¿Por qué seguimos fingiendo el orgasmo?
“Para no preocupar o insegurizar a mi pareja de que no hizo algo bien en su desempeño sexual”.
Así respondió una mujer bisexual de 24 años a la pregunta ‘¿Por qué fingimos el orgasmo?’, abordada en la encuesta de Placer y Sexualidad que realiza la ONG La Rebelión del Cuerpo.
El estudio, que consideró una muestra de 2243 mujeres de entre 18 y 78 años, develó que un 75% de ellas había fingido –o finge de manera regular– el orgasmo. Cuando se les preguntó por qué, para poder profundizar de manera cualitativa en las razones, se evidenció que la principal tenía que ver con las ganas de dar por terminado el acto sexual.
El desglose de eso dio cuenta de que detrás de esas intenciones está el cansancio, el aburrimiento, la desconexión con el propio cuerpo, la incomodidad y la falta de disfrute y placer. Y eso –contrario a lo que se podría inferir, producto de una mayor concientización del auto conocimiento y auto placer en este último tiempo– es transversal a todas las edades y orientaciones sexuales.
Lo que revelan los testimonios recogidos es que se sigue concibiendo el orgasmo como el fin último –o punto culmine– del encuentro sexual, como si se tratara de un acto que tiene la capacidad de tildarlo de ‘exitoso’ o no; que no llegar a esa instancia puede herir el ego y la susceptibilidad del otro; que fingirlo sirve para evitar conversaciones incómodas y, por sobre todo, que muy poco ha cambiado en las nuevas generaciones. Mujeres de 20 y mujeres de 60 siguen fingiendo orgasmos por las mismas razones.
Es más, son las de edades más avanzadas las que han tomado la decisión, en muchos casos, de dejar de hacerlo, como si se tratara de una postura en contra de la excesiva complacencia –o necesidad de complacer al otro– que ha marcado sus vidas.
Javiera Vera, psicóloga y activista de la Comisión de Investigación de La Rebelión del Cuerpo, lo explica así; “Lo que vimos es que fingir el orgasmo tiene el beneficio percibido de dar un término ‘limpio’ al acto sexual, complaciendo al otro y evitando conflictos. Pero lo que llama la atención es que las más jóvenes, que han puesto temas sobre la mesa y abierto conversaciones desde distintas veredas, entre ellas desde el feminismo, replican las mismas conductas de siempre. Los cambios que se ven, vienen de mujeres más adultas, que deciden erradicar ciertos aprendizajes arraigadas por una sabiduría de la experiencia y porque ya no les hace sentido”, reflexiona.
“La adolescencia y la juventud son etapas de conformación de identidad, en las que la mirada del otro es muy importante, entonces desde ahí no es tan raro que se sigan replicando conductas aunque estén puestas en tela de juicio. Las más jóvenes no necesariamente vienen con un cambio de chip”, sigue la especialista.
Así mismo lo expresó una mujer bisexual de 28 años, quien dijo haber fingido orgasmos en el pasado porque “sentía que tenía que hacerlo, que era parte del placer del hombre. No sabía cómo llegar a eso y mi círculo cercano de amigas estaba en la misma situación”. Otra respuesta, entregada por una mujer lesbiana de 23 decía lo siguiente: “Me pasa que estoy teniendo un momento muy placentero, pero que se desinfla antes de llegar al clímax, a veces por cosas que me distraen o quizás por alguna desconexión con mi cuerpo. Entonces prefiero fingir que todo sigue bien en vez de comunicar que ya no estoy sintiendo placer”.
Otras respuestas incluyen la de una mujer de 45 que dice que “cuando me distraigo demasiado durante el acto sexual, prefiero fingir, para que acabe. Sé que es una tontería, que debería decirlo, pero hay que dar explicaciones y eso me agota”. Y otra de 28 explica que “antes lo hacía casi como un acto impulsivo. Creciendo me di cuenta que es más positivo para el vínculo no fingirlo y, sobre todo, más positivo para mí”.
¿Por qué, entonces, si somos más conscientes, si nos hemos educado más, si hemos visibilizado ciertos temas que solían quedar relegados a la esfera del estigma y el tabú, si hay mayor conocimiento de conceptos y mayor inclusividad –hasta cierto punto–, las preocupaciones siguen siendo las mismas?
Javiera es enfática al decir que con todo eso, igual estamos insertas y hemos crecido –las de 18 y las de 70– en una sociedad inequitativa, jerárquica y patriarcal. “Estamos consientes de ciertos daños estructurales que nos han causado respecto a nuestra imagen y a cómo debemos ser, y si bien podemos cuestionarlos y reflexionar, la sociedad sigue teniendo esas expectativas sobre nosotras”, desarrolla.
“Pongámoslo de esta manera, por mucho que me pueda dar cuenta de que ser más flaca no es necesariamente lo más deseable o importante, si pierdo un par de kilos probablemente me voy a alegrar. Las que crecimos en los 90 y las que crecieron antes o después. Lo que pasa hoy es que estamos habitando cierta contradicción y eso siempre es incómodo; tratamos y esperamos que haya cambios de paradigmas, pero las bases culturales en las que nos hemos desenvuelto, siguen siendo las mismas”.
Y por eso, por mucho que nos demos cuenta de ciertas cosas, o que no esperemos ciertos comportamientos de nosotras mismas a estas alturas del partido, seguimos replicando patrones interiorizados.
El aburrimiento y la desconexión con el propio cuerpo
De base, lo que transmite el estudio es que no se ha puesto el foco en el placer femenino. Eso lo sabemos bien. Y a ese gran tema paragua, se le suman una serie de subtemas colaterales igualmente importantes, como que el placer siempre está puesto en el otro y las mujeres actuamos mayormente en función de eso; que a nosotras no se nos incentivó la auto exploración; que la falta de una educación sexual integral ya es inminente. Además, está el factor tiempo que adquiere una relevancia particular para las mujeres porque, en definitiva, escasea. Y una falta de entendimiento general de lo que constituye una relación sexual y las complejidades que puede alcanzar, nociones que históricamente han sido muy permeadas por el imaginario del porno.
Pero, como explica Javiera, también se expone otro tema; en todas las razones que nombraron las mujeres encuestadas, de base está el lugar complaciente en que nos posicionamos cuando se trata de la sexualidad. “Cuando entiendo la sexualidad como algo que tiene que hacer feliz a la otra persona, dejo de pensar en mí. Y es curioso porque en un juego de cartas, si nos aburrimos, dejamos de jugar. Pero algo pasa con la sexualidad que no podemos dejar de desarrollarla por miedo a que el otro sea infeliz y al parecer el bienestar de ese otro es mucho más importante que el nuestro”.
En la encuesta también se establece que muchas acceden a tener relaciones sexuales incluso cuando no hay ganas. “Detrás de eso está la idea de satisfacer al otro, entendiendo que ese complacer al otro puede ir incluso en desmedro de mi propio placer”.
Ahí, nuevamente, se cruzan varios factores; hacerle creer al otro que se trata de una relación sexual satisfactoria, que cumple con las expectativas sociales; cuidar ciertas masculinidades frágiles; y evitar ciertas conversaciones. “Pero insisto en que pasa en parejas homosexuales también en las que, en vez de tener estas conversaciones, se niega la exploración del propio deseo. Mientras me siga conformando con poder terminar una relación sexual fingiendo el orgasmo, dejo de explorar otras posibilidades y prácticas que me pueden gustar a mí”.
Jane Morgan, fundadora y dueña de Japi Jane, la tienda de juguetes sexuales y plataforma educativa que vela por la auto exploración y sexualidad plena, también comparte su perspectiva. En los 17 años que lleva en Chile, y en los que ha podido observar el cómo se desarrolla la sexualidad en el país, percibe que las mujeres le están poniendo cada vez más énfasis al autoconocimiento y auto placer. “Hay una mayor apertura que no era el caso hace un par de años, sin embargo, ese goce y autoconocimiento quizás no se está reflejando en la comunicación en pareja, sea homosexual o heterosexual”, explica.
“Lo que muestra este estudio es que el orgasmo se sigue viendo como la manera de dar fin a un encuentro sin dañar el ego del otro. Pero al menos sabemos que estamos teniendo orgasmos, aunque fingirlos se ocupe como un comodín para terminar el encuentro sexual. Hace unos años las mujeres fingían orgasmos porque no sabían tenerlos, o porque no sabían cómo alcanzarlos. Me parece que ya que estemos hablando de esto, es un avance”.
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