Una diseñadora se embarcó en el proyecto de reformar la cocina de su casa. Quería algo con historia.
El proyecto de Paz consistió en transformar una pieza de servicio y una lavandería en un espacio abierto y lleno de luz. "El móvil era devolverle la luminosidad a una zona que, por ampliaciones anteriores, había quedado ciega", comenta. La cocina anterior, que estaba en el lugar más soleado de la casa, pasó a ser una pequeña sala de estar para sus tres hijos.
Paz y su marido tenían la impresión de que la antigua cocina era como la de una casa de muñecas. «Nuestra idea era convertirla en un espacio moderno que se mantuviera vigente, cálido y alejado de lo ultra sofisticado». Por eso buscó sus elementos con calma y cariño. Paz es de las personas que puede demorarse años en encontrar exactamente lo que quiere. Miró revistas y recordó lo que alguna vez vio en muestras de decoración. Su objetivo era encontrar algo antiguo, con historia. Su hermana había comprado un mueble de madera con vitrinas en una casa en demolición, y Paz aspiraba a algo parecido.
Recorrió los barrios de San Pablo y Franklin, y varias demoliciones, hasta que descubrió su tesoro en Caupolicán. Uno de los vendedores le dijo: "yo sé lo que usted quiere, pero lo tengo debajo de miles de cachivaches, ¿puede volver mañana?" Paz, sin muchas expectativas, volvió y vio en la vereda un enorme mostrador de lingue. Era de un almacén de la calle Independencia. "Me dio lo mismo que estuviera sucio, amohosado y con una capa de grasa", comenta.
Estrujó su imaginación de diseñadora e hizo varios dibujos para darle funcionalidad. Reemplazó las puertas de corredera por cajones profundos para guardar los instrumentos de la cocina. "Un mueble de suelo a cielo habría sido más fácil, pero muchísimo más fome", asegura.
La arquitecta Sonia Alarcón dirigió las obras de remodelación que llevó a cabo el constructor Héctor Barrera y su equipo. Se demoraron un mes y medio. Mientras tanto, la familia improvisó un lugar en la terraza para cocinar. Con una paciencia que Paz define como inagotable, el carpintero Luis Ramírez se dedicó durante semanas a hacerle las transformaciones necesarias al antiguo mostrador. Incluso fabricó los tiradores a imagen de los pocos originales que quedaban.
Para la diseñadora, la claraboya del techo fue un acierto. Potencia la luz natural e incorpora la naturaleza, porque deja ver los árboles del jardín. Tiene un gancho para abrir las pequeñas ventanas en altura, que mantienen el lugar ventilado y fresco. Paz asegura que la nueva cocina es ahora el eje de la casa.
Para el piso, Paz primero pensó en poner baldosas, pero eligió una piedra verdosa. "Además de original, se le pasa un trapo y listo", dice. Revistió también con piedra algunos trozos de pared para protegerlo de los salpicones de grasa. Marta Almarza supervisó el trabajo y sugirió cortar la piedra a todo el largo, formando pastelones rectangulares. "Como es muy porosa, se manchaba a pesar de que estaba impermeabilizada. Inspirándome en el concepto de curar la greda con leche, se me ocurrió echarle tres capas de aceite de cocina y ¡santo remedio!", explica.
"Las casas Ley Pereira son complejas y muy segmentadas, pero la remodelación quedó bien; quizás salió más caro que si hubiera usado materiales tradicionales", comenta Paz. Tiene tareas pendientes en el comedor de diario: usa las sillas de la terraza mientras encuentra unas más livianas y transparentes, y quiere empotrar una banqueta en la pared para ganar espacio. Pero no tiene apuro. "Cuando entro a la cocina y veo el mueble de lingue me doy cuenta de que valió la pena. Cupo justo y quedó espacio para el refrigerador. Es como si lo hubiesen hecho a mi medida".
Datos
♦ Sonia Alarcón, arquitecta, 374 4150, 0-9822 3310.
♦ Luis Ramírez, carpintero, 774 2298.
♦ Héctor Barrera, constructor, 621 8334, 0-9438 8148.
♦ Piedras Almarza, Av. Las Condes 9792, fonos 3713800 y 0-94796736. Barrio Caupolicán, Providencia; entre las Girardi y Condell.