¿Qué son las neurodivergencias?

neurodiversidad



Trastornos de sueño, de ansiedad, problemas de socialización y dificultades para desenvolverse en el diario vivir son algunos de los desafíos que puede experimentar un adulto neurodivergente que no fue diagnosticado a tiempo y que desconoce de su condición. Vivir con una neurodivergencia no necesariamente es sinónimo de dificultad cuando se enfrenta desde la perspectiva adecuada a temprana edad según los especialistas. Y es que ser diferente no es un problema. Se vuelve un problema cuando se tapan las señales y se hace lo posible por ajustarse a lo que hemos aprendido a definir como normal.

Greta Thurnberg, Billie Eilish, Jennifer Aninston y Paris Hilton son nombres que todos podemos reconocer pero que quizás pocos podrían asociar a un factor común. Quizás lo único que a simple vista las une es que todas estas mujeres están lejos de ser lo que consideraríamos normales. Y es que efectivamente no lo son. Son neurodivergentes. El síndrome de Tourettes, el Asperger, el déficit atencional o ADHD, el espectro autista, entre varias otras, son condiciones que dan cuenta de formas atípicas en las que funciona el cerebro de una persona. Formas neurodiversas. Sin embargo, además de estas y otras neurodivergencas innatas —aquellas que vienen con nosotros desde el nacimiento— existen muchas que son adquiridas a lo largo de la vida a través de experiencias que hacen que la mente opere de maneras no tradicionales.

El Neurodiversity Project de la Universidad de Stanford en Estados Unidos define la neurodiversidad como el concepto que se utiliza para referirse a todos aquellos individuos con “diferentes funciones cerebrales y características conductuales y que son parte de una variación normal dentro de la población humana”. En otras palabras, la neurodiversidad se refiere a la idea de que las personas pueden experimentar e interactuar con el entorno de diferentes formas. Y no hay una única manera correcta de hacerlo. El término adquirió popularidad en la década del 90 y es una corriente que busca oponerse a la teoría de los déficit mentales o los cerebros que funcionaban de forma defectuosa o sub par. La socióloga australiana Judy Singer —quién empleó el término neurodiversidad por primera vez en su tesis— lo hizo con el afán de llevar la inclusión de grupos minoritarios al mundo de la neurología también. Diversos estudios estiman que entre un 15% y un 20% de la población mundial es neurodiversa. Entre ellos un 10% vive con dislexia, 5% con hiperactividad y entre 1%-2% con autismo.

Katherine Figueroa es terapeuta ocupacional y trabaja con pacientes con distintos tipos de neurodivergencias. Explica que desde que comenzó su trabajo en esta área ha observado un aumento considerable de los diagnósticos de neurodivergencias. “La población de niños con neurodivergencias está siendo diagnosticada cada vez más pequeños, los pediatras están alertando a los padres ante cualquier sospecha y eso es muy bueno”, comenta. Y una de las razones detrás de este aumento en la detección temprana según la terapeuta podría está en el Covid-19. “Las familias pasaban mucho más tiempo juntas. Los niños sin asistir al colegio en clases online hicieron que los padres pudieran alertar conductas que los hijos van presentando en su día a día”.

Cynthia López es psicóloga y se ha especializado en el tratamiento de niños y adolescentes con neurodivergencias como Trastorno del Espectro Autista, Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad y Trastornos de ansiedad. Explica que si bien son muchas veces los colegios quienes derivan a los alumnos a un especialista, también se ha observado un aumento de la consulta de padres que quieren saber más respecto de ciertas conductas que han comenzado a observar en sus hijos. “Generalmente son derivados desde los establecimientos educacionales o desde el pediatra”. Agrega que los motivos más frecuentes de consulta están asociados a desregulaciones emocionales, conductas disruptivas e hipersensibilidad sensorial. Cynthia López agrega que desde la salud mental, el beneficio principal de la intervención oportuna, el acompañamiento en las diversas etapas de su desarrollo vital, la estimulación y la entrega de herramientas terapéuticas es que permiten a la persona desarrollar su autonomía, la capacidad de análisis y reflexión. “Permiten flexibilidad y comprensión de situaciones sociales para así lograr una mayor adaptabilidad tanto a nivel escolar como social”, explica la especialista. Agrega que el rol de los padres es fundamental porque en su experiencia son ellos quienes han llevado adelante una consigna muy importante. Y es que no solo son las personas neurodivergentes las que deben adaptarse a la sociedad. “Sino que es la sociedad y cada uno de nosotros los que debemos adaptarnos a ellos, desde la comprensión y el entendimiento”, comenta Cynthia.

En una sociedad en la que el miedo a lo diferente es el paradigma imperante, vencerlo es fundamental para evitar que la neurodiversidad se convierta en algo debilitante. Porque ver las señales y tomar acción temprano es un paso fundamental que puede marcar la diferencia. “Mientras antes detectemos signos de alerta, mucho mejor, porque eso quiere decir que vamos a poder entregar los apoyos necesarios para que el desarrollo sea más óptimo, para que la calidad de vida sea mejor”, explica Katherine. “Desde mi área de trabajo con los apoyos adecuados los niños desarrollan autonomía personal, son más independientes en su participación y logran alcanzar su máximo potencial, a futuro es un beneficio para la inserción social y la vida adulta activa”. Katherine explica que no poder acceder a tratamiento en etapas tempranas impacta en el pronóstico de la calidad de vida de una persona neurodivergente. Pero también en el de su familia. “Aquí fallan las políticas públicas. La falta de acceso a profesionales en la atención primaria repercute en la calidad de vida de las personas y todo el grupo familiar según mi experiencia en el trabajo con niños TEA”, comenta. “Muchas veces hay otras dificultades asociadas, ya sea trastornos del sueño, trastornos de la conducta, dificultades sensoriales, etc. y si estas no se tratan en la infancia, en la adolescencia comienzan a generar problemas en las ocupaciones y en la adultez incluso afectan la salud mental”.

La especialista ha sido testigo. Cuenta cómo, cuando se trata de normalizar lo que nos hace diferentes termina haciendo daño. “He visto cómo les cuesta desenvolverse en el mundo, lo difícil que es para ellos lograr ser autónomos e independientes en actividades de la vida diaria, cuando no fueron diagnosticados a temprana edad”, comenta. “Es súper importante que se entreguen las herramientas necesarias desde pequeños para tener adultos insertados en la sociedad siendo personas felices, completas y desarrolladas”.

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