Rendirse no es fracasar, es una muestra de valentía

Rendirse



En cualquier ámbito de la vida, cuando las cosas no están yendo como esperábamos, todos hemos enfrentado el dilema: persistir o, como dice la expresión popular, tirar la toalla. Muchas veces nos aferramos a proyectos laborales, académicos e incluso a amistades o relaciones que no nos están haciendo felices porque creemos que perseverar es de valientes y rendirse de cobardes, que abandonar es el camino fácil, el que siguen los que tienen un carácter débil o que carecen de la fortaleza suficiente para aguantar el trago amargo y llegar a la recompensa final. Pero, ¿qué pasa si en realidad hay situaciones en las que rendirse no es realmente la salida fácil sino más bien la estrategia más inteligente?

Rendirse –y hacerlo a tiempo– no es la estrategia de los débiles, sino todo lo contrario. Es el camino que siguen quienes valoran su tiempo y esfuerzo y rápidamente re dirigen esos recursos a nuevos proyectos cuando se dan cuenta de que las cosas no van por un buen rumbo. Así podría sintetizarse la tesis del autor norteamericano Seth Godin plasmada en su libro y bestseller del New York Times, The Dip, A little book that teaches you when to quit (and when to stick). Según Godin, las frases inspiracionales que llenan nuestros feed the Instagram y Pinterest sobre ser ganadores a toda costa y nunca rendirnos, tales como “quienes se rinden nunca ganan y los ganadores nunca se rinden”, son en realidad un arma de doble filo. O al menos, un muy mal consejo. “Los ganadores se rinden todo el tiempo. Pero saben elegir abandonar las cosas correctas en el momento preciso”, explica el autor.

Aún más allá, Godin propone que los mejores quitters –aquellos que se rinden de manera provechosa– en cualquier ámbito de la vida, saben planificar una estrategia de salida para no tener que llegar a una evacuación de emergencia. Si no definimos antes qué es lo que estamos dispuestos o no a tolerar en una relación, en un trabajo, en un emprendimiento, o cualquier tipo de proyecto, lo más probable es que aguantemos más de lo necesario simplemente por orgullo o por miedo a la palabra fracaso. Porque, inevitablemente, al pensar en la opción de rendirnos, se viene a nuestra mente el fracaso.

Pero, si el abandonar a tiempo un camino que no nos hace del todo felices o que no nos está conduciendo al resultado que anhelamos es una estrategia sensata. ¿Por qué la asociamos con algo inherentemente negativo como debilidad, cobardía o fracaso?

“La connotación negativa suele venir porque asociamos la palabra rendirse a dejar que las cosas te pasen, perder el control”, explica la coach de Serendipia y mentora en Wideside Escuela de Coaching María Ignacia Pizarro. Y es que, de cierta forma rendirnos implica dejar la ilusión de que tenemos control sobre lo externo. Pero, además existe un fuerte componente cultural que nos hace asociar esta idea con la debilidad, según explica la psicóloga y psicoterapeuta Tatiana Mechasqui. “En nuestro sistema cultural global hay una búsqueda constante de perfección y de éxito. Desde ese punto de vista el rendirse tiene una carga tremendamente negativa porque hoy en día somos, en la medida que hacemos y que logramos cosas”. La especialista agrega que rendirse se asocia a cometer errores y a fallar y eso lo percibimos socialmente como algo de lo que debiésemos sentirnos avergonzados. “Equiparamos el rendirnos a cometer un error y eso nos hace sentir humillados”, comenta. María Ignacia Pizarro agrega que en muchas familias existen frases transmitidas de generación en generación que se van instalando en nuestro subconsciente como mandatos: “haz lo que quieras, pero sé el mejor en lo que hagas”, “rendirse jamás”, “abandonar es de cobardes o flojos”, “renunciar es fracasar”. “Una persona que crece con esas frases como parte de su construcción mental difícilmente verá la posibilidad de soltar un proyecto como una opción válida y posible. Existe una narrativa cultural tremenda que nos dice que abandonar es de cobardes”, explica. La coach agrega que, tal como explica Godin en The Dip, cuando a pesar de nuestro propio ego somos capaces de decir “hasta aquí llego”, rendirse se transforma en una opción valiente, porque estamos siendo capaces de poner un límite a una situación que estamos viviendo y que nos está generando un daño o al menos más perjuicios que ganancias. “Demuestra sensatez y nos permite iniciar un camino nuevo que nos haga sentido y nos conduzca a lo que hoy queremos en la vida, que no es necesariamente lo que queríamos hace dos, cinco, o diez años”, comenta María Ignacia.

¿Cuándo abandonar la carrera?

Si estamos constantemente estresados, en modo de alerta, con agotamiento crónico o simplemente nos sentimos cansados de lidiar con una situación, María Ignacia explica que son claras señales de que se trata de algo que no está aportando a nuestro bienestar y felicidad, “la sintomatología tiende a no ser solamente mental. La incomodad termina por manifestarse de manera física y emocional como jaquecas, dolores lumbares, insomnio, sensación de sinsentidos, angustia, tristeza entre otros”, explica la coach. Agrega que estas alertas deben ser nuestra señal para parar y tomarnos un tiempo para hacer un autoanálisis, ya sea de manera personal o guiados por un especialista, que nos permita observar la situación y plantear preguntas. Esto nos permitirá dilucidar si es tiempo de dejar ir un proyecto, de retirarnos de un trabajo, hacer un cambio de casa o las modificaciones que sean necesarios, abandonando una opción actual en nuestras vidas vida para emprender una nueva que sí nos llene hoy de bienestar.

Pero no tenemos claridad siquiera para tomar el siguiente paso, ¿cuáles son esas preguntas que podrían despejar la niebla del camino? El empresario británico y autor de Happy, Sexy Millionaire, Steven Bartlett propuso en su libro un flujograma con una serie de interrogantes que tienen como objetivo precisamente dar respuesta a la disyuntiva, insistir o dejar ir. Si estás evaluando rendirte, o dejar una relación, un proyecto, un negocio o hobby o emprendimiento, la primera pregunta que debes hacerte es por qué. Las dos posibles respuestas que propone Bartlett son que no me gusta lo suficiente o porque es demasiado difícil. Si es demasiada la dificultad, ¿vale la pena el esfuerzo? Si la respuesta es sí, persiste. De lo contrario, es momento de dar vuelta la página. Por otra parte si el problema es que sientes que no estás realmente a gusto en el camino que elegiste la pregunta que propone el autor es: ¿puedo hacer algo para volverlo más agradable? Si la respuesta es sí, ¿vale la pena ese esfuerzo? Dependiendo de cuál sea la respuesta, esta última pregunta es posible definir si es momento de rendirse o continuar.

Independiente de la decisión que tomemos respecto a cualquier proyecto en nuestras vidas, la psicóloga Tatiana Mechasqui recalca que es muy importante replantearnos esta asociación entre rendirse y el concepto de fracaso. “Tenemos que verlo más bien como una oportunidad de aprender, de seguir avanzando. Es posible reformular y salir empoderado del proceso para obtener ganancias y no darle una connotación negativa”. La terapeuta agrega que, muchas veces existen miedos de fondo que se asocian con cómo concebimos nuestro valor personal y con el hecho de no reconocernos como suficientes. En una sociedad en la que nuestra valía personal está intrínsecamente vinculada a lo que hacemos y lo que logramos, naturalmente va a ser mucho más difícil rendirnos porque implica exactamente lo opuesto. Dejar de hacer y de lograr. “por eso no somos capaces de parar cuando es el momento”, explica Tatiana. Cuando nos rendimos sentimos que “nuestro valor como persona está en juego”. Pero hay aspectos y variables que están fuera de nuestro control y en este sentido la recomendación de la especialista es ser amables y compasivos con nosotros mismos. “Hay que aprender a fluir con los obstáculos que se presenten y abordarlos de manera positiva. Eso nos ayuda a connotarlos no como fallas sino como procesos de aprendizaje”.

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