¿Qué significa ser una persona de alto afecto negativo?
En 1998 los psicólogos estadounidenses David Watson, Lee Anna Clark y Auke Tellegen desarrollaron un cuestionario para medir y clasificar ciertos rasgos de personalidad frente a acontecimientos puntuales o en periodos temporales determinados. Llamado Positive and Negative Affect Schedule, la encuesta –que se sigue usando por profesionales del rubro hasta la fecha– pretendía medir la predisposición de las personas a percibir de manera más intensa emociones negativas o positivas, agrupándolas en dos variables de personalidad: las de alto afecto positivo y alto afecto negativo.
El cuestionario postulaba ciertas situaciones puntuales y entregaba distintas opciones de reacciones emotivas –tales como la ira, el entusiasmo, la culpa, el miedo, la irritabilidad, el distrés, la alegría y la determinación, entre otras– y el encuestado debía señalar del uno al cinco (uno siendo nada y cinco siendo mucho) qué tan identificado se sentía con tales emociones frente a la situación establecida. Aquellos que se sentían más propensos a las emociones positivas tenían, según los especialistas, una tendencia al estado afectivo positivo y por ende se ajustaban a la clasificación de personas de alto afecto positivo. Mientras que las personas proclives a experimentar emociones negativas con mayor facilidad constituían el grupo de personas de alto afecto negativo.
No se trataba, en definitiva, de un diagnóstico rígido o una condición permanente. Tampoco de un trastorno mental como lo es la depresión o la bipolaridad –aunque los rasgos de las personas de alto afecto negativo pudieran ser indicativos de una posible depresión–, sino que de dos clasificaciones que servían para entender las tendencias en la personalidad frente a eventos específicos y en periodos de tiempo determinados, más allá de que la misma persona pudiera transitar entre una variable y otra dependiendo del contexto. Dos dimensiones que daban cuenta de cómo se percibe el mundo –de acuerdo a la definición propuesta por el cuestionario– y, en consecuencia, cómo se reacciona.
Como plantea el estudio, el afecto positivo alto (PA) va directamente relacionado a las emociones de entusiasmo y alerta. Se trata de un estado de alta energía, concentración y compromiso placentero. Mientras que el afecto negativo alto (NA) es una dimensión que se caracteriza por la angustia y una serie de estados anímicos aversivos, como la ira, el desprecio, el asco, la culpa y el miedo. En otras palabras, mientras que las personas de afecto positivo experimentan emociones positivas e interactúan desde la positividad, los de afecto negativo sienten más las emociones negativas e interactúan desde ese malestar, percibiéndose a si mismos y al entorno de manera negativa.
O, como explica el psicólogo de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Hernández, aunque no del todo opuestas, dos disposiciones para enfrentar el mundo. "Este concepto, que se usa mucho en la investigación psicológica, aborda la intensidad, si es que lo mides en momentos, con la cual se experimentan las emociones negativas o positivas. Se trata de un estado afectivo (afectivo de lo que nos afecta) y su duración es relativa. Lo que sí es más permanente son las características de personalidad que disponen a que experimentemos más afectos negativos o positivos. Lo que nos hace ser tendientes hacia un lado más que el otro", explica.
Y es que las emociones emergen en función al significado que cada uno le da al evento o factor externo al que nos enfrentamos. Un mismo evento puede causar distintas emociones y es ahí donde entran, como explica el especialista, las distintas características de nuestra personalidad que nos disponen de tal manera. En ese sentido, las personas que tienen una tendencia por sentir afecciones negativas más fuertemente, son más reactivas a los eventos adversos, reaccionan impulsivamente y son menos regulares funcionalmente. Porque, como explica Hernández, la relación es bidireccional: "Cuando hay una emoción, hay una disposición. Y esa disposición –que define cómo percibimos el mundo– depende de nuestra personalidad. Y a su vez, nuestra personalidad incide en cómo reaccionamos frente a los distintos acontecimientos. Si percibo algo de manera más negativa y soy más sensible a esos estímulos, mi manera de reaccionar también va ser desde lo negativo", explica.
A su vez, el psicólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Claudio Araya, postula que lo que define este estado, contrario a una sintomatología definida, es más bien una mayor sensibilidad. "Se trata un estado anímico caracterizado por una sobre-reacción frente a estímulos que para otras personas no serían tan amplificados. Es una manera de percibir las experiencias cuyo origen no se puede atribuir únicamente a algo puntual". Araya explica que las personas de alta afectividad negativa tienen un desequilibrio en el punto basal de la curva de la emoción: si para los que no catalogan como personas NA el peak emocional dura un tiempo determinado y luego se aplana, las personas NA tienden a amplificar ese punto álgido. "Se trata de una híper sensibilidad y sobre-reacción a los estímulos", explica.
La personalidad, según detalla Cristóbal Hernández, se vuelve problemática cuando una de sus características está amplificada y se transforma en la única manera de responder a los factores externos. "En ese caso se genera un trastorno de personalidad. Las personas de alto afecto negativo no padecen de un trastorno, tienen una tendencia a interactuar más con los aspectos negativos y su respuesta habitual surge desde ahí. Se disponen a vivir intensamente las emociones negativas".
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