¿Qué significa hoy ser un “adulto funcional”?

adulto funcional

La vida adulta está llena de exigencias para mantener a flote nuestro barco mientras navegamos por ella. Pero, ¿qué pasa cuando las aprendemos todas, es decir, llevamos una vida ordenada, productiva, estable, somos responsables en nuestros trabajos, tenemos la casa en orden, pero por dentro nos sentimos totalmente disfuncionales y en un completo caos? Sabemos quitar una mancha de vino tinto pero no sabemos qué hacer con la ansiedad; damos un speech frente a todo un equipo de trabajo pero no somos capaces de comunicar nuestras emociones a quienes amamos. Al parecer el 'Manual del adulto funcional' en estos tiempos no es el mismo.




“Manual del adulto funcional” es un libro muy completo y bien documentado que hace unos años se volvió un éxito como regalo para los jóvenes que iniciaban su vida adulta. Está lleno de tips y datos para sobrevivir a la independencia, desde cómo manejar tus finanzas hasta cómo eliminar el olor a ajo de tus manos o arreglar una llave que gotea; información indispensable para empezar una vida lejos de la dependencia de tus padres o cuidadores. Y es que la vida adulta necesita un manual, una serie de conocimientos, estrategias y normas sociales que no nos enseñan necesariamente en el colegio ni en la casa, y que son cruciales para aprender a ser funcionales en el mundo.

Entender el mecanismo de las tarjetas de crédito, arrendar un departamento, aprender a cocinar nutritivamente para alimentarte bien o ciertos conocimientos básicos de aseo doméstico para habitar un ambiente limpio. La vida adulta está llena de esas claves para sortear sus exigencias y lograr mantener a flote nuestro barco mientras navegamos por ella. Pero, ¿qué pasa cuando aprendemos todo esto, cuando ya llevamos una vida ordenada, productiva, estable, somos responsables en nuestros trabajos, tenemos la casa en orden, y por dentro nos sentimos totalmente disfuncionales y en un completo caos? Sabemos quitar una mancha de vino tinto pero no sabemos qué hacer con la ansiedad; damos un speech frente a todo un equipo de trabajo pero no somos capaces de comunicar nuestras emociones a quienes amamos; nos volvemos diestros en invertir dinero pero no tenemos idea cómo enfrentar la soledad.

La psicóloga Eileen Altman de centro Espacio Palabra, explica que, tradicionalmente, el concepto que solemos tener las personas sobre la funcionalidad de una persona adulta tiene relación con cumplir responsabilidades: tener un trabajo, pagar cuentas, tener un presupuesto, saber llevar una casa y un sinfín de labores. “En otras palabras, es hacernos cargo totalmente de nosotros mismos. Y hacerlo bien, por supuesto. Lo asociamos especialmente a las responsabilidades y, por consecuencia, a ciertas habilidades o logros que deben existir para poder dar respuesta a esto y ser adultos independientes y autosustentables. Desarrollamos diferentes mecanismos para enfrentar esa vida adulta, pero la pregunta clave es cuánto desgaste emocional nos supone. Porque podemos tener una fachada impecable al punto de que los demás piensen que nada nos está afectando, pero mantener esa fachada puede ser extremadamente agotador y llevarnos al límite. Al no permitirnos sentirnos mal, al no dar espacio al malestar y a las emociones desagradables que deben ser experimentadas, se puede convertir en una bola de nieve aún más difícil de controlar”.

¿Funcionar “perfectamente” como un adulto?

“Estoy con licencia, llorando”, dice Rosario. “Tengo tres diplomados y un magíster, una pega muy decente, vivo sola, no tengo deudas. Mi casa es limpia y ordenada, mis plantas verdes, la ropa de cama toda lavada, pero emocionalmente soy un desastre. No logro tener una relación durarera desde que terminé la última, hace 10 años. Casi todo me colapsa y me aburre… actualmente tengo muy pocos amigos porque la gente me satura. Soy bien agradable y alegre hacia afuera, pero por dentro realmente soy mañosa e intolerante, hago grandes esfuerzos por no demostrarlo todo el tiempo, pero cuando la gente me empieza a conocer se dan cuenta. Cada cierto tiempo entro en momentos de angustia y ahora estoy justamente con una licencia llorando en mi cama”.

Rosario, quien prefiere no llevar su apellido en este artículo, cuenta que lleva siete años de terapia con un diagnóstico de ansiedad severa secundaria a una estructuración limítrofe de la personalidad, y sin embargo, aunque vivir sea para ella una hazaña diaria, funciona “perfectamente” como adulto: está bien evaluada en la empresa y lleva su vida cotidiana en orden. Y es que el concepto de funcionalidad en la vida adulta es muy subjetivo y dependerá del contexto específico en el que se encuentre una persona. “La funcionalidad no siempre será un indicador de la estabilidad o inestabilidad emocional”, dice Eileen Altman. Una persona altamente ansiosa puede ser perfectamente funcional, cumplir con todo aquello que debe, lo que le va a significar un gasto de energía extra, por decirlo de alguna manera. Lo mismo puede ocurrir con alguien que está experimentando depresión, ya que los trastornos emocionales no siempre son completamente inhabilitantes; existen grados y también existe la resiliencia. Es decir, a pesar de lo que podamos estar experimentando, podemos aprender herramientas que nos permitan seguir funcionando en el mundo, a pesar de las complicaciones emocionales que podamos enfrentar”.

Eileen reconoce que algo de esta mirada tradicional de la funcionalidad ha cambiado, ya que en los últimos años ha tomado fuerza un movimiento, en sus palabras, que toma conciencia de la importancia del autocuidado y el autoconocimiento. “Ya es imposible concebir a un “adulto funcional” sin cierto grado de estabilidad emocional que le permita continuar cumpliendo con las responsabilidades que la sociedad le impone. Se reconoce que existe una paradoja en la vida adulta, ya que se espera que seamos funcionales e independientes, pero al mismo tiempo, todos necesitamos apoyo emocional y conexión con los demás. Porque cuando nuestra estabilidad emocional se ve afectada, podemos enfrentar dificultades para mantenernos en el rol de un adulto funcional, por lo mismo, la salud mental y soporte social son condiciones fundamentales para poder constituirse como un adulto autónomo”.

¿Cuáles serían esas bases de funcionalidad emocional y mental que necesitamos como personas?

Para Eileen, parte esencial del bienestar psicoemocional tiene que ver primero con saber cuidar nuestros espacios propios; conectarnos con las actividades que nos producen placer y nos ayudan a sobrellevar la carga emocional que tenemos en el día a día. Por otra parte, saber tener una red de apoyo de amigos y familia: “el mantener lazos y vínculos significativos, que no sólo nos sostengan en momentos de necesidad, sino que también nos permita conectarnos con esa parte de nosotros mismos que se siente más libre, más lúdica, no desde la lógica de las obligaciones sino desde aquello que realmente disfrutamos”. Por último, señala Eileen, el tomar conciencia de nosotros mismos. “Parar y preguntarnos, ¿Cómo estoy? ¿Qué es lo que yo necesito? ¿Cómo me he sentido últimamente? Solo siendo capaces de contestar honestamente esas preguntas tendremos las guías necesarias para cumplir no sólo con lo que la sociedad espera de nosotros como adultos funcionales, sino también para cumplirnos a nosotros mismos: nuestros sueños, necesidades y proyectos”.

Algo en lo que concuerda plenamente Rosario, quien al hacer una retrospectiva del aprendizaje que lleva en su vida adulta, hoy ve otras prioridades a la hora de pensar en conquistar una verdadera funcionalidad. “Me gustaría tener más inteligencia emocional; saber comunicar mis pensamientos, sentimientos y necesidades oportunamente, no esperar hasta explotar y decirlo mal; tener menos miedo a la vida, a las personas, o quizás mejor expresado sería tener más confianza en la gente y en el día a día, incluso en mí; vivir de una manera más flexible”.

Lee también en Paula:

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.