Relaciones familiares
Mi madre es mexicana y mi papá llegó de Francia luego de la Segunda Guerra Mundial. Se convirtieron en padres y la vida pasó a ser un eterno ir y venir cada vez que se podía.
Nací a finales de los 70, época en que las llamadas a larga distancia eran un lujo que uno se daba para eventos importantes como cumpleaños, pascuas o años nuevos. Así, la alternativa más expedita para comunicarnos eran largas cartas. Recibir una carta para mi cumpleaños (que llegaba 2 semanas después) me hacía sentir parte de esta familia.
Comparto esta columna porque esta semana nos toca viajar nosotros a la “boda” de un familiar que acogió parte de esta familia extendida. E inevitablemente las emociones de niña reemergen.
Me siento ansiosa, angustiada, feliz. Aunque el viaje no ha empezado, no quiero que se termine. Y quiero que sea perfecto. Me siento asustada por si algo falla, porque quién sabe cuándo nos volveremos a ver. Nunca lo sabemos. La última vez fue hace seis años.
Sé que no soy la única. Cada día es más frecuente que crezcamos lejos de nuestras familias e iniciemos nuestras vidas solos, con nuestras parejas o con nuestras familias de origen y sin redes ni costumbres familiares, algo que sin duda tiene múltiples consecuencias.
Las relaciones a distancia con la familia frecuentemente se caracterizan por la idealización de la dinámica familiar. La ausencia de interacciones diarias puede hacer que se recuerden sólo los aspectos positivos de la relación, omitiendo las tensiones y conflictos que normalmente se experimentan. La distancia crea una especie de filtro que magnifica las cualidades positivas y minimiza las negativas.
Asimismo, muchas veces la distancia despierta nostalgia. Los recuerdos felices y momentos compartidos en el pasado pueden ser exagerados en nuestros recuerdos, llevando a una idealización de los “buenos viejos tiempos” y una visión romantizada de la familia.
Idealizar a la familia también nos puede distraer de los problemas o conflictos personales. En lugar de enfrentarlos, podemos tender a refugiarnos en una imagen idealizada de la familia para sentirnos mejor y mantener un equilibrio emocional.
Sin hacernos los lesos, también sabemos que socialmente se glorifica la imagen de la familia unida y feliz. Esta idealización social puede influir en cómo percibimos nuestra propia familia, especialmente cuando vivimos lejos y no participamos de las dinámicas cotidianas.
Yo, durante muchos años idealicé. Sentía que si hubiera vivido cerca de mi familia mi vida habría sido distinta y mejor. Idealización que duró hasta entrada la adolescencia y ya en la vida adulta entendí que “la familia es como es” independiente de dónde vivan sus miembros.
Pero, ¿cómo son las relaciones a distancia con las familias?
En un mundo cada vez más globalizado, las relaciones a distancia con la familia se han convertido en una realidad. Ya sea por oportunidades laborales, estudios o cambios en la vida personal, la distancia física puede tener un profundo impacto en la dinámica familiar y en el bienestar de sus miembros.
La distancia con la familia puede afectar nuestra confianza y nuestro sentido de pertenencia. La falta de contacto regular puede llevar a cuestionar el propio valor y la importancia dentro de la familia, especialmente cuando las interacciones son esporádicas o superficiales. La sensación de no estar presente en momentos importantes puede contribuir a sentimientos de exclusión y disminución de la percepción de mis propias capacidades en la familia, por ejemplo, sentir que no tengo un rol definido.
A su vez, la distancia física puede intensificar los sentimientos de soledad y aislamiento. La ausencia de interacciones diarias puede llevarnos a sentirnos desconectados y sentir una falta de apoyo emocional, cruciales para nuestro bienestar psicológico.
Otro impacto que aparece como significativo es sobre la preocupación por la salud y el bienestar de nuestros seres queridos, la dificultad para mantenernos al tanto de sus vidas y la imposibilidad de ofrecer apoyo inmediato pueden causarnos ansiedad y estrés en quienes vivimos lejos de nuestras familias.
Otro hecho innegable, a mis ojos, es que la distancia puede alterar la dinámica familiar, haciendo que las interacciones sean menos frecuentes y, en algunos casos, menos profundas. La falta de contacto cotidiano puede dificultar una comunicación honesta y abierta que nos puede llevar a malentendidos. Algo que se puede solucionar rápidamente tomando un café, con la distancia puede transformarse en un problema crítico. Evitar discutir temas importantes o difíciles puede afectar la calidad y la profundidad de la relación.
Pienso también en quienes viven lejos de sus familias y tienen hijos pequeños o padres viejos. La distancia puede complicar la crianza y el cuidado, lo que también podría generar culpa y preocupación por no poder cumplir con las expectativas familiares y todo lo que conlleva.
Pero ¿cómo podríamos mantener una relación saludable a distancia?
Aquí hablo desde mi experiencia personal y profesional:
Establecer una comunicación regular y significativa puede ayudar a mantener la conexión. Usar la tecnología como video llamadas, whatsapp u otras RRSS, puede ayudar a sentirnos más cerca, a pesar de la distancia. Es importante que las conversaciones sean significativas y no se limiten a intercambiar información.
También puede resultar útil planificar visitas y reuniones virtuales. A pesar de verse poco por la distancia, planificar reuniones virtuales como comidas familiares por videollamada o actividades conjuntas en línea, puede ayudar a fortalecer los lazos. Además, programar visitas cuando sea posible puede ofrecer una sensación de anticipación y excitación. En mi caso, llevamos un año programando nuestro viaje, lo que ha fortalecido el vínculo desde el proyecto familiar.
Otra idea para mantenernos conectados es compartir experiencias como fotos, videos y anécdotas sobre la vida diaria. Crear álbumes familiares en línea o publicar actualizaciones regulares en redes sociales privadas, puede mantener a todos informados y conectados. Yo misma voy a conocer a tres miembros nuevos de la familia, sin embargo, ya conozco algo de ellos, por la generosidad de haber compartido conmigo algo de sus vidas cotidianas.
El apoyo emocional mutuo es crucial. Ofrecer y buscar apoyo emocional de manera activa, hablando abiertamente sobre los sentimientos y preocupaciones puede ayudar a reducir la ansiedad y el estrés. También es importante ser consciente de las necesidades emocionales de los demás y ofrecer apoyo cuando sea necesario.
Por último, crear nuevas tradiciones que se adapten a la distancia puede ser una forma efectiva de mantener el vínculo familiar. Por ejemplo, pueden establecerse rituales de lectura en línea, juegos de mesa virtuales o incluso sesiones de cocina conjunta a distancia.
Las relaciones a distancia con la familia presentan desafíos únicos que impactan significativamente en el bienestar psicológico de sus miembros. Sin embargo, si nos importa y nos esforzamos conscientemente para mantener la comunicación y la conexión, podemos mitigar los efectos negativos y fortalecer los vínculos familiares. La clave está en la flexibilidad, adaptabilidad, empatía y el compromiso continuo para nutrir las relaciones a pesar de la distancia física.
Ya les cuento cómo me fue en la “boda”.
* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.
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