Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.

Lo que aprendemos de los gatos, de la española Paloma Díaz-Mas, es una elegía de amor felino que habla sobre la cualidad de aceptar el tiempo, apropiarse del mundo y gozar de no hacer nada más que lo necesario. El animal más literario como vía de conocimiento.

El filósofo Rousseau, como mucha gente, desconfiaba de quienes no les gustan los gatos. Él los amaba por su total libertad y belleza, y consideraba que sus detractores no podían aceptar el hecho de no poseerlos ni controlarlos: los gatos hacen su vida totalmente. Es, quizás por lo mismo, el animal más literario de todos, el que más acompaña a los escritores. Y es el caso de la profesora Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954), investigadora en literatura española antigua, novelista y cuentista que, tras la muerte del suyo, detalla su maravilla y lo mucho que le enseñó.

"De todos los animales domésticos, es el gato el único que no ha sido domesticado por el hombre. No porque siga siendo salvaje (aunque a veces lo parezca) ni porque no sea capaz de convivir con los humanos, sino porque no fueron los seres humanos los que domesticaron al gato, más bien fue el gato el que se domesticó a sí mismo".

O que más bien el gato domesticó al humano, como narra el cuento árabe que cita. Supo, con calma, hacer todo en nuestro beneficio. Nosotros nos adaptamos a ellos, a su tiempo, a su perfección, a cuidar siempre sus libertades y a no sucumbir a sus demandas. Para aproximarse a su belleza y amor a su gato llamado Tris Tras, la escritora sigue la tradición medieval de la descriptio puellae, la descripción de la belleza de una muchacha –en este caso del gato– de la cabeza a los pies. En la segunda parte son dos gatos, Tris y Tras, en sus infinitas cualidades: "Dos gatos son mejor que uno, porque la mejor compañía para un animal es otro animal". Describe cómo auscultan, exploran, marcan toda la casa, los muebles y personas, siempre de la manera más prolija e insospechada. Nos superan en el uso del cuerpo, del tiempo y del espacio. No se angustian: su miedo dura un instante.

En comparación a ellos, los humanos padecemos "el síntoma más grave de la enfermedad: la manía de planificar el futuro, de imaginar lo que pasará (que tal vez no pase nunca), lo que provoca un serio déficit de atención con respecto al presente". Los gatos siempre saben qué hacer con su cuerpo, mientras nosotros podemos parecer fácilmente un animal atrofiado. Dicen que acariciar a un gato alarga la vida: "Acariciando al gato nos asomamos ligeramente a cómo debe de ser la vida de los animales, centrada en el instante. Quizás sea esa la forma en que nuestra vida se alarga, no en el tiempo, sino en la intensidad". También mejoran nuestra convivencia: "Adquirida, gracias a los gatos, la costumbre de pensar en los demás, de facilitarles las cosas, de ofrecerles generosamente las comodidades que aún no nos han pedido, podemos acabar anticipándonos a los deseos y necesidades de los que nos rodean". Esto y tanto más aprendemos. $17.780 en librerías.