Quedarse en blanco: ¿por qué nos pasa y cómo salir de ese vacío?

Quedarse en blanco Paula



La incapacidad de recordar algo específico, de tener un pensamiento estructurado o hilar las ideas de manera coherente. Indagar en el archivo de nuestra memoria y no dar con lo buscado. No poder evocar ciertos pensamientos concretos y sentir que nuestro cerebro está desprovisto, de manera temporal, de recuerdos. Como si se tratara de un corto circuito. ¿A quién no le ha pasado? En una entrevista de trabajo o en una presentación frente a colegas o profesores. Esos momentos en los que, dicho de manera coloquial, nos quedamos en blanco. ¿Qué nos pasa realmente cuando sentimos que nuestra cabeza no reacciona de la manera que queremos? ¿Y a qué se debe la sensación de estar totalmente bloqueados?

Este fenómeno, que también puede ser identificado como un bloqueo mental, le puede pasar a cualquier persona, independiente de si sufre de una patología o no. Aun así, en aquellos que tienen un cuadro psiquiátrico determinado, se puede volver un síntoma recurrente. Por eso, lo primero que hay que hacer es identificar la causa: por un lado, la sensación de tener la mente en blanco se puede tratar de una dificultad temporal cuya base es psicológica, asociada a ansiedades y alteraciones emocionales. Y por otro lado, aunque menos frecuente, puede deberse a una lesión específica en la maquinaria del cerebro, en áreas que permiten generar y manipular ideas, como lo son las pre-frontales. En este caso, en el que existan daños y por ende está mayormente comprometido el cerebro, la sensación aparece con mayor insistencia y frecuencia, por lo que tiene que ser atendida por un profesional.

Dicho eso, según explica Christian Salas, investigador del Centro de Neurociencia Humana y Neuropsicología de la Universidad Diego Portales, el fenómeno de la mente en blanco tiene que ver, de manera general, con un proceso básico del cerebro: la generatividad mental, que en sus niveles más automáticos se asocia a las estructuras mediales que conectan las necesidades del cuerpo y de los estados emocionales a la conciencia, como, por ejemplo, querer comer algo o irnos de un lugar por estar incómodos. En su forma voluntaria, la generatividad mental permite encontrar ideas o recuerdos en distintos contextos de la vida cotidiana.

“La mente en blanco se ha entendido como una falla en la memoria, sobre todo en un contexto en el que se quiere usar un contenido de la memoria de manera utilitaria para lidiar con alguna situación. Hay autores que hablan de una falla en la memoria caracterizada por una disrupción en el flujo de la conciencia, es decir, cuando nos queremos acordar de algo y no logramos llegar a eso. En definitiva, se trata de una sensación en la que nuestra mente está sin contenido, pero estamos conscientes de eso”, explica el especialista. Un aspecto clave a recordar, según señala, es que nuestra mente nunca está del todo en blanco: incluso cuando dormimos se sigue produciendo contenido de manera espontánea. Sin embargo, esta sensación se da de manera habitual.

Y cuando la causa no es médica y no se trata de personas con daños cerebrales o cuya conciencia está comprometida, sino que de personas que en momentos determinados quieren usar su mente de manera voluntaria pero no lo logran, las razones pueden ser las siguientes:

1) La fatiga por exceso de uso o sobrecarga. Esta fatiga, según explica Salas, está vinculada a una disminución en la actividad y efectividad de la corteza pre-frontal. “Nuestros recursos cognitivos, aunque no lo creamos, son limitados. Y cuando se pasan, nuestro sistema colapsa”.

2) Razones emocionales. Estas tienen que ver con emociones intensas que interfieren en el funcionamiento básico de nuestro cerebro, dificultando su utilización. “Cuando hay una situación que nos asusta o nos complica, nuestra tendencia es a paralizarnos, huir o pelear, y el pensamiento se apaga porque recurrimos a los reflejos más innatos”, explica Salas.

3) El estrés. “La capacidad de memoria está inversamente relacionado con el nivel de estrés. Un poco de estrés es útil, mucho es perjudicial. Entonces, en personas que no tienen daños cerebrales y cuyas mentes reciben las motivaciones o impulsos desde el organismo, la sensación de tener la mente en blanco suele darse cuando hay dificultades psicológicas o alteraciones emocionales, y en especial en situaciones de exposición pública”, plantea Salas.

El psiquiatra del Centro Nevería y académico de la Universidad Diego Portales, Mario Hitschfeld, explica que la sensación de tener la mente en blanco es subjetiva y cuando no va aparejado de síntomas médicos o neurológicos importantes, se trata de un fenómeno psicológico de desconexión, que busca que nuestras mentes se distancien de las alteraciones emocionales que sentimos. “La causa de esta desconexión temporal se relaciona habitualmente al estrés o la tensión emocional. Puede pasarle a una persona que está con estrés agudo o que sufrió un evento reciente o una persona que esté pasando, de un tiempo a esta parte, por un estado emocional alterado”, explica el especialista. “En esos casos, tener la mente en blanco es una manifestación leve de la necesidad de desconectarse mentalmente de lo que sentimos”.

¿Cómo se sale del vacío mental?

Técnicas hay y en los artículos especializados se habla de aceptar el hecho que a veces nuestro cerebro se sobrecarga y necesita un descanso; de ajustar nuestras expectativas en cuanto a lo que somos capaces de rendir o producir; de aprender ciertos ejercicios de respiración; de retener la información que sentimos que nos puede ser útil y no ser pasivos frente a la recepción de estímulos externos; y anotar nuestras ideas en tarjetas para crear una suerte de “banco de ideas”.

Hitschfeld sugiere una técnica de psicología y salud mental que en el mundo académico se denomina grounding (de volver a la tierra), que busca que las personas se conecten con el aquí y el ahora mediante la toma de conciencia de su entorno inmediato. “Cuando nos damos cuenta de que estamos con un bloqueo mental, esta técnica propone empezar a mirar y nombrar en voz alta las cosas que nos rodean: de qué color es el chaleco de la persona que está al frente, qué hay sobre la mesa y qué zapatos tenemos puestos. Notificar los estímulos cercanos que estamos viendo, escuchando o sintiendo nos trae de vuelta al aquí y al ahora. Porque conectarnos con lo más esencial hace que el síntoma de desconexión ceda”. Según señala el especialista, la técnica se utiliza principalmente con aquellos que sufren de trastornos disociativos como múltiples personalidades, fugas o amnesias, trastornos que de por sí son más graves pero que tienen el factor de la desconexión con el presente en común. “Lo que hace el grounding es traer a la persona nuevamente donde está parada”.

Por su lado, Salas explica que si la mente en blanco es la expresión de un sistema que está colapsado –ya sea por fatiga o niveles emocionales importantes– quizás lo primero que habría que hacer es tomar conciencia de eso y realizar modificaciones en la conducta que permitan que el sistema descanse o faciliten una disminución en la intensidad de la experiencia emocional que está interfiriendo.

En ese sentido, puede ser útil abandonar temporalmente las tareas que se están realizando. “Si no es algo crónico, tiene que ser leído a lo menos como una señal: nuestro sistema nos está advirtiendo que no puede seguir trabajando y por lo tanto necesita descansar o regularse de un estado emocional perturbador. Por eso, si bien pueden haber técnicas que ayuden a salirse del vacío mental, lo primero es entender que quizás no hay que buscar una estrategia para seguir empujando el sistema, sobrecargándolo o seguir produciendo, todas acciones que responden a un lógica o lectura neoliberal que ve a la salud mental en función de la productividad. Se trata más bien de una alerta y hay que tomarla en cuenta como tal”, explica Salas.

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