¿Por qué no debemos utilizar la salud mental como un arma legal?

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Sin duda el evento que ha revolucionado al mundo del espectáculo en el último mes ha sido el esperado juicio por difamación que tiene como protagonistas al actor norteamericano Johnny Depp y a su ex esposa, la actriz Amber Heard. En 2018 el Washington Post publicó un artículo en el que ella abogaba por mejores condiciones en el tratamiento de las víctimas de violencia sexual en Estados Unidos, haciendo alusión a que ella había sido víctima de violencia doméstica. Si bien el texto no mencionaba a Depp directamente, la cronología de los eventos que narró Heard en dicha oportunidad coincidían con su matrimonio y posterior quiebre con el actor. Por ello, Johnny Depp la acusó de difamación y de haberle causado daños monetarios y perjuicios como la pérdida de importantes contratos de trabajo.

El juicio que siguió ha sido altamente publicitado y lleva más de dos semanas de testimonios que pueden ser vistos en tiempo real por el público, un contexto en el que pareciera ser más importante que nunca cuidar qué y cómo se dicen las cosas. Especialmente cuando se habla de temas sensibles como la salud mental de las personas. Esto porque una de las psicólogas y testigo experta del caso, Shannon Curry, contratada por la defensa de Johnny Depp, diagnosticó a Amber con un trastorno histriónico de personalidad en medio del juicio.

Curry señaló que quienes padecen de dicho trastorno son personas que “muestran altos niveles de crueldad” y que, además, “están muy preocupadas de su imagen”. La experta agregó que tienden a jugar el rol de víctimas o princesas para obtener lo que quieren y que, en muchos casos actúan de forma exageradamente femenina e infantil para evitar la crítica o el reproche de otros. Además según su testimonio se trataría de personas que sienten “extremos niveles de malestar cuando no pueden ser el centro de atención” y que son capaces incluso de crear falsas historias para volver a posicionarse en el rol de protagonistas. Sin embargo, según el manual de desórdenes psiquiátricos DSM V, este trastorno de personalidad afecta tan solo entre un 1% a un 3% de la población haciéndolo una condición poco común. Este texto lo describe como un trastorno en el que las personas son dominadas por la emotividad excesiva y en las que hay una constante búsqueda de atención. Generalmente comienza a manifestarse en las primeras etapas de la adultez y se presenta en distintos contextos de la vida de la persona.

Pero más allá de las diversas definiciones, e independiente de la opinión que nos merezca el actuar de cada una de las partes enfrentadas en el juicio, hay un punto que parece estar claro: la forma de describir un diagnóstico de salud mental puede contribuir enormemente a los estigmas que ya existen sobre estos temas. La psicóloga clínica miembro del Centro Interdisciplinario de la Mujer, Carolina Mutschler, explica que el problema no es el diagnóstico en sí mismo, sino la forma en la que se expresa y el uso que se le da en algunos casos. “El llamado de atención por parte de especialistas en salud mental especialmente con enfoque de género, es a tener cuidado con estas etiquetas que se le asignan a una presunta sobreviviente de maltrato familiar en un intento por desacreditar sus afirmaciones”.

Mutschler aclara que el trastorno histriónico de personalidad, efectivamente está descrito en los manuales de psiquiatría y se caracteriza porque la persona presenta un patrón de excesiva emotividad y búsqueda de protagonismo. Por otra parte, un estudio epidemiológico sobre el trastorno histriónico de personalidad determinó que éste es hasta cuatro veces más prevalente en mujeres que en hombres. Lo que ha contribuido a aumentar el estigma entorno a la patología. “Aparte de la controversia que implica el diagnóstico en sí, hay que mencionar que se diagnostica principalmente en mujeres, a quienes la expresión de las emociones y del comportamiento en general, les ha sido históricamente normado, censurado y muchas veces castigado socialmente en función de lógicas de poder”, comenta la especialista. “Esto teniendo además en consideración que los trastornos de personalidad en general se determinan en función de cuánto disienten de la expresión cultural adecuada o esperable”, agrega Mutschler.

Lo que se ve en este juicio, entonces, es la utilización de una condición de salud mental como una especie de arma legal que busca debilitar —o al menos cuestionar— el testimonio de una de las partes, en este caso de Heard. Pero como explica la psicóloga Carolina Mutschler, “deben cumplirse ciertos criterios para que pueda diagnosticarse un trastorno”. En este caso deben expresarse emociones de manera teatralizada, ser fácilmente influenciables por otras personas, desarrollar actitudes de seducción o de provocación utilizando el aspecto físico para llamar la atención, presentar cambios emocionales rápidos y bruscos o considerar relaciones más íntimas de lo que son. Además, la especialista agrega que es muy importante considerar que estos rasgos suelen estar presentes en mayor o menor grado en todas las personas. “Muchos expertos se desenmarcan de categorías diagnósticas y llaman a dejar las etiquetas guiándose más bien por cuán interferentes, limitantes o generadores de dolor resultan los trastornos en la relación de la persona consigo misma y con los demás”, agrega.

Carolina Mutschler insiste en que el problema no es el diagnóstico en sí mismo sino la forma en la que se expresa y el uso que se le da en algunos casos. El principal cuestionamiento según la especialista en casos como el de Depp y Heard, es el hecho que muchas veces, las patologías se manipulan. Y si bien los diagnósticos son herramientas útiles que pueden ayudar a los pacientes a obtener claridad y tranquilidad respecto de su condición y a iniciar terapia farmacológica, según explica la experta, no deben ser usados con otros propósitos. “Hay casos en los que diagnósticos de psicología y psiquiatría se usan como armas en procesos judiciales y eso contribuye a seguir reforzando sesgos, discriminaciones y estigmatizaciones en el ámbito de la salud mental”, concluye.

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