Cuando María Antonieta Saa tenía siete años, le escribió una carta a su mamá cuya firma leía ‘tu hija; futura diputada y presidenta de la República’. De ahí en adelante, fue articulando sus primeros pasos en el ejercicio político; durante la básica fue presidenta de curso y cuando ingresó al Liceo 7, creó un centro de alumnas. A los 18 fue a un congreso en Europa y se encontró, en plena década de los 60, con una sociedad que estaba en protesta y decidió que ella también traería de vuelta a su país algo de esa agitación. En el 67 se integró a la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) como encargada del Programa de Alfabetización Campesina y tres años después, al Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU).
No fue hasta 1994 que finalmente fue diputada por el distrito 17, luego de haber cofundado, junto a la socióloga y activista feminista Julieta Kirkwood, el Movimiento Feminista, y luego de haber ingresado, también con ella, al Partido Socialista. Cuando finalmente lo fue, su energía estuvo puesta en mejorar las leyes relacionadas a los derechos de la mujer.
Desde chica, como recuerda hoy a sus 79 años, le incomodó el rol tradicional que se le exigía a su género. Tenía dos hermanos mayores y un padre que le decían que tenía que ser una señorita educada. Ella, por el contrario, se rebelaba a ese mandato. No quería leer las novelas de Corín Tellado y el personaje de Joe, en Mujercitas, era el único que le hacía sentido. No quería, por ningún motivo, atenerse a una única norma y es esa característica la que siente que la acompañó durante gran parte de su vida. “Es lo que hizo que me moviera siempre hacia lo colectivo y que luchara con fuerza por lo que creía justo. Fui parte del gobierno de la Unidad Popular, con las Mujeres de la UP, y me rebelé en contra del rol de las mujeres; de que la primera dama fuera quien llevara las políticas de la mujer, o que las políticas de la mujer estuvieran enfocadas únicamente en ganar un poco más de plata. Era una época de extremo machismo y no había ningún esfuerzo por entender”, cuenta. “Cuando renuncié al MAPU y me metí al Círculo de Estudios de la Mujer (organización feminista que surgió en dictadura como respuesta a las acciones opresivas contra las mujeres) me di cuenta de que no estaba sola en esto. Había más mujeres que se declaraban feministas, en plena época de dictadura, y las que no querían ser vistas solo como las compañeras de tal. Y daba lo mismo que nos vieran como tres viejas locas, porque así nos veían”.
Hablabas de la Ley de Divorcio, de la violencia hacia la mujer y de la distribución inequitativa de los trabajos domésticos cuando aún no se hablaba de esto. ¿Cómo fue declararse feminista en plena dictadura y en una época en la que, lejos de estar masificada, la causa era incipiente en Chile?
En el país había habido una oleada en los 40 y 50 cuando se exigió el derecho a voto, pero luego de eso se vivió una época particularmente machista. En Europa, a fines de los 70 y 80, por lo contrario, se estaba hablando mucho de estos temas. Varias de las que fueron exiliadas se conectaron con el movimiento y empezaron, tímidamente, a traer las ideas de vuelta. Se creó entonces el Círculo de Estudios de la Mujer en 1979 y ahí se le empezó a dar un marco teórico a todas estas ideas. Era una organización conformada por mujeres que se llamaban feministas. En paralelo, Julieta Kirkwood formó un grupo dentro del Partido Socialista que se llamó La Furia. Yo aun militaba en el MAPU y me empecé a interesar cada vez más en estos temas. Finalmente, luego de un viaje a Europa en el que conecté con toda una red de mujeres, ingresé al Círculo de Estudios de la Mujer y creamos, junto a Julieta, el Movimiento Feminista, que se llamó así no por ser el único, sino porque queríamos que la palabra trascendiera. La mayoría éramos mujeres de izquierda, pero no comunistas, porque ellas decían que la contradicción fundamental de la sociedad era de los trabajadores y la lucha de clases. Nosotras queríamos dejar en claro que las injusticias afectan a las mujeres de manera transversal, por sobre todo. Nos importaba que el feminismo permeara en la sociedad y el lema, creado por Julieta, era justamente ‘democracia en el país y en la casa’.
Todo lo que hacíamos tenía que ver con hacer confluir la lucha en contra de la dictadura y el feminismo. Que se entendiera que era parte de lo mismo. Escribimos un documento que se tituló Demandas del feminismo a la democracia, cuando ya estábamos acercándonos. Y es que muchos nos decían ‘pero si viene la democracia, con eso se soluciona todo. Y ahí es donde estaban equivocados. De hecho, lo que pedimos en ese documento, en el que hablamos de la violencia de género, la desigualdad laboral y la división sexual del trabajo, aun no se cumple.
En esa época planteamos las cuotas, porque con Julieta definimos que si recuperábamos la democracia pero no estábamos en los partidos, no íbamos a lograr nada. Ese espacio de poder, que sigue siendo el que tenemos, había que disputarlo y tomarlo. Ahí fue que ingresé al PS con ella. Después se creó el Partido por la Democracia y lo elegí porque era nuevo, ahí iba a ser más fácil poner nuestras demandas. El PS ya estaba viejo y machista.
Fueron varias las organizaciones de mujeres que se conformaron en dictadura; luchaban contra el régimen y con el tiempo se fueron asumiendo feministas. Se daban cuenta que eran luchas que iban de la mano. Hubo incluso organizaciones que surgieron de la izquierda más ortodoxa. Fue recién ahí que pasamos de ser seguidoras, a actoras sociales.
En esa época, por una consecuencia lógica, se entiende que los feminismos surgían desde una tendencia política de izquierda, porque eran las que luchaban en contra de la dictadura. ¿Cómo es esa relación actualmente?
En ese tiempo la causa encontró un lugar en la gente que estaba en contra de la dictadura. Las que estábamos abogando por el feminismo éramos militantes o habíamos militado en partidos de izquierda. Hoy día, con la masificación y ampliación de la causa, esa relación no es tan directa. Hay que recordar que estas eran discusiones que se estaban dando en toda la región; en el 83 hubo un segundo encuentro feminista Latinoamericano y del Caribe en Perú donde se habló del feminismo autónomo o dentro de los partidos. Yo me incliné por el feminismo dentro de los partidos porque sentía que desde ahí se cambiaban las cosas. De hecho, me metí a la política porque quería cambios rápidos y eso solo lo íbamos a lograr tomándonos esa esfera de poder.
Pero los temas se plantean desde la sociedad civil...
Es una relación que se va retroalimentando. La sociedad civil los pone sobre la mesa y la política se supone que los recoge. ¿Por qué pudimos empujar leyes como la Ley del Divorcio o la tipificación de delitos sexuales? Justamente porque la sociedad puso esos temas sobre la mesa.
El remezón fue cuando salió esa cantidad de mujeres en mayo de 2018, porque los cambios suceden cuando hay fuerza, y la fuerza de esas mujeres removió los cimientos de la política. Fue ahí que los partidos empezaron a llamarse feministas. Los viejos de mi edad siguen siendo unos machos pero incluso ellos se dicen feministas, y eso es porque vieron a millones de mujeres en la calle. En mi época nos veían a nosotras, que en sus ojos éramos dos o tres viejas locas que planteábamos cosas en el Congreso. Veían un puro reclamo y no escuchaban.
Me encontraban loca en el Congreso, decían ‘ahí viene la María Antonieta con su locura del feminismo’. Un diputado me decía ‘¿por qué te dedicas solo a ese tema?’ y yo le respondía ‘si no lo hago yo, ¿quién?’.
Hoy tenemos un gabinete con mayoría de mujeres y una Convención Constitucional paritaria, situaciones por las que luchaste incansablemente cuando planteaste las cuotas. ¿Dónde tiene que ponerle énfasis este gobierno para que la igualdad de derechos se siga materializando y no quede únicamente en algo performático?
Primero tengo que decir que me parece un milagro todo lo que ha pasado desde que las jóvenes salieron a la calle en el 2018. Ese despertar es maravilloso y en algo contribuyó Michelle Bachelet; cuando ella asumió muchas mujeres se sintieron empoderadas.
Después decir que la cantidad de mujeres preparadas que hay hoy es impresionante. En mi época éramos pocas las que fuimos a la universidad. Yo por suerte me peleé con mi pareja a los 16 y por eso no me casé. Si lo hubiese hecho, no hubiese entrado a estudiar. Ahora las mujeres son el 54% de las matrículas universitarias.
Ya con eso, hay acciones concretas. Ahora hay que ponerle énfasis a las mujeres y el mundo laboral y la división sexual del trabajo. El cambio tiene que ser en las casas y afuera, a nivel cultural, y es enorme, pero hay medidas desde lo política que pueden fomentarlo. El tema de la violencia también es un gran pendiente desde el sistema judicial. Porque está metido hasta el tuétano que las mujeres somos propiedad de los hombres.
¿Cómo ha cambiado la política estos años?
En los nuevos políticos se ve un cambio radical, pero los antiguos están en decadencia. El liderazgo de Boric es totalmente distinto, no es autoritario, es cercano. Lo importante ahí es que en el desarrollo de la política, se logre mantener la cercanía y la escucha, y que no se vayan achanchando como nosotros.
¿Qué quieres hacer ahora que no saliste electa CORE?
Trabajar una línea de agitación con mujeres, porque soy activista y quiero que sigamos en esta rebeldía feminista.