“En estos tiempos, observo una tendencia hacia lo desechable; escucho cada vez más a los jóvenes hablar sobre lo bueno de vivir solos, sin compromisos. Sin embargo, mi perspectiva es diferente, ya que para mí, nada reemplaza la valiosa compañía de un buen compañero de vida, con quien compartir conversaciones significativas.

Obviamente esto sobre la base de que cualquier forma de amor debe fundamentarse en el amor propio, ya que aquellos que se aman a sí mismos tienen el poder de reconstruir sus vidas, incluso ante derrotas y caídas. Levantarse cada día con la certeza de nuestro propio valor, constituye uno de los amores más grandes y esenciales que debemos cultivar.

Pero si eso está presente y el amor romántico de pareja se desarrolla desde esta base y se establece como una relación sana, añade a nuestras vidas emociones, sensaciones, momentos de locura y recuerdos gratificantes. Es cierto, en ocasiones también puede dejarnos alguna cicatriz que el tiempo se encarga de curar, pero yo lo tomo como aprendizajes.

A pesar de ser madre de tres hijos y haber experimentado un divorcio, valoro profundamente el amor romántico. Atesoro los hermosos momentos vividos en pareja y he sido capaz de superar los momentos difíciles que, sin duda, también he enfrentado. Aunque el amor romántico no ha sido el elemento central en mi vida, debo reconocer su importancia.

A lo largo de mis experiencias, he aprendido que el amor más genuino es el de una madre hacia sus hijos, el más crucial es el que sentimos por nosotros mismos, pero el más entretenido, es el amor de pareja. Soy una convencida de que nunca debemos perder la ilusión en ese amor romántico que, sumado a otros amores, termina de llenar nuestro corazón”.

* Marcela G. tiene 55 años y es lectora de Paula.