¿Qué necesito saber antes de ir a terapia?
Mucho se ha discutido en la opinión pública últimamente sobre la salud mental. Una conversación que ha sido necesaria, no solo por el estigma que en el pasado suponía pedir ayuda profesional, sino para socializar el impacto concreto que generó la crisis sanitaria en la vida de las personas; cambios en las rutinas, quiebres en círculos sociales, rupturas matrimoniales y de pareja y todos los cuestionamientos existenciales, la incertidumbre y ansiedad que eso pudo haber producido. Esas fueron situaciones que nos removieron desde lo más profundo y que, en muchos casos, dejaron huella en nuestras emociones y mecanismos de afrontamiento. Los datos también lo demuestran de ese modo. Según el estudio Un Año del Covid-19, elaborado por la consultora Ipsos para el Foro Económico Mundial, Chile es el segundo país que más ha empeorado su bienestar emocional desde que partió el Coronavirus (un 56% considera que su salud mental y emocional se ha deteriorado desde el inicio de la crisis sanitaria), justo después de Turquía que presentó un 61% en ese mismo indicador.
A pesar de estas estadísticas, los tratamientos de salud mental en Chile aún son de acceso limitado. Esto porque, de acuerdo a los datos de la Biblioteca del Congreso Nacional, el gasto público en la materia es de apenas un 2,4% del presupuesto sanitario -lejano al 5% recomendado por la OMS- y la cobertura de atención pública alcanza a poco más del 20%.
Sin embargo, empezar un proceso de terapia psicológica es fundamental para poder abordar este tipo de problemas. Según información de la Clínica Mayo, “la psicoterapia ayuda a aprender cómo tomar el control de tu vida y responder a situaciones exigentes, mediante estrategias saludables para hacer frente a este tipo de desafíos”.
¿Por qué si nos quebramos un brazo vamos al traumatólogo, mientras que cuando tenemos un problema de salud mental, no nos damos espacio para pedir ayuda profesional? “La terapia aún se valora en un nicho pequeño, porque se sigue pensando que es algo para débiles o personas que no se la pueden solas. La cultura individualista lo sostiene así. Pero es muy satisfactorio cuando hay buenos resultados porque es un trabajo duro, que implica arremangarse la camisa y empezar a indagar en lugares que son oscuros. Hay que tener claridad de que al final del camino ves a personas que realmente se sienten aliviados de sus dolores y problemas”, dice la psicoterapeuta Dominique Karahanian (@psicologianarrativa). Pero, ¿qué hay que tener en cuenta al momento de empezar un proceso terapéutico?
1. Tomar la iniciativa
Probablemente, es el paso más complejo. Porque pedir ayuda nunca es fácil, menos cuando no somos capaces de reconocer que la necesitamos. Aunque todos nos enfrentamos a dificultades en el día a día, la psicóloga y académica de la Universidad Católica, Paula Errázuriz, sostiene que podría ser útil acudir al psicólogo cuando “uno se siente sobrepasado, o se encuentra una y otra vez con el mismo problema. Por ejemplo, cuando las personas no logran establecer relaciones de pareja sanas o tienen conflictos que no pueden superar. También sería recomendable ir cuando hay sintomatologías que afectan el diario vivir, como no poder levantarse en la mañana o no concentrarse en el trabajo”.
Más allá de las crisis y las enfermedades de salud mental -dice la Clínica Mayo-, las personas también pueden acudir para aliviar el estrés, tener herramientas para enfrentar cambios en la vida o aprender a controlar relaciones no saludables. Sin embargo, en muchos de estos casos, existe un factor gatillante que nos llama a tomar acción. “La pregunta es ¿Por qué ahora? Puede ocurrir un evento que te provoca una emoción displacentera y la explicación que me doy a eso no me satisface o no me hace sentido, entonces ahí es donde pido ayuda. Eso tiene que ser lo suficientemente potente porque es lo que te empuja”, afirma Karahanian.
2. Busca un terapeuta que te acomode
Encontrar un psicólogo/a que se acople a tus necesidades es como hacer un match de Tinder y que la relación resulte a la primera oportunidad. A veces, puede ser todo un desafío. “Es clave entender que la terapia es relacional. Es decir, no solo tiene que ver con terapeuta, sino con la relación que se establece. Desde la primera sesión, se sabe si haces match o no, porque incluso un terapeuta te puede recordar a alguien que te cae mal, aunque él o ella no tenga nada que ver. Lo ideal es que se establezca una relación simétrica en la que el terapeuta facilite el proceso de crecimiento personal”, sostiene Dominique.
La periodista Hannah Ewens cuenta en un artículo publicado en Vice en Español, que de sus 25 años de vida, ha pasado 10 haciendo terapia. En ese ‘viaje’, relata que ha pasado por diferentes diagnósticos y manifiesta que, si algo ha aprendido, es que hay profesionales para cada tipo de problema. “Los psicólogos también son personas, y las personas a veces pueden resultar muy molestas. Tal vez no sea imprescindible que tu terapeuta te caiga genial —no vas a ir a tomarte unas cervezas con esa persona—, pero al menos ha de parecerte agradable y, sobre todo, ha de gustarte su enfoque. Hay profesionales que se muestran muy empáticos, otros son más fríos y clínicos, y dejan que proyectes lo que quieras. Ninguno de los dos enfoques es erróneo, siempre y cuando tú respondas bien y te sientas a gusto con ellos”. Que exista esa complicidad es tan importante que incluso puede dictaminar éxito del tratamiento, dice Paula Errázuriz. “Hay un concepto que es importante, que habla de la calidad de la alianza terapéutica que se establece. Y eso es fundamental para determinar el resultado de la terapia”.
3. Mantén una mentalidad abierta al proceso
Si hay algo que tenemos que tener claro al momento de comenzar con un psicólogo/a es lo siguiente: Ir a terapia es algo difícil. En las sesiones, se pueden atravesar momentos complejos porque, como dice Dominique Karahanian, se trabaja en base a dolores, traumas, miedos y pérdidas. “Hay que sacarse la idea de que uno va a terapia a pasarlo bien. Es, de hecho, un momento donde nos permitimos pasarlo mal. Cuando las personas dicen ‘no, no voy a terapia porque con la psicóloga lloro’, bueno, es el espacio para eso. Ahí pasan cosas y se remueve todo, entonces puedes enojarte, confundirte o también entender muchas cosas”.
Por eso -aunque duela-, se debe estar dispuesto a hacer una revisión completa de nuestros vínculos, siempre abiertos a la posibilidad de generar un cambio de comportamientos, relaciones o estilos de vida. “Hay que estar preparado para hacerse nuevas preguntas sobre uno mismo, y para observar nuestra realidad personal, familiar y contextual desde otra perspectiva. En los casos exitosos, la gente se va dando cuenta de los recursos que tiene, y va de a poco encontrándose con aspectos difíciles de su historia y entendiendo esas situaciones del pasado”, afirma Errázuriz.
4. Respeta los tiempos
Al comenzar un proceso terapéutico pueden surgir muchas dudas. Algunas que van desde lo más práctico -como el valor y duración de las sesiones- hasta otras un poco más complejas -como los objetivos y el tiempo de tratamiento-. Esas preguntas se pueden hacer, sin problemas, en la medida que vaya transcurriendo la terapia. Lo importante, sostiene Karahanian, es entender que, a esto, hay que dedicarle tiempo y paciencia. “Aunque estamos en una sociedad que exige todo rápido, no existe la fast therapy. De fondo, este es un trabajo que implica tiempo y tengo que saber respetar los ritmos. No puedo querer hacerlo rápido. Esa idea existe porque no estamos acostumbrados a transitar por el dolor. No nos gusta y le hacemos el quite. Entonces, hay que respetar que es lento y, por eso, mi sugerencia es que, en un principio, la frecuencia sea semanal porque evitas que se vaya diluyendo”.
Aunque la psicoterapia requiere de esfuerzo, tiempo y dedicación, llega un momento del proceso en el que comienzan a aparecer los resultados y todo lo conversado empieza a cobrar sentido. Desde ahí -afirma la periodista Hannah Ewens-, parece ser que no hay vuelta atrás. “Durante las sesiones de terapia, entre los dos van a ir aportando pequeños fragmentos hasta que, de repente, tu terapeuta dará con una explicación maravillosa que hará que se te revuelvan las tripas hasta recolocarse. Todo cobrará sentido y por fin tu cerebro, tu vida entera, será mejor. En cuanto salgas por la puerta, intentarás recordar todo lo que hablaron, y no podrás. Tendrás el recuerdo borroso y sentirás rabia y desconcierto al mismo tiempo. Ahora, cuando salgo de una sesión, siempre tomo algunas notas para quedarme con algo de lo que hemos hablado. Sin embargo, a veces hay que aceptar que eso que tanto sentido tenía es algo que está alojado en algún lugar de tu subconsciente. La razón por la que resulta tan conmovedor en el momento suele ser porque es la primera vez que lo escuchas. Y sin darte cuenta, diste un paso hacia delante”.
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