La artista visual Andrea Rivas, de 37 años, pasó gran parte de su juventud viviendo una relación tóxica tras de otra. Comenzó cuando tenía 15 años y su primer pololo no la dejaba salir sola. No confiaba en ella, le decía, y Andrea acataba sus órdenes, para evitar un conflicto. Su segundo novio se burlaba de ella constantemente, se reía por cómo se maquillaba y vestía, y le pedía que tuviera un estilo “más clásico”. El tercero: alcohólico, terminó tomándola del cuello en una pelea. A partir de ahí sus experiencias fueron en escalada, repetía siempre el mismo patrón, aunque la violencia iba en aumento. La primera vez que vivió en pareja fue en una relación que, podría decirse, partió bien; eran amigos, cómplices. Hasta que por un accidente, Andrea tuvo que pasar más tiempo en casa, sin poder trabajar. “Desde entonces la relación empezó a decaer, porque yo me ocupaba de todo en la casa, básicamente era su empleada, al punto en que un día yo estaba enferma con fiebre y no fue capaz de ayudarme”. El día en que le dijo que se fuera, él la empujó fuerte y Andrea terminó con un codo roto. Y esa no sería la última vez. Su última relación tóxica fue en 2017. “Él era adorable al comienzo, pero un día recuerdo que le dio por cocinar y mientras cocinaba le hablé de algo y me hizo callar de forma muy desagradable, diciendo que no lo desconcentrara. De ahí empezó una relación de dominación, donde me criticaba harto y tenía mal trato. Él era cocainómano, me empezó a meter en su droga, y ahí me di cuenta que esto tenía que terminar”. A partir de entonces, motivada por sus amigas, inició una terapia para entender por qué caía una y otra vez en este tipo de vínculos. Allí se dio cuenta de algo que atravesaba todas sus experiencias; su falta de autoestima. “Me di cuenta que estaba tan desesperada porque me quisieran, que lo aceptaba todo”.

Las psicólogas del Centro interdisciplinario de las mujeres (CIDEM), Francesca Chiappini y María Belén Gómez, definen la autoestima como “la forma en que nos valoramos a nosotros mismos, ya sea en cómo se ve o cómo se siente una persona respecto a su apariencia, sus valores, sus defectos, sus habilidades, sus virtudes; cómo actúa y cómo se siente valorada y estimada por las personas que la rodean”. Dicen que la autoestima proviene de las experiencias ocurridas y de los entornos en los que hemos vivido, y se va desarrollando desde el nacimiento en función al amor, seguridad, sentirse valorado y ser capaz de realizar y cumplir nuestras metas. En el caso de las mujeres, ambas profesionales dan cuenta de que la autoestima y autovaloración tiende a ser menor, porque está asociada a expectativas y roles de género. Principalmente en dos grandes focos; la imagen corporal y la situación sentimental. “A las mujeres en general no se nos refuerza la importancia de formar nuestra propia identidad, nuestra autonomía, porque siempre nos construimos en relación y adecuándonos a otros. Lo que provoca, muchas veces, una falsa y débil identidad”. Algo similar reflexiona Andrea sobre sus vínculos y la relación con ella misma. “Creo que muchas de mis relaciones han sido tóxicas porque no he sabido quererme y cuidarme, y también por una sociedad machista en la que crecí, donde marcar los límites no era lo normal”.

El caso de Andrea es bien representativo en la mujer chilena. El emprendimiento social Mipacareu, junto a un equipo de Investigación de la Universidad Católica, publicaron en 2021 la primera encuesta sobre el autoestima en las mujeres chilenas, la cual reflejó que 1 de cada 4 siente que no tiene muchos motivos para sentirse orgullosa de sí misma. Dentro de ellas, las jóvenes entre 16 y 25 años son las que presentan la peor autoestima. Si cruzamos datos nacionales, vemos que el índice de violencia en el pololeo entre adolescentes, a través del control y el hostigamiento, son alarmantes; cabe preguntarse si es una relación de causa y efecto. Francesca y María Belén constatan en su experiencia en consulta, cómo las mujeres tienen y quedan con una autoestima y autovarolación mermada tras romper el vínculo afectivo con una pareja tóxica. “Los estudios muestran que una mala relación de pareja afecta directamente en nuestra autoestima. El estar en pareja, al ser un componente que se vive y percibe como fundamental en la construcción de la autoestima, cuando se pierde, quiebra o termina, va directamente relacionado a cómo nos autovaloramos.”

Dentro de las consecuencias que observan en las mujeres tras este tipo de relaciones, como las que vivió Andrea, ambas psicólogas destacan el hecho de que las mujeres quedan dudando de sí mismas y de sus relaciones, con mucho autoboicoteo. “Hay mucha necesidad de validación externa. Siempre están dudando de que lo que están entregando o recibiendo es algo sano o no, tienen la hipótesis generalizante o catastrófica de que “todos son iguales”, “todos me van a hacer daño”, creen que nunca van a poder tener una relación sana. Quedan, además, con la sensación de haber quedado rotas, lo que genera mucha vergüenza porque otros pueden ver esas heridas”.

¿Qué consejos o tips darían para recuperar esa autoestima?

“Desarrollar pensamiento crítico acerca de cómo se ha forjado nuestra autoestima como mujeres, colectivizar la experiencia, entendiendo que no somos las únicas que venimos dañadas, si no que estamos en una cultura que nos bombardea de estándares inalcanzables en todo ámbito; éxito, belleza, relaciones de pareja, amor, afectos, relaciones de amistad, incluso de autoestima y autoconfianza. Esto se puede mejorar leyendo al respecto y rodeándote de personas que no te exigen lo que no eres. Todo esto en un acto de compasión con une mismo que requiere coraje y redes de apoyo”.

Tras ya cuatro años de reflexión, terapia y crecimiento, Andrea hoy se siente con su autoestima más firme, y tiene por fin lo que identifica como una pareja sana. “Me recuperé entendiendo que debo cuidarme, quererme y también entendiendo que no estaba sola , que a muchas amigas les había pasado. Cada vez tengo más fuerza para saber que hoy nadie me puede menospreciar ni violentar físicamente. Hoy soy fuerte y no me dejo pisotear”.