“Entrar a una relación y entregarse de lleno. Dedicar tu tiempo, energía, cariño a alguien que amas puede ser muy bonito, pero un problema común cuando nos olvidamos de dedicar tiempo, energía y cariño a nosotros mismos. Porque un otro puede desaparecer, transformando nuestro mundo, rutina, proyectos y dejando una angustia física si no confiamos en el piso estable de nuestra identidad.

Hace dos semanas me sentía feliz en una relación que me hacía sentido, que me entregaba paz, en la que yo entregaba amor sin darme cuenta de que quizás no era recíproco. Aunque no todo estaba claro –no se puede en solo un año de relación–, había felicidad y cariño en dar pasos de la mano y en equipo. De un día para otro me llegó la noticia de que mi pareja estaba con dudas y no quería continuar la relación. Sin entregarme mayores explicaciones me vi obligada a abandonar ese equipo al que yo le tenía tanta fe y tanto cariño. Apareció nuevamente el rechazo que me dolía físicamente enfrentar. El pánico se apoderaba de mí pensando en ese abandono. Cuando sientes que tu alma ya no está y tu pecho necesita juntarse de nuevo, pero no hay herramientas quirúrgicas alrededor y solo la sensación de que nunca las habrán. Que tu torso se quedará expuesto, dificultando la capacidad de respirar; que tu garganta se cierra impidiendo el paso de la comida y que todo duele y todo cuesta.

Una psiquiatra me dijo que esas sensaciones se debían a traumas anteriores que se muestran en nuestras relaciones adultas. Que el dolor de esos traumas resurge de nuestro cuerpo, explotando todo en conjunto. El dolor pasado, con el dolor actual, con el dolor de la ilusión de un futuro que ya no ocurrirá. Tenía razón, quizás ese terremoto emocional era en parte un recordatorio del dolor corporal de haber perdido a mi mamá en mi adolescencia y un desconocimiento de mí misma que me mantenía en un lugar de abandono personal. Me abrumó una sensación de desamparo que parece volver expansivamente en estos finales, especialmente cuando un día teníamos planes con meses de antelación y al otro día estaba sacando mis cosas de su casa.

Noto mis inseguridades ahora. Creo que puedo ir diez años atrás y darme cuenta del minuto en que dejé de verme como prioridad y me convertí en alguien que daba todo por su pareja. Y no lo culpo a él ni a ningún otro. El dejar de lado ambiciones, intereses y amistades en su totalidad para pasar tiempo con alguien más, son señales de un abandono personal y una sensación de insuficiencia que nadie debería tener. Es común dejar ciertas cosas de lado al formar un equipo. Pero si llegas al límite de olvidarte de qué te gusta hacer, de quién eres y qué quieres lograr de forma independiente, entonces estás en un terreno que te deja muy vulnerable a cualquier pérdida.

Parte de mí se sigue sintiendo insuficiente para alguien que yo consideraba perfecto, pero ya voy aprendiendo que se necesita tiempo en los procesos de sanación, que lamentablemente no son lineales y que las heridas no siempre se recuperan de la forma que nos gustaría. No tengo seguridad de cómo encontrarme con las partes que deseché por dedicarme entera, en tiempo y energía a alguien más, pero creo tener una guía de cómo volver y cómo ir reluciendo el diamante en bruto que todos y todas tenemos dentro.

¿Quién era yo antes de él? Es la respuesta que busco por estos días. Tenemos que hacer tiempo para nosotros, meditar sobre nuestros pasos como seres individuales. Unir nuestros gustos infantiles y adolescentes con los que hemos adquirido en la adultez; inspirarnos en tiempos de crecimiento intelectual, empaparnos de nuestra identidad porque la necesitamos más de lo que creemos. Y en momentos difíciles, aunque la ayuda de un círculo de apoyo es fundamental, la confianza y el cariño personal no pueden desaparecer. El amor en la adultez es difícil, pero posible si mantenemos relaciones en las que cada individuo se reconoce como un ser lleno de valor, de capacidades y poder personal. Sin olvidarnos de nosotros mismos mientras nos unimos a la persona con la que queremos compartir nuestro crecimiento”.

Romina Díaz Herbas es periodista.