La oficina de Pronovif (Proyecto por la No Violencia en la Familia) está al fondo de un terreno municipal lleno de perros callejeros y fierros viejos, en Cerro Navia. Para llegar hay que subir por una escalera empinada que no se ve a primera vista. El sicólogo Atilio Macchiavello (35 años), uno de los cuatro profesionales a cargo del proyecto, saluda desde arriba y hace señas para indicar el camino. Junto a él participan Álvaro Rojas (28 años, sicólogo), Patricio Briceño (38 años, trabajador social) y Alonso Rivas (30 años, sicólogo). Los cuatro son amigos.

Las paredes de madera de la recepción están adornadas con recortes y afiches con frases como "No más violencia contra las mujeres" y "Frente a la violencia no seamos cómplices". Da la sensación de estar en un club de Tobi feminista. Dos pequeñas salas funcionan como box de atención en la oficina, construida con paneles de madera. El invierno pasado lo capearon sin vidrios en las ventanas. A falta de presupuesto las tuvieron que forrar con nylon. Como la plata tampoco alcanzaba para muebles, los sillones los trajo Atilio de su casa. En este lugar funciona el proyecto contra la violencia intrafamiliar más exitoso que se ha hecho en Chile.

Pronovif nació en 2007 como una iniciativa del Consejo Comunal de Seguridad Ciudadana de Cerro Navia para detener la violencia intrafamiliar física y sicológica en la comuna. Los cuatro rehabilitadores postularon al proyecto por concurso público y el enfoque que desarrollaron para este programa es revolucionario: no se concentran en las víctimas, sino en los hombres que las agreden.

"Atendemos a hombres, pero nuestro principal objetivo es proteger a las mujeres", dice Atilio Macchiavello. Es el coordinador de Pronovif y uno de los pocos expertos en rehabilitación de hombres agresores que hay en Chile. Ha hecho clases en universidades sobre el tema y capacitado a funcionarios del Sernam y del Ministerio de Justicia sobre cómo opera el ciclo de la violencia. "Está comprobado que el estrés y la depresión de vivir siete años en una relación de violencia es sólo comparable a la de estar en un campo de concentración. Y siete años es lo que se demora, en promedio, una mujer en denunciar", dice para graficar la gravedad del problema.

El programa, financiado con 34 millones de pesos –provenientes de la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior y entregados a través de la municipalidad–, logró porcentajes de éxito terapeútico inéditos en Chile: de los 64 hombres que los cuatro profesionales atendieron hasta enero de 2009, 76% eliminó totalmente la violencia física por más de 6 meses, 9% la detuvo temporalmente (por tres meses), 9% la disminuyó, 3% la mantuvo y 3% la aumentó. Los resultados en violencia sicológica también fueron importantes: 45% de los hombres la eliminó, 9% la detuvo, 27% la disminuyó, 12% la mantuvo y 3% la aumentó.

Más del 80% de los hombres que trataron fue derivado desde la Fiscalía Centro Norte. El resto fue enviado por los tribunales de familia, Carabineros y consultorios de la comuna. Ocho hombres se acercaron por propia iniciativa a pedir ayuda.

Todas las medidas y los millones se han centrado en atender a las mujeres, concientizarlas, alentarlas a que denuncien, darles refugio. Según cifras del Sernam, de las 13.063 mujeres que recibieron atención en los Centros de la Mujer en 2008, 57,6% logró disminuir el nivel de riesgo en el que vive, fortalecer sus redes protectoras y aumentar su autoestima y autonomía. Muchas logran estos resultados alejándose de los hombres que las agreden.

Pero estos hombres pueden seguir agrediendo a otras mujeres. "En Chile hay una política coja, porque la violencia es un problema para la mujer, pero no es un problema de la mujer", insiste Atilio. "Los femicidios no se van a detener a menos que rehabilitemos a los hombres que ejercen la violencia", afirma.

El switch de las emociones

La escena parte más o menos así. Un tipo le pega a su mujer. Ella lo denuncia en una comisaría. La Fiscalía Centro Norte los cita a ambos a una audiencia preparatoria. El juez lee el parte policial y le pregunta al imputado si reconoce los hechos. Si el sujeto no tiene antecedentes penales, el defensor le aconseja que reconozca todo, con lo que consigue una suspensión condicional del procedimiento y queda libre. El 80% de las denuncias por violencia intrafamiliar termina de esta forma. El juez suspende la causa a cambio de que el hombre vaya a terapia. Es entonces cuando llega a Pronovif.

"Al principio los pacientes vienen obligados, sin reconocer nada, resentidos con la mujer que los denunció", dice Alonso Rivas. "Le echan la culpa a la mujer y no sabemos realmente en qué condición y riesgo vital está ella".

Por eso, lo primero que hacen los terapeutas es reunirse con la víctima. Así evalúan el nivel de daño y la derivan a un Centro de la Mujer del Sernam, si es necesario. Construyen con ella un plan de seguridad para que, si corre peligro, sepa a dónde ir y a quién llamar. Y por último, algo indispensable para el diagnóstico: escuchan su versión de los hechos.

"Un hombre que vino a terapia nos dijo que le había pegado una cachetada a su mujer", dice Atilio. "Pero cuando hablamos con ella, nos contó que el marido la arrastró del pelo desde la reja de la casa hasta el baño, donde le pegó en la cabeza con el fierro del colgador de toallas. Sólo se detuvo cuando apareció el hijo de cinco años y le dijo a su padre: 'No mates a mi mamá'".

El primer objetivo de la terapia es que el hombre deje de negar su comportamiento violento y se haga responsable de él. ¿Cómo consiguen esto? Haciendo que los pacientes se conecten con sus emociones.

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Atilio, Álvaro, Patricio y Alonso dicen que el macho chileno ejerce una masculinidad opresiva que no sólo genera violencia contra la mujer, sino también contra él mismo. "En Chile, el papá está siempre machacándole al niño 'hazte hombre, no llores'. Es de macho aguantárselas. El hombre no va al doctor, por ejemplo. No se cuida", dice Atilio. "Hemos atendido a hombres totalmente mutilados en sus sentimientos, que trabajan como brutos desde los nueve años, sin vida familiar ni de pareja", agrega. Uno de sus pacientes pasaba todos los sábados por Vitacura manejando un camión. Un día, en la terapia, le dijo a Atilio: "Veo a las familias paseando en bicicleta y me da una envidia tremenda, un dolor inmenso, porque yo no he podido ver crecer a mis hijos'".

"¿Y eso no es violento?", se pregunta Atilio. "La sociedad no quiere mirar la tremenda violencia que significa trabajar doce horas diarias, a veces sin contrato ni previsión social. Estos hombres, así de brutos, como los estamos criando, se transforman en proveedores alienados, desvinculados de sí mismos y de sus familias".

Con la terapia, que dura entre seis meses y un año, los pacientes reviven las escenas de violencia y aprenden a reconocer las emociones que los guiaban. Se conectan con ellas y con su historia de vida. Entonces comienzan a cambiar.

Uno de los pacientes, un profesional de 48 años, relata su historia: "Llegué a Pronovif después de que intenté pegarle a mi señora, boté todas las cosas al suelo, quebré maceteros, platos. Le dije que era una mala madre, que la odiaba, le desgarré ropa y le tiré agua. Ella me echó de la casa y llamó a los pacos". Fue entonces que se acercó por su cuenta a Pronovif en busca de ayuda.

"La terapia fue de shock, porque aprendí cosas de mí, apareció el monstruo que tenía dentro. Me di cuenta de que mis tensiones, mis rabias, mis deudas, todo lo tiraba contra mi mujer. Terminaba con dolor de estómago después de las sesiones de terapia. Me sentía mal como ser humano y como hombre, porque por primera vez me di cuenta de lo que mi mujer sufría con eso", dice.

Alonso asegura que cuando los pacientes toman conciencia del daño que han provocado, sienten mucha vergüenza: "Un indicador de que estamos haciendo bien la pega es que los pacientes empiezan a sentirse mal por lo que han hecho".

Este paciente estuvo un año y tres meses en tratamiento, hasta noviembre de 2008. No ha vuelto a ser violento con su mujer. Atilio sintetiza así el modelo con que trabajan: "La premisa es que cualquier ser humano y, en específico, cualquier hombre, por muy oprimido y alienado que esté, tiene la capacidad de mirar el mundo de manera crítica. Lo que buscamos es que mire críticamente la educación que recibió, cómo ha experimentado su vida como hombre y sus comportamientos violentos con la mujer". Asegura que es la clave para el cambio.

Falla de fábrica

El invierno pasado los cuatro terapeutas de Pronovif fueron a un taller sobre masculinidad en el Cajón del Maipo. Soportaron la avalancha de bromas de sus amigos, porque era un encuentro de puros hombres. "Nos decían: 'Duerme contra la pared'. 'Que no se te caiga el jabón'. Confundían el tema de la orientación sexual con el tema de ser hombre de otra manera", dice Atilio.

Esa semana los marcó. Después de ese encuentro los cuatro formaron el Colectivo Manos (Masculinidades No Opresivas y Sensibles). En su blog colectivomanos.wordpress.com discuten cómo generar una masculinidad no machista.

"En el taller hablé por primera vez en mi vida, de mis penas, de mi hija, de la relación con mis padres. No es común ver a veinte hombres conectados por sentimientos vedados socialmente para nosotros", relata Patricio.

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Cada uno dibujó su cuerpo en tamaño real sobre un papel. Álvaro llenó el suyo de colores, poemas, emociones, preguntas, recuerdos. Lo tiene en su pieza y todos los días lo mira para verse a sí mismo. "Elegí ayudar a los hombres que agreden a su pareja e hice mi tesis en maltrato infantil, porque también me reconozco como un niño que fue vulnerado en sus derechos. Necesito repararme de esas cosas a la vez que voy reparando y construyendo en otros", dice Álvaro.

"En Chile los hombres tenemos una falla de fábrica, que es la relación con el padre", continúa. "Hay que rebelarse contra ella, porque rebelarse implica pensar, criticar, dejar de valorar a este padre imaginario", dice Atilio, continuando la idea. "Hay cosas de las que mi padre no habla y no quiere que yo mencione. Si las digo, se atraganta. Guardar silencio, no querer escuchar ni a los niños ni a las mujeres, mutilar ciertas emociones en uno mismo, es una forma de mantener el control", asegura.

La búsqueda de una forma distinta de ser hombre es un tema que surge inevitablemente cuando los pacientes de Pronovif logran identificar y responsabilizarse de su propia violencia. "Es entonces cuando viene el dolor", afirma Alonso. "Un paciente que había sido abandonado por su señora, me dijo llorando: 'Ahora me doy cuenta de lo machista que he sido'. Cuando llegan a ese punto es necesario reparar y ahondar en el tema de la masculinidad".

Por eso, en un nivel más avanzado del tratamiento, los hombres participan en terapias grupales en las que el tema no es la violencia, sino la masculinidad.

Pronovif fue destacado por el Ministerio del Interior en 2008 como uno de los diez proyectos de prevención social con mejores prácticas. Los cuatro terapeutas fueron invitados a exponer al Conace, a la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile y realizaron consultorías a los servicios de salud de Los Andes, Rancagua y Temuco. A pesar del éxito de Pronovif, el financiamiento para el proyecto se acabó el 28 de febrero de este año y los terapeutas tuvieron que cerrar los casos o derivar a sus pacientes.

Afortunadamente, esto no significará el fin de la atención de hombres en Cerro Navia. La municipalidad consiguió que la División de Seguridad Pública aprobara un nuevo fondo de 60 millones para relanzar un nuevo Pronovif. "Estamos esperando que lleguen los fondos ministeriales para comenzar este invierno", dice Jorge Mardones, jefe del plan comunal de seguridad pública de Cerro Navia, quien explica que cuando tengan la plata, que se ha atrasado tres meses, elegirán a un nuevo equipo de terapeutas por concurso público.

Mientras tanto, los cuatro profesionales que formaban el equipo original expanden su enfoque para acabar de raíz con la violencia en otros lugares de Chile. Álvaro se trasladó a Rancagua para atender como sicólogo particular casos de violencia intrafamiliar y para tratar a agresores de todas las edades. En mayo, Alonso comenzó a trabajar en el Centro Comunitario de Salud Mental de Quinta Normal atendiendo a hombres que han agredido a su pareja. Patricio está postulando a otros proyectos similares en la Región Metropolitana y Atilio fue contratado como sicólogo en un nuevo proyecto municipal de atención de hombres agresores en la comuna de El Bosque.

Atención nacional

El enfoque centrado en los hombres prende de a poco. Este año, por primera vez, el Estado creará un programa centrado en la rehabilitación de agresores. El Ministerio de Justicia invertirá 100 millones anuales en un plan nacional (que no tiene relación con Pronovif) para atender a hombres. A partir del segundo semestre de 2009, un programa piloto atenderá casos derivados de la Fiscalía Regional Metropolitana Centro Norte y de la V Región. El paso siguiente, aún sin fecha, será extender el plan a las regiones II, III, IV, VII y IX, con un presupuesto de 290 millones por región, para tres años de programa.

  • Una de cada tres mujeres en Chile ha sido víctima de alguna forma de violencia de su pareja, según la primera Encuesta Nacional de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales del Ministerio del Interior, publicada el 31 de diciembre de 2008.
  • En 2007 hubo 107 mil denuncias por violencia intrafamiliar. En 2008 aumentaron a 111 mil.
  • Cada vez son más las mujeres que denuncian, pero sólo el 9% de los procesados por delitos de violencia intrafamiliar recibe una sentencia condenatoria.
  • En los 58 femicidios ocurridos en Chile en 2008, gran parte de los victimarios han sido denunciados anteriormente.