Reflexiones de una ex modelo

Ícono de moda chilena en los 80 y 90, Mónica Aguirre (52) cuenta que es más feliz que nunca lejos de ese mundo, que dejó hace 12 años, y que desde entonces le entrega su tiempo a ser abuela, a la biodanza y a sus incursiones como actriz. "Me cansó tanta superficialidad", dice en esta entrevista, en la que revisa su pasado fashion, las operaciones que "jamás debí hacerme" y su temor a una vejez achacosa y solitaria.




Paula 1182. Especial Moda, sábado 12 de septiembre de 2015.

El departamento antiguo ubicado en Las Condes donde Mónica Aguirre vive junto a su pareja hace 16 años, el músico Claudio Guzmán, y el hijo veinteañero de este, es un templo de tranquilidad. Son las tres de la tarde de un día de semana, huele a incienso y el único ruido que se escucha es el ronroneo de sus dos gatos, Señora Julia y Misie. Junto a ellos, de chaleco oversize con estampado étnico, jeans y botas sin taco y largas hasta la rodilla, está la ex modelo que en abril cumplió 52 años y hace 12 está alejada de las pasarelas y las fotografías de moda.

Aguirre tenía 14 cuando fue reclutada por la diseñadora de moda española radicada en Santiago Flora Roca. A los 17 fue finalista del concurso Miss Chile. A los 18 se emparejó con el popular cantante uruguayo Gervasio, conformando una de las parejas más atractivas para los medios de espectáculos locales de entonces. A los 20 protagonizó la inolvidable y ochentera campaña televisiva y gráfica de Pisco Capel, que la mostraba desnuda y a contraluz a la orilla de un lago. Después vendrían otros contratos publicitarios, su presencia obligada en los desfiles de Luciano Bráncoli, Rubén Campos y Los Click, y la aparición habitual en programas de TV como Cuánto vale el show y Martes 13.

Ni su cara ni su cuerpo delgado dan señales de agotamiento, a pesar de que Mónica Aguirre ha convivido con el dolor desde que era una niña. Tenía 11 años cuando falleció su padrastro, su figura paterna, ya que al padre biológico no lo vio más que dos tardes antes de que muriera de cáncer en 2006. En 1990, cuando tenía 27 y cuatro hijos de entre 6 y 1 año (Yanara, Nahuel, Millaray y Lincoyán), falleció Gervasio. Era la madrugada del 20 de octubre cuando recibió el llamado de un amigo: el cuerpo de su pareja de 42 años había sido encontrado colgado de una viga con una soga al cuello. La muerte, que aún se investiga, puso en punto suspensivo hasta hoy una trágica historia que ella espera alguna vez poder cerrar (ver recuadro).

Sin otras fuentes de ingresos más que el modelaje, y una entrada mensual por concepto de derechos de autor del cantante, tuvo que buscar la manera de ganarse la vida. De 2000 a 2005 manejó la Escuela de Modelos Mónica Aguirre que, lejos de sacarla de las deudas, la obligó a vender su casa de veraneo, su única propiedad. De ese pantano salió cambiando de giro. Estudió interpretación de los sueños, orfebrería, acupuntura y reiki. En ese orden. Actualmente es profesora particular de biodanza, "disciplina que combina música y movimiento para profundizar en la conciencia personal", explica, e imparte talleres a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar que organiza la Municipalidad de Maipú. Además, hace tres años, trabaja como actriz de comedia en las obras que produce y dirige Cristián Villarreal. "Por años pensé que jamás me atrevería a actuar, a pesar de que era mi sueño. Me daba vergüenza, me asustaba ser tildada de la ex modelito que quiere actuar sin haber estudiado. Pero he descubierto que tengo un talento innato", dice ella.

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"No les tengo temor a las arrugas ni al cuerpo viejo. Me cuido comiendo sano y con la biodanza, pero no soy adicta a las cirugías estéticas. Fuera de la embarrada de boca y las pechugas, nunca me he estirado la cara ni el cuerpo. Tampoco me he hecho la liposucción".

¿Qué recuerdos te deja tu etapa como modelo?

¡Uuuff, fue muy larga!: 26 años trabajando. No creo que haya otra modelo chilena con una carrera tan larga. Fui testigo de varias camadas de modelos y tendencias. Cuando partí, cada diseñador producía su propio desfile para lanzar una nueva colección. Es decir, en época de cambio de temporada me tocaban hasta cinco desfiles a la semana. Después los desfiles pasaron a manos de grandes productoras, como ocurre hasta hoy, que los organizaban juntando a varios diseñadores por jornada, por lo que el trabajo como modelo disminuyó radicalmente. Las pasarelas también evolucionaron. Empecé con la pasarela baja y angosta. Después, a fines de los 80, mantuvo esas dimensiones, pero la estética era bien exagerada. Finalmente, en los 90, el glamour se desató y desfilábamos sobre pasarelas enormes.

¿Te gustaba ese glamour?

Siempre he dicho que así como existe el antipoeta, yo fui la antimodelo. Soy sencilla, nunca me han interesado las telas finas ni las marcas. Quizás es porque he tenido otras prioridades siempre. Ni siquiera cuando comencé a modelar me sentía cómoda. Todo lo contrario, lo pasé súper mal, porque era la más chica, extremadamente tímida y venía de un contexto muy distinto: una familia de clase media, de mamá y padrastro actores medios hippies, mientras que el resto de las modelos provenía generalmente de sectores acomodados. Me sentía pollo en corral ajeno.

El peso de las modelos es un tema permanente de debate. ¿Cómo lo viviste tú?

Cuando yo empecé no existía la presión por ser delgada. Además, yo era talla 38 y había varias modelos con talla 40 y hasta 42, algo impensable hoy. En los 90 sí alcancé a ser testigo de que se comenzaron a exigir estándares de tallas más chicas y vi cómo varias de mis compañeras, especialmente las que salían a probar suerte fuera de Chile, regresaban traumadas con la huincha de medir, porque las exigencias eran muy drásticas: no podías tener más de 92 cm de cadera, por ejemplo. Una locura. Afortunadamente, debido a mi contextura natural, siempre pude trabajar con diseñadores de alta costura.

Ya fuera de esta industria, ¿qué opinión te merecen esas exigencias?

La competencia entre modelos es mayor que antes, debido a la llegada de extranjeras. Al haber mayor oferta, las tarifas han bajado y es mucho más difícil destacar. Una manera de hacerlo, y lograr un trabajo, es tener las medidas que exige la industria que son sumamente drásticas: hay niñitas de 14 años, que miden 1,80 m, con talla 36. Eso no es saludable.

Tuviste a tu primer hijo a los 20 y luego vinieron seguidos los otros tres. Esos embarazos coincidieron con el peak de tu carrera. ¿Cómo lo hacías?

De manera natural, no subía más de un kilo por mes, entonces, podía trabajar hasta los seis meses, que era cuando recién comenzaba a notarse mi guata. Luego, cuando mis hijos ya tenían un mes, volvía a trabajar. No podía darme el lujo de quedarme en la casa.

Claudia Guzmán y Estela Mora, ambas de tu generación, trabajaron fuera de Chile. ¿La maternidad te impidió hacer lo mismo?

Sí, ellas también tenían hijos, pero uno cada una. Una agencia me ofreció ir a hacer castings al extranjero, pero no quise. Con cuatro niños, cero opción. No solo por un asunto de organización, de cómo cuidarlos, sino porque yo siempre fui muy apegada. Recuerdo que para una producción de revista Paula, en los noventa, fotografiada por Roberto Edwards en su casa en el lago Todos los Santos, estuve diez días fuera de mi casa y lo pasé pésimo.

¿A qué edad se te apareció el fantasma de que te quedaba poco tiempo en la moda?

Nunca tuve miedo de que me dejaran de llamar. Pero sí, aunque tenía más de 40 y seguía desfilando, ya llevaba mucho tiempo sin querer hacerlo, pero obligada por la necesidad económica. Desfilaba mientras intentaba reinventarme, buscando incesantemente qué hacer con mi vida.

¿Qué era lo que te incomodaba?

Es que uno empieza a madurar y a darse cuenta de que quiere hacer cosas más trascendentes. Quería perfeccionarme, aprender cosas nuevas e ir más allá. Me venían crisis existenciales, porque sentía que mi trabajo era superficial y yo no lo había elegido. Mi mamá y mi abuela fueron quienes insistieron en que entrara a un curso de modelaje, porque era alta y flaca, y ahí comenzó todo. A veces me pregunto en qué estaría hoy si en vez de modelo hubiese estudiado actuación.

Bueno, pero ahora trabajas en teatro.

Sí, por eso mi gran lección es que nunca es tarde para hacer lo que uno sueña. Pero no solo eso. A los 52 años, aún me considero joven. No sé si le pasará a todo el mundo lo mismo, o si estoy medio desubicada en la vida. De hecho siempre les digo a mis hijos: "avísenme cuando sea una vieja ridícula, por favor". Pero yo no me siento una mujer de 52 años. O quizás los tiempos han cambiado tanto, que hoy las mujeres a esta edad no son como eran antes.

Y eso que te convertiste en abuela a los 40.

Sí, a los 42 años nació mi primera nieta, hija de Yanara. Mi mamá me gana, ya que yo la hice abuela a los 37. Confieso que me ha costado acostumbrarme a la palabra. Es fuerte, aunque serlo es maravilloso. Adoro a mis cinco nietos, que tienen entre 10 y 2 años. Me fascina estar con ellos y soy una abuela atípica: no estoy en la última etapa de mi vida, como solía suceder hace unos años.

¿Te asusta envejecer?

Me da miedo convertirme en una vieja achacosa. Me da miedo la soledad y la indefensión que viven algunos ancianos. Pero no les tengo temor a las arrugas ni al cuerpo viejo. Me cuido comiendo sano y con la biodanza, pero no soy una obsesiva del tema ni una adicta a las cirugías estéticas, como se ha dicho de mí. Fuera de la embarrada que me pude haber dejado en la boca y en las pechugas cuando me las operé, nunca me he estirado la cara ni el cuerpo. Tampoco me he hecho la liposucción.

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Tres producciones de moda de revista Paula, de 1987, protagonizadas por Aguirre y fotografiadas por Roberto Edwards. En la tercera (de izquierda a derecha), junto a Rosita Parsons.

LA BOCA DE LA DISCORDIA

Desde que hace veinte años se inyectó silicona en los labios y se puso implantes mamarios, Mónica Aguirre ha tenido que dar cientos de explicaciones y su respuesta ha sido siempre la misma: "Me equivoqué, fui ingenua y poco inteligente al acudir a cualquier centro de estética y dejar que me aplicaran silicona industrial", dice.

Los implantes se los sacó 10 años después con el doctor Héctor Valdés, debido a que comenzó a sentir dolores, operación que quedó registrada en el programa Vida, de TVN. Los labios, en tanto, son un tema hasta hoy. Aunque su primera intención era corregir la forma de corazón que tenían, el resultado le pareció excesivo. Como consecuencia, ha ingresado dos veces al quirófano para sacarse la silicona, pero dado que se trata de una zona extremadamente delicada, es imposible extraerla por completo. "Aunque me mejoró bastante, he pensado en hacerme una tercera operación", cuenta.

Más allá de esa forma que no te gustaba, ¿qué te llevó a operarte la boca y a asumir ese riesgo?

Mirándolo desde hoy, te juro que no lo sé. Fue una tontera. Me lo ofrecieron en un centro de estética y acepté de impulsiva, porque vi a una amiga que se lo había hecho con un doctor y le quedó muy bien. Pero a mí lo que me hicieron fue una carnicería: el procedimiento debe ser que te inyecten silicona en los bordes para que el labio suba un poco. A mí me clavaron toda la boca. Me quedó enorme, pero me dijeron: "tranquila, está hinchada, va a bajar". Nunca bajó ni un poco y, para peor, me quedó asimétrica. Pensé que tal vez solo yo lo notaba, pero a las semanas fue una periodista a entrevistarme y lo primero que me dijo fue: ¿te hiciste algo en la boca, verdad? Ahí dimensioné. Y ahí también partió el show mediático de la boca que no paró hasta mucho después.

Hoy, ¿te gusta tu boca?

Me miro al espejo y veo que está bien, pero en fotos y en televisión se ve gigante. De hecho, mucha gente cuando me conoce en persona me dice: "oiga, pero su boca no es como se ve en la tele". Menos mal ya no trabajo en eso, porque no sé si soportaría verme tanto en pantalla.

Pocos meses después de esa primera operación, te hiciste pechugas.

Ay sí, es algo de lo que me da hasta vergüenza hablar, porque mi nivel de estupidez fue demasiado grande. No aprendí la lección, la aprendí a la segunda. Ya con lo que me había pasado debería haber averiguado mucho más y no lo hice. Aunque han pasado muchos años, aún no logro entender qué pasaba por mi cabeza en ese momento. Quería levantarme las pechugas, pero no tenía plata para hacerlo bien. Fui adonde una mujer que me recomendó una amiga, que ni siquiera sé si era doctora, a que me inyectara silicona. Eran cuatro sesiones y solo fui a una porque sospeché que estaba haciendo una estupidez. No me quedaron feas altiro, pero con el tiempo empecé a notar unas durezas. Tuve suerte de que no pasara algo más grave, porque eso se podría haber ido a otros órganos de mi cuerpo y causarme la muerte.

Aunque eras públicamente reconocida como una mujer hermosa, tú no estabas conforme con tu cara y tu cuerpo.

¡Pero si está lleno de casos así! Nunca me sentí linda. Siempre consideré que era distinta, que tenía una belleza rara, exótica como dicen. Pero así linda-linda, no.

¿Te castigas por esos errores?

Critico a la mujer que fui en ese momento, pero tampoco vivo pensando en eso. Ya fue.

CASO DE GERVASIO: INVESTIGACIÓN EN CURSO

La familia de José Gervasio Viera Rodríguez está a la espera de los resultados de la exhumación del cuerpo del cantante, estudios que desde mayo pasado realiza el Servicio Médico Legal. Esto, luego de que el caso fue reabierto en 2013 por la Corte de Apelaciones de San Miguel, a petición de la hermana del músico, Blanca Viera, y su hijo mayor, Leandro Viera, quienes entregaron nuevas pruebas recabadas por un perito forense privado que podrían descartar la tesis del suicidio del músico.

Mónica Aguirre dice que le incomoda hablar del tema y que espera "una verdad judicial que nos permita como familia pasar de una etapa sombría a una en que lo podamos recordar desde la luz. Todo ha sido muy oscuro, ha pasado tanto tiempo que la gente inventa, no sabes qué es verdad, qué es mentira. No sabes quién fue su amigo y quién no, qué cosas tú sabías y cuáles no. Espero que se llegue pronto a una respuesta y que todos seamos capaces de aceptarla y descansar".

¿Cómo enfrenta tu pareja que se te siga mencionando como "la mujer de Gervasio"?

Ese tema ha sido heavy. Para mí es súper incómodo ir por la calle con Claudio y que alguien me diga: "¡usted es la mujer de Gervasio!". Yo respondo: "la ex mujer". Para él es difícil, aunque es tan generoso que nunca me ha dicho nada. Al contrario, siempre me ha apoyado. Con Claudio descubrí que uno puede amar varias veces en la vida. Él es mi gran amor.

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