Cuando se le pregunta a los papás y mamás qué quieren para su hijo e hija, el 99% responde “que sea feliz”. Pero, ¿qué nos imaginamos con esa respuesta? ¿Qué significa que sean felices? Porque tenemos claridad que no estarán exentos de tristeza o sufrimiento. Entonces, ¿qué es felicidad y cómo se la estamos transmitiendo a nuestros hijos? ¿Es tan simple ser feliz? ¿La definición de felicidad de ellos, será la misma que la nuestra?
Esta definición puede ser tan diversa como los seres humanos en la Tierra. Distintos filósofos han tratado de entregar una y, si bien tienen diferencias, muchos coinciden en dos cosas: es un estado y no depende del exterior, sino de nuestra vivencia interna.
La filosofía oriental la describe como una cualidad producto de un estado de armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el tiempo y no como un estado de ánimo de origen pasajero, como generalmente se la define en occidente. Por otra parte, Platón la asocia a la capacidad de conocerse a uno mismo y de alcanzar las propias metas. Kant la relaciona con una obligación, con la capacidad de uno mismo por perseguir ese estado, ya que depende del comportamiento y carácter individual.
Como podemos ver, ser feliz es bastante más complejo y adquiere un significado profundo que para algunos puede ser un peso, sobre todo si no se comparte el mismo significado. Así, algunos papás y mamás pueden relacionar la felicidad de sus hijos con el éxito y desarrollo que logren a lo largo de su vida, mientras para otros puede ser que sus hijos vivan de una manera más libre y sin prejuicio, o que no tengan que verse enfrentados a un sufrimiento muy intenso.
Con múltiples definiciones, aunque estamos seguros de que queremos que nuestros hijos sean felices y es una respuesta que estamos muy acostumbrados a dar, como padres no siempre somos conscientes de lo profunda y compleja que es esa afirmación.
Podemos enfrentarnos con hijos que no tengan aptitudes académicas y que durante toda su etapa escolar requieran apoyo; con niños que no logren generar relaciones de amistad con sus pares y que tengan una vivencia social de exclusión; con hijos que tengan dificultades importantes en relación a la tolerancia a la frustración y que necesiten de nuestra guía y presencia; o tener hijos que puedan ver su futuro truncado por un accidente, por ejemplo. ¿Qué pasaría? ¿Su felicidad se vería truncada en alguno de estos escenarios?
El mundo actual generalmente tiene su centro en el producto final y no en los procesos. En el tener y no en el ser. Y creo que una de las cosas más importante hoy en día es enseñarles a nuestras hijas e hijos la importancia de SER, que nosotros como papás y mamás los hagamos sentir amados por lo que son. Que en beneficio de su bienestar y de su desarrollo emocional sano se sientan aceptados y queridos por lo que son, porque es ahí donde podrán lograr la sensación de plenitud y adquirir el carácter que le de seguridad para alcanzar sus metas. Que puedan responder que son personas amadas por lo que son, será la mayor prueba de felicidad interior. Esto tampoco es una tarea fácil, sin embargo, el amor que podamos entregarles los puede nutrir y ayudarlos a desarrollarse como personas, a sentirse seguros y capaces para buscar la respuesta de qué quieren ellos y ellas para sí mismos.
¿Por qué es tan importante saber qué entendemos por felicidad? Porque al responder que queremos que nuestros hijos sean felices tenemos que profundizar y puntualizar qué significa eso. Pienso que la mayoría de los padres y madres buscan que logren conocerse y aceptarse a sí mismos, desarrollar habilidades e intereses, adquirir herramientas para enfrentar las dificultades y tener experiencia de vínculos afectivos basados en el amor y la honestidad. Cada uno de nuestros hijos e hijas son distintos, por eso es tan importante darse el tiempo para observarlos en su individualidad, para proporcionarles los cuidados y guías adecuados a sus características. Esto hará que se sientan vistos y escuchados por sus principales referentes, sus padres, teniendo una experiencia de amor incondicional que les permitirá confiar en sí mismos y desarrollar amplias habilidades para enfrentarse a los desafíos futuros, sintiendo felicidad por lo que son y no sólo por sus logros.
Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel