Paula 1128. Sábado 17 de agosto 2013.
El diseñador Gabriel Ebensperger, que colabora regularmente con sus dibujos en la sección Números de Paula, es un empedernido admirador de Rafaella Carrà, la popular cantante italiana que lo inspira en esta página ilustrada y escrita por él.
Da un poco lo mismo que Raffaella Roberta Pelloni haya nacido un 18 de junio de 1943 en Bolonia, Italia. Tampoco importa tanto cómo fue descubierta cuando era una niña, ni su debut en 1952 en el cine italiano como Graziella, en Tormento del passato. Su posterior etapa hollywoodense, en la que llegó a compartir pantalla con Frank Sinatra, tampoco es algo que muchos recuerden. Lo importante de Raffaella, lo que está presente en la memoria de generaciones tan variadas, es su estilo alocado, su melena descontrolada, sus coros estridentes y sus coreografías ambiciosas. Ese sello inconfundible –admirado y ridiculizado– que nació en 1970 cuando aceptó el ofrecimiento de Nino Ferrer, un conocido cantante francés, de participar en su programa Io, Agata e tu, con la condición de poder hacer, por 3 minutos al aire, lo que ella quisiera.
Este año Raffaella cumplió 70 años, pero el primer recuerdo suyo que tengo se remonta a 1988, cuando ella tenía 45 y musicalizaba mis viajes al colegio, disjockeados por mi madre. En el amor todo es empezar fue por mucho tiempo mi canción favorita. Esperaba atento la percusión fulminante que iba justo después del "explota-explotamexpló!" y saltaba en el asiento de atrás lo más alto que podía, porque en esa época remota los padres no sabían que había que amarrar a los hijos a los respaldos del auto.
Prefiero quedarme con la Raffaella setentera que todavía inspira y sorprende a miles de seguidores en Youtube. Esa que al verla moverse como deportista de alto rendimiento y cantar al mismo tiempo nos hace pensar: "eso lo copió después Madonna, Goldfrapp, Scissor Sisters y Lady Gaga".
Pero no solo los descuidos parentales eran extremos en los ochenta. Las coreografías de Raffaella, además de desafiar cánones moralistas por lo osado de sus letras y puestas en escena, rayaban en lo físicamente peligroso. En su peak de fama, cuando aún gozaba del cuerpo de una campeona olímpica, ella hacía como si fuera lo más natural pasos de alta complejidad que después eran tratados de imitar en fiestas y matrimonios. Para ella no era problema si no contaba con el ejército de bailarines en calzas y boleritos que solía acompañarla en sus shows europeos. Tal como lo hizo en la televisión chilena en el 79, envuelta en su enterito de emperatriz intergaláctica, era capaz de llenar el espacio coreográfico en temerarios solos de pie y en el suelo, contorsionándose hasta hechizar simultáneamente a los televidentes de todo el mundo.
Después, en los noventa, Raffaella se transformó en una figura constante de la televisión italiana y española, al mando de varios programas en los canales Rai y TVE. Un amigo español me contó que la fama de su programa ¡Hola Raffaella! era tal, que mucha gente hacía pitanzas haciéndose pasar por ella a las nueve en punto, la misma hora en que la cantante podía sorprender a quien estuviera en su casa con un llamado sorpresa que premiaba a los televidentes con 50.000 pesetas.
Aunque nunca ha dejado de hacer música ni estar vinculada a la televisión, prefiero quedarme con la Raffaella setentera que todavía inspira y sorprende a miles de seguidores en youtube. Esa que al verla moverse como deportista de alto rendimiento y cantar al mismo tiempo nos hace pensar: "Eso lo copió después Madonna, Goldfrapp, Scissor Sisters y Lady Gaga". Este año Raffaella cumplió setenta años y aunque solo haya sacado un sencillo de corte electrónico llamado Replay y no pueda seguir bailando con la estridencia de antes, se merece todo el respeto, porque fue una real musa de su tiempo, y esas siguen vivas para siempre.