Ricardo Lagos volvió a nacer a los 80 años

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No habla de planes porque le sobran a corto, mediano y largo plazo. De hecho, los que más le gustan son los últimos. Entre ellos su cigésimo primer doctorado honoris causa, otorgado por Harvard. Estas son sus 8 décadas en su mirada, y la de Luisa Durán, su mujer.




Esta introducción la escribo por culpa de la editora de Paula que me enloqueció porque yo había ocultado en la entrevista que conocía a los Lagos desde hace 45 años, cuando asistieron a mi matrimonio con Andrés Bianchi, compañero en la escuela de Derecho de la Chile y padrino de Lagos Weber. No lo oculté. Es mi política como vieja periodista. La entrevistadora es un medio, no un actor. Pero dado lo que admiro y quiero a mis jefazas, aquí van las infidencias:

Aterricé de Colombia a la iglesia en julio de 1973 y solo conocía a mi futuro esposo y al padre Poblete, quien nos casó. Pero en una despedida previa pude conversar un poco con Luisa y la empatía fue inmediata. Ricardo era y sigue siendo el mismo. Ídolo. Elegante, señor, cálido. Sobra mencionar su inteligencia y su globalizada cultura. Y conste que esta inmigrante, no fue arrullada por padres socialistas como Luisa, ni con ninasnanas radicales como Cayito -como le decía doña Emma-.

La amistad se dio por cuotas, porque cada uno andaba en lo suyo. Aunque siempre estuvimos con ellos en las duras y las maduras, nos veíamos a la larga. Hasta que llamó a Bianchi a ser su embajador en Washington y en una reunión con todos los futuros diplomáticos, dijo -mirando a las aterradas cónyuges- que también ellas estaban obligadas a trabajar por la imagen país.

Y así fue. ¡Qué cansancio! Y errores se cometían claro, como cuando en una visita oficial a su Alma Mater Duke University, a la hora del desayuno, al que él no había llegado todavía, no solo me senté en su puesto, sino que le comí lo más sagrado: la palta. Luisa no me dijo nada y él empalideció un poco cuando vio el pocillo vacío. Se sentó a mi lado y me miró divertido. No corrió sangre, como cuando los hijos le sacaban las tijeras de uñas y le entorpecían ese rito dominical. Parece que ahí empezó a practicar lo del índice acusador, buscando el culpable.

Ese es Lagos. Ese hombre que a sus 80 años camina con gran talante, a zancadas, que hace gimnasia religiosamente apenas se levanta, para envidia de Luisa. Y a quien los ojos lo traicionan y dejan entrever sus emociones.

Un día que lo observaba cuando entró al edificio, en que somos vecinos, pensé, este hombre nació grande. Que viaja a los sitios más distantes semana por medio. Se codea con los líderes del mundo, con quienes conversa de tú a tú, esos a los cuales uno solo ve en los diarios. Por eso le pedí que resumiera en tres líneas cómo realmente son.

Cuando está en Chile trabaja en su Fundación Democracia y Desarrollo. Por ella desfilan líderes nacionales y extranjeros, académicos, escritores. Sin embargo, almuerza siempre con Luisa. Y ella deja cualquier plan de esos que la divierten -exposiciones, musicales o curiosear novedades- para acompañarlo.

Ni hablar del sagrado rito que implica Caleu. Se baja del avión y parte. Así, le duela la rodilla, como le duela, doña Luisa, tiene todo listo, para ellos y para los familiares que se quieran agregar. Otra santa laica.

Pelean, sí. Como todas las mujeres cuando somos copilotos, él decide manejar y, de tanto en tanto, se le desliza de más el zapatito en el acelerador. Allí salta la señora Durán.

A ella no le importa su ritmo de trabajo, porque sabe que él lo hace, como me ha dicho, por los ideales que ambos comparten. De allí que ella asuma la familia en pleno, con un amor y generosidad incomparables.

Luisa es mamá y abuela 24/7. Lleva y trae nietos, le contesta a su Panchita el celular veinte veces al día. Le da pena no ver a sus amigos con más frecuencia, porque le hacen falta. Pero el calendario de él y los compromisos familiares, lo hacen casi imposible. Cuando le dije que alguna gente la encuentra antipática, me respondió qué pena, me gustaría caer bien.

De Dulce y Agraz

"Yo no quiero ese niño, no doctor, yo no lo quiero", gritaba Emma Escobar cuando el médico le dijo que estaba embarazada. Por otro lado, su mamá, quien la había acompañado, repetía una y otra vez: "No puede ser, no puede ser". Y, pese a sus 42 años, a la debilitada salud de su marido, el agricultor Froilán Lagos, 34 años mayor que ella, y a sus temores de que naciese enfermo, Ricardo Lagos Escobar decidió nacer contra viento y mamá; largo, arrugadito, feo y flaco -según lo describió su pragmática progenitora- pero sanísimo, el 2 de marzo de 1938. Hace 80 años. Los mismos que acaba de celebrar.

Doña Emma vivió 108 años, los suficientes para verlo entrar a La Moneda como Presidente de Chile otro marzo, pero esta vez del año 2000. Y volvió a gritar, pero ahora presa de pánico cuando lo vio aparecer con la banda presidencial terciada. "¿En qué te fuiste a meter Ricardito? ¿Cómo vas a salir de esto?". La respuesta sería obvia: "Con tu carácter mamá. Siguiendo el consejo que me diste cuando fuiste a verme a Investigaciones cuando estaba detenido durante la dictadura: "Mantente firme. No te vayas a quebrar. Todos te están mirando".

Según comenta Luisa, su suegra, verdaderamente lúcida, lúcida, estuvo hasta ese año. Los tres siguientes ya se confundía un poco y su momento más duro, acota Lagos, fue cuando se sentó ante el piano, el mismo en que había dado clases por años, y no pudo leer las notas. Hoy ese piano es parte esencial del living de los Lagos Durán en homenaje a esa madre que fue mamá y papá -don Froilán murió cuando su hijo tenía 8 años-, seca y fuerte de personalidad, pero que lo amaba sobre todas las cosas, y que se dedicó, viendo el potencial que tenía, a prepararlo para asumir grandes destinos.

"En mi casa -comenta Lagos- había santos laicos, y uno de ellos era Juvenal Hernández que fue rector de la Universidad de Chile por 20 años. Y ese era el cargo que mi mamá soñaba para mí." Y pudo serlo, porque fue un alumno destacado, profesor de Economía en la escuelas de Derecho y Periodismo y secretario general de la Universidad. Pero el golpe de Estado lo llevó por otros caminos y a otros países. Vivió en Estados Unidos y Argentina, inició su carrera como funcionario internacional, aumentó la familia de cuatro a cinco con la llegada de Francisca (la Pancha) su hija con Luisa, y luego regresaron a Chile en 1978.

Habló de su año en Chapel Hill, Carolina del Norte, como el periodo más feliz de su vida...

Digamos que fue una etapa de dulce y agraz. Dulce porque estaban los cuatro niños y nosotros. Agraz por todo lo que estaba sucediendo en Chile. Yo llegaba a las cinco de la tarde y había mucha vida familiar. La única decisión que tenía que tomar era si le pedía a Luisa que viniera a recogerme a la oficina o si me iba caminando 20 minutos a través un bosque precioso escoltado por las ardillas.

Sin embargo, el paraíso de Chapel Hill solo duró un año ya que se trasladaron a Buenos Aires en 1975 donde le ofrecieron dirigir un postgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), que duraba tres años. Luisa lo recuerda como un periodo dantesco pues en el 76 sobrevino el golpe militar allá. Cuando estaba por terminar este trabajo, el destacado economista argentino Víctor Tokman lo invitó a trabajar en el Programa Regional del Empleo para América Latina y el Caribe (Prealc). Ante esta oferta, que significaba volver a Chile, todas las demás consideración quedaron olvidadas. Volvieron el 30 de abril de 1978.

Aquí Lagos retoma su tono de estadista, que había suavizado por tantos recuerdos, y expresa:

"Realicé muchos viajes empapándome de la realidad y diversidad de América Latina. Por ser funcionario de Naciones Unidas, me estaba prohibido participar en política, pero uno podía tener actividades políticas en el tiempo libre, mientras estas no salieran en la prensa.

"1983 fue un año importante para mí porque una facción de los socialistas me pidió que los representara en la recientemente creada Alianza Democrática, la primera coalición que emergió para enfrentar a Pinochet. Mi reacción instintiva fue decir que eso no era posible porque yo trabajaba en Naciones Unidas. Después pensé que esa no era una respuesta ética. Hablé con Luisa y le dije que iba a dejar Prealc y ella me planteó que un tema así había que hablarlo con los niños, pues ya estaban en capacidad de entender. Los reunimos, les explicamos y estuvieron de acuerdo. Y en diciembre de ese año asumí la presidencia de la Alianza Democrática.

"Por otra parte, en los años 80 hubo avances muy significativos tanto en los movimientos sociales como en los partidos políticos. En 1986 ocurrió el atentado a Pinochet y me apresaron. Pero el fracaso del atentado marcó, a la vez, el fracaso de la vía violenta. En efecto, de ahí en adelante quedó claro para nosotros que el camino para derrotar a Pinochet era el plebiscito, ya que si no lo habíamos podido sacar antes del poder, por la fuerza, ahora la única opción que quedaba era el plebiscito. Por primera vez sabíamos dónde podíamos enfrentarlo y derrotarlo, porque él estaba obligado a seguir el camino establecido en la Constitución".

"Sin embargo, de inmediato se suscitó la discusión acerca de cómo organizarnos. ¿Un solo partido? Yo dije sí, uno, el partido de la democracia. Pero al final Aylwin me dijo: 'Yo tengo que inscribir a la Democracia Cristiana' y Silva Cimma: 'Y yo, el Partido Radical'. Nosotros, como socialistas, no nos podíamos inscribir. Surgió así la idea del Partido por la Democracia, el cual terminó siendo, como he afirmado en otras ocasiones, un partido por default, formado por algunos liberales, algunos comunistas que habían dejado su partido, ex miembros del Mapu y por la facción socialista que no seguía a Almeyda. Eso fue el PPD: una apuesta que me pareció indispensable hacer para que la fuerza que nosotros representábamos en la izquierda chilena tuviese también la posibilidad de contar sus votos. Pero, para ello, teníamos que ser un partido".

Una vez ganado el plebiscito, el 5 de octubre de 1988, ya nada detuvo su carrera política. Si bien en diciembre de 1989 fue derrotado por el sistema binominal en su aspiración de ser senador por Santiago y el elegido fue Jaime Guzmán -pese a que había obtenido menos votos que él- todos estaban conscientes de que lo tenían que incorporar como ministro en sus gobiernos. Así, lo fue de Educación con Aylwin y de Obras Públicas con Frei.

Tampoco ganó la primaria contra Frei, para ser candidato de la Concertación en 1993. Pero, finalmente, en el 2000 asumió la Presidencia, tras derrotar en la segunda vuelta a Joaquín Lavín.

Entre 1938 y 2010, Jorge Alessandri fue el único líder de derecha elegido democráticamente a la Presidencia, lo que condujo a que se generalizara la opinión que Chile era un país inclinado a la izquierda. Sin embargo, en los últimos ocho años la derecha ha ganado dos de las tres elecciones presidenciales. ¿Significa ello que el "nuevo Chile", surgido en los 20 años de gobiernos de la Concertación, está, ahora, más inclinado a la derecha?

No, no creo eso. Cierto es que Piñera ganó por 11 puntos -un margen apreciable-, lo que representa un claro viraje a la derecha. Pero hay que recordar que la alternancia en el poder es normal y es buena en países democráticos. Hoy nadie cree que el país se va a caer a pedazos si hay un cambio en la coalición gobernante ni que se va a partir de cero cuando ello ocurre. Los que llegan al poder se dan cuenta que es difícil deshacer todo lo anterior y también que se lo puede perfeccionar. Por otra parte, es evidente que en las últimas décadas hemos corrido las fronteras de lo políticamente posible. Hoy Chile es un país más abierto que hace 20 o 30 años. Y eso es lo que, en definitiva, importa y lo que va quedando como sociedad.

El chileno más internacional

En su doble calidad de académico y político, usted es muy probablemente el chileno con mayor conocimiento del escenario internacional y con mejores contactos con algunos de los principales líderes mundiales. ¿Cuál es su evaluación de los siguientes presidentes:

Xi Jinping: He estado en tres reuniones con él, con otras personas. He visto cómo ha crecido su confianza en sí mismo. Siempre la ha tenido. Habla sin papeles. La primera vez, señaló: "Ustedes ayer escucharon lo que dijo el Primer Ministro; no tengo nada que agregar. De tal manera que, para que aprovechemos bien el tiempo, propongo que ustedes pregunten y yo respondo". Eso, para un líder chino es muy inusual.

Trump: No lo conozco. Estimo que con su política le hace daño a Estados Unidos. Ha destruido buena parte de lo que Estados Unidos ayudó a construir después de la Segunda Guerra Mundial: las instituciones multilaterales, la necesidad de tener una institucionalidad adecuada en materia de comercio internacional, la necesidad de abordar problemas -como la lucha contra la droga, el cambio climático y las migraciones- que requieren la colaboración de todos y que un país por sí solo no puede resolver.

Macron: Lúcido, inteligente, osado y con suerte. Y también Francia ha tenido suerte. Hasta muy poco antes de la elección se suponía que triunfaría la señora Le Pen, con todo lo negativo que ella representa para la unidad y estabilidad de Europa.

Putin: Lucha por restablecer la grandeza de la Rusia de los zares. Es un hombre organizado, que hace las tareas. Es audaz y se le nota su antigua profesión. Tiene, además, muy clara la estrategia que le conviene seguir. En el Medio Oriente enfrentó y le ganó claramente la mano a Obama. Como me dijo un ministro de Relaciones Exteriores de China, Rusia va a volver a ser un actor importante en la política internacional.

Merkel: Una líder para Europa a partir del rol fundamental de Alemania y una líder de Alemania que interpreta bien a su pueblo. Haber gobernado, el tiempo que ha gobernado, no es fácil. Ha tenido una actitud valiente respecto a la inmigración que le ha costado popularidad. Eso habla bien de ella.

El Papa Francisco: Está realizando un esfuerzo para que la Iglesia vuelva a mirar más a los desposeídos; ha tomado también posiciones firmes sobre el cambio climático en su Encíclica Laudato Si, aunque ella cubre muchos más temas que ese. Está aún por verse cuánto de la nueva Iglesia que él quiere construir podrá llevar a cabo.

Usted ha conocido relativamente bien a Bill Clinton, François Mitterrand, Fidel Castro, Fernando Henrique Cardoso y Felipe González. ¿Qué atributos de cada uno de ellos le parecieron más (o menos) atractivos?

Clinton: Su principal atributo es una notable capacidad de empatía con sus interlocutores: hacerles creer que su visión del mundo cambió después de haberlos conocido. Tiene, además, una facilidad especial para ponerse en los zapatos del otro. Esa es la clave de su forma de impactar. Ahora, podría haber crecido mucho más como ex Presidente de lo que lo ha hecho.

Mitterrand: Un hombre que logró unir a los socialistas; era un gran tejedor, una mente muy lúcida con una pasión por la cultura y los libros. Su rasgo menos atractivo: la frialdad.

Castro: Es tan difícil evaluar a Castro. Las esperanzas que él despertó en tantos. Cómo, después de la crisis de los cohetes, para sobrevivir, pasó a depender totalmente de la Unión Soviética. Eso implicó una forma de gobierno en que pudo mantener siempre el carisma y la popularidad, pero que es muy difícil que permanezca como herencia.

Cardoso: Con Fernando Henrique somos amigos desde su exilio en Chile en 1965, y después la vida nos ha vinculado en muchas y muy diversas actividades. Posee una enorme capacidad intelectual y puede transformarla en acciones públicas, combinación absolutamente excepcional. Sabe desenvolverse en ambos planos con una naturalidad asombrosa.

Felipe Gonzalez: Junto con Juan Carlos fue uno de los padres de la transición española a la democracia. Entendió la necesidad de una definición democrática del socialismo y también fue capaz de comprender el rol que le cabía jugar al rey en la transición, no obstante, ser el socialista de un partido de vocación republicana. Es inteligente y encantador; las tiene todas.

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