Paula 1109. Sábado 24 de noviembre 2012.
Nadie que haya visto la película Muerte en Venecia (1971), de Luchino Visconti, queda indiferente a la imagen de Tadzio. Un adolescente de figura impactante que encarna todos los atributos de la belleza y la juventud. Han pasado 41 años y el fantasma de Tadzio aún persigue al actor.
Un joven y desconocido actor y músico sueco de 16 años llamado Björn Andrésen (1955) fue el elegido por el director italiano Luchino Visconti para representar el papel del rico y bello adolescente polaco. La vida para Andrésen después del estreno en Cannes entró en un torbellino de confusiones y pérdidas de rumbo, y el paso de los años no pudo acabar con el mito de ser considerado el joven más hermoso del mundo.
Ese mito lo ha perseguido toda la vida y él se siente, según sus propias declaraciones a un diario español en 2004, como "el joven más viejo del mundo". La abierta homosexualidad de su coprotagonista Dirk Bogarde sumado a ciertas escenas de ambigüedad erótica en la película, más las movidas para generar ruido en Cannes por parte de Visconti (como llevar al elenco, incluido el muchacho, a una boite gay), ayudaron a generar el ambiente para que Tadzio se convirtiera en un icono de la comunidad homosexual.
Björn lleva una vida entera huyendo de aquello que considera un estigma y, a pesar de haber entrado en una breve etapa de confusión con su identidad sexual durante su veintena, se casó y dejó atrás su caos. Sin embargo, su carrera de músico y de actor no repuntó jamás. Nadie parecía tomarlo en serio, nadie quería dejar de ver en él
la imagen de belleza extraordinaria con que tiñó el filme y que le imprimió a su propia existencia un camino imposible de evadir: el hacerse cargo de una imagen que
ya no le era propia.
Luego del debut de Muerte en Venecia, Andrésen pasó mucho tiempo en Japón, donde desarrolló una curiosa carrera de cantante pop que terminó en fracaso. Allí Tadzio había inspirado fuertemente a los artistas de animé japonés. El famoso personaje Gilbert Cocteau del artista Keiko Takemiya es su fiel reflejo. De vuelta en Estocolmo, se dedicó a trabajar como profesor de Música, hizo un par de películas, se casó y la desgracia llegó a su vida: en 1986 su hijo Elvin murió de muerte súbita.
Cuando en 2003 su foto apareció sin su autorización en la portada del libro The Beautiful Boy, de la escritora feminista Germaine Greer, los fantasmas de su pasado volvieron a perturbarlo. Él, a esas alturas hombre adulto, volvía a enfrentarse con el mito de su belleza de efebo. Desde entonces, poco o nada se ha sabido de él.