pasado de una sociedad de la vergüenza a una sociedad de la culpa. Solíamos quemar brujas, coser letras rojas en adúlteras, humillar a las mujeres que tenían relaciones sexuales fuera del matrimonio. Sin embargo hoy no es necesario, simplemente dejamos que se torturen”. Y es que la culpa es una característica femenina tan penetrante que sorprende por su ausencia. Así lo confirman varios estudios, como uno publicado en el Reino Unido, que mostró que el 95% de las mujeres se habían sentido culpables al menos una vez en las 24 horas anteriores.

Pero no es necesario confirmar con investigaciones algo que, probablemente todas, vemos y vivimos a diario. ¿Por qué las mujeres sentimos culpa? Básicamente por todo. Porque no cumplimos con las expectativas de otras y otros, porque como cualquier persona no estamos felices y sonrientes todo el tiempo, porque nos sentimos solas, porque nos quejamos, porque disfrutamos del sexo, porque nos masturbamos, porque decidimos ser madres en un planeta que tiene pandemias y crisis climáticas, y también porque decidimos no serlo. Porque queremos más tiempo para nosotras, porque nuestros hijos se caen o se lastiman, porque regresamos al trabajo después de parir, porque no lactamos o porque sí, porque tuvimos una cesárea. En resumen, porque somos mujeres.

Esto no viene de la nada. Es una culpa que aprendemos a medida que avanzamos en una vida de líneas cuidadosamente trazadas. Ser mujer es moverse entre barreras invisibles y recibir descargas eléctricas cuando intentas escapar de ellas. “La forma en que te ves, las cosas que dices, la forma en que te comportas o a dónde puedes ir están cuidadosamente limitados. Es lo que aprendes cuando el campo de fútbol ocupa todo el patio de la escuela y solo los niños juegan allí y las niñas se quedan para jugar en los márgenes. Cuando hablas demasiado en clase y te llaman sabelotodo, o más tarde cuando te atreves a abrir la boca en una reunión de trabajo y tu colega te interrumpe. Cuando el sexo se define por un orgasmo masculino, y tu placer es secundario. Cuando miras vallas publicitarias y revistas y las únicas mujeres que miran hacia atrás son pequeñas y retocadas, y la gente te da consejos sobre dietas para que puedas emularlas”, dice un artículo publicado en el sitio Star Kraving.

A medida que crecemos, aprendemos que no tenemos derecho a ocupar espacio, no tenemos derecho a una opinión, no tenemos derecho a placer sexual. Las mujeres sentimos que constantemente estamos pidiendo demasiado. La socióloga y periodista colombiana Mafe Cardona, creadora del podcast @lamalamama explica que la culpa es un mecanismo de control ya que nos hace pensar que no es la sociedad la que está equivocada respecto de lo que espera de nosotras, sino que somos nosotras las que estamos mal porque no nos parecemos a un cierto estereotipo de mujer. “Tiene que ver con la forma en que hemos sido socializadas y con cómo nos crían. Y esto no es culpa precisamente de nuestras madres, porque cuando somos mamás repetimos patrones, esto es parte de un contexto social”, dice. “Hay que entender la relación sociedad-individuo (hombre o mujer) como una dialéctica, es decir, hay un condicionamiento: la sociedad condiciona al hombre y a la mujer, y a su vez ellos condicionan a la sociedad. Y hay ciertas condiciones de las que a las personas nos cuesta mucho salir. La culpa en este contexto es como un policía interno que nos está diciendo constantemente que lo que hacemos no se adecua a lo correcto. El tema es que es más duro con las mujeres”, agrega.

La culpa es el hilo conductor de nuestras vidas y es mucho más fuerte que la que puede sentir un hombre. “¿Un hombre siente culpa por tener sexo casual o por no ser el padre perfecto? ¿Un hombre que es papá siente culpa por pasar ocho horas fuera de la casa porque trabaja de manera remunerada? ¿Un hombre siente culpa?”, se pregunta Mafe y dice que sí, que puede que sienta culpa, porque a la mayoría de las personas nos socializaron con la creencia de los pecados y por lo tanto la existencia de reglas divinas que hay que seguir para la salvación del alma. Sin embargo en ellos, la mayoría de las veces, es una sensación pasajera, pues cuando se es hombre hay más derechos, justificaciones y perdones.

“La religión católica en nuestra cultura -y en América Latina en general,- tiene la figura de la virgen María muy potente, la figura de una mujer sin sombra, perfecta, que ama a su hijo por sobre todas las cosas, que es sacrificada. Entonces cuando una mujer no cumple un ideal siente culpa porque cree que lo que está mal es algo en ella. Si no soy la mamá sacrificada, creo que soy egoísta. Si no soy una mamá incondicional, es que no quiero lo suficiente a mis hijos. Y esto no ocurre solo en la maternidad, una mujer que no es lo suficientemente femenina, cuidadora o servicial, siente culpa. Y esto ocurre porque la sociedad ejerce control no solo diciéndonos que estamos equivocadas, sino que haciendo que nosotras nos sintamos culpables”, explica Mafe.

Asegura también que cuando las mujeres hacemos lo mismo que los hombres el castigo es mucho más fuerte. “¿Cuántas mujeres no fueron (y son) maltratadas, violentadas o asesinadas por hablar duro, estar en desacuerdo, buscar la libertad, salirse de los moldes o decir que no? La respuesta es miles. Y lo peor, es que dicen que es nuestra culpa por ser diferentes, por no quedarnos calladas, por actuar como no se espera que lo hagamos. En definitiva, por malas”. Y esto ocurre porque nos educan para ser “correctas”. “El sentimiento de culpa sirve para garantizar que no nos salgamos de nuestros deberes o para que recordemos que no somos lo suficientemente buenas”, asegura Cardona.

Hay quienes dicen que la culpa es necesaria porque nos moviliza. “Un ejemplo es cuando a las madres en círculos de crianza les dicen que sienten culpa porque no están pasando suficiente tiempo con sus hijos y que esa culpa las va a movilizar a que pasen más tiempo de calidad con ellos. Pero me parece que es muy complicado que lo que las movilice sea la culpa y no el interés por estar más tiempo con ellos”, agrega y señala que “en ese sentido se trata de un discurso culpabilizador hacia nosotras, porque al hombre se le perdona que sea mal padre, mal esposo o mal trabajador, pero a la mujer no se le perdona ninguna de estas cosas. Es más, ser mala madre es lo peor que le puede pasar a una mujer”.

Por eso Mafe plantea que la culpa debe dejar de ser el motor de nuestras acciones. “Debemos cambiar la narrativa de la culpa. “Si una mujer decide no ser infiel no debe ser porque con eso se transforma en una mala mujer, sino que porque ella llegó a un acuerdo con su pareja de tener una relación monógama y no quiere herirlo. Y esto es importante, porque una sociedad que se basa en la culpa como la forma de movilizarte y reprimirte, es una sociedad que no conoce de empatía y amor por el otro. Es una sociedad violenta, porque la culpa es violenta”. Y aunque suene muy utópico, vivir sin culpas, por lo menos sería un paso que las mujeres sepan gestionarla. “El mandato que plantea que debemos abandonar la culpa no es bueno, porque dejar la culpa no es fácil. Debemos gestionarla para que no nos mate, no nos atraviese, nos destruya; porque esa culpa no es nuestra sino que de una sociedad que nos hace sentirla”.

La escritora Rosa Montero en su libro Nosotras, escribió: “Siempre he dicho que habremos alcanzado la verdadera igualdad social cuando podamos ser tan necias, ineficaces y malvadas como lo son algunos hombres sin que se nos señale específicamente por eso”. Y Mafe agrega: “Y sin que nos culpen y nos sintamos culpables por ello”.

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